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Neoliberalismo extremo, teorías conspiracionistas e ideas libertarias: el «corazoncito» de los movimientos neofascistas made in Chile

Emilia Aparicio
Por : Emilia Aparicio Periodista El Mostrador
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El doctorante en sociología de la Universidad de Londres, Andrés Cabrera, conversó con El Mostrador sobre expresiones fascistas que se han registrado en el mundo, como por ejemplo hace una semana en Italia, luego de una manifestación en contra de un pase verde de movilidad. Además, analizó distintas manifestaciones de ultraderecha –como la marcha antiinmigrantes que ocurrió el 25 de septiembre en el norte del país– dentro de rasgos fascistas y también cómo el ascenso de la ultraderecha en distintos lugares del mundo tiene relación con discursos neofascistas. «Habría que diferenciar quiénes son los que podrían reproducir discursos fascistas, porque tendríamos, por ejemplo, a nivel político un discurso que es un desparpajo, un discurso directo de odio y simple, algunos lo llaman populista, pero también hay discursos de odio que se pueden observar de manera distinta a partir de sectores populares y de movilizaciones específicas, como la marcha antiinmigrantes de Iquique o, también, la marcha que se dio en contra de los mapuches en el sur».


En la actualidad, ideologías de extrema derecha o ultraderecha han vuelto a resurgir en forma de movimientos sociales o partidos políticos, que aprovechan el descontento de la población y utilizan argumentos populistas para ofrecer soluciones sencillas a problemas complejos, como la inmigración, la violencia y la crisis económica, mucho de ello a través del miedo.

En Europa, Matteo Salvini, fundador de La Liga y exministro del Interior de Italia hasta septiembre de 2019, es uno de sus fieles representantes; Marine Le Pen, presidenta del partido extremista francés Agrupación Nacional; y Viktor Orbán, presidente de Hungría desde 2010.

Otro ejemplo sería Alternativa por Alemania (AfD), que en 2018 se convirtió en el primer partido de extrema derecha en entrar en el Parlamento de Baviera –una de las regiones más ricas de Alemania–, con un discurso islamófobo y antiinmigración. Y en América, está el caso de Donald Trump y el asalto al Capitolio en Estados Unidos, además de Jair Bolsonaro en Brasil.

Andrés Cabrera, doctorante en sociología de la Universidad de Londres, conversó con El Mostrador en torno a lo que se entiende como fascismo en el siglo XXI, al tiempo que analizó distintas expresiones y manifestaciones que han surgido en los últimos meses, como la marcha antiinmigrantes que ocurrió el 25 de septiembre en el norte del país.

Neofascismo en el mundo

-El domingo pasado hubo una manifestación masiva en Italia contra el fascismo, que es un fenómeno que sigue estando presente en el mundo. ¿En qué se diferencia del fascismo del siglo XX?
-Creo que es un fenómeno complejo en el que cabe distinguir el fascismo tradicional del neofascismo contemporáneo, en el siglo XXI. La manifestación en Italia sucedió la semana pasada, donde, por un lado, sectores negacionistas y antivacunas coincidieron con sectores políticos de extrema derecha, como el partido Fuerza Nueva, que es importante en Italia, dándose una conjunción entre el neofascismo autoritario y las teorías conspiracionistas. También se dio una especie de ataque a la principal central sindical italiana en Roma, que fue bastante similar también a lo que observamos hace unos meses con la toma y el asalto al Capitolio en EE.UU. Lo más importante que hay que destacar es cómo desde la democracia misma comienzan a generarse tendencias autoritarias y la aplicación progresiva del Estado de Excepción.

-¿Existe una relación entre el ascenso de la ultraderecha en distintos lugares del mundo con el fascismo? ¿Podría estar dándose esta situación en Chile con los discursos de odio?
-Es muy interesante esta relación entre lo global y lo local. Pandemias globales, catástrofes ambientales, fenómenos migratorios están en relación de lo global con lo local, entonces, las manifestaciones neofascistas en Chile eran solo cosa de tiempo para que comenzarán a consolidarse y, en un escenario de crisis política, sobre todo después del 18 de octubre, emergen este tipo de reacciones y este tipo de discursos. Habría que diferenciar quiénes son los que podrían reproducir discursos fascistas a nivel político, que es un desparpajo, que es un discurso directo de odio y simple, algunos lo llaman populista, pero también hay discursos de odio que se pueden observar de manera distinta a partir de sectores populares y de movilizaciones específicas, como la marcha antiinmigrantes de Iquique o, también, la marcha que se dio en contra de los mapuches en el sur, y en agosto del 2020, donde también tuvimos una relación similar. Muchos de ellos eran descendientes de mapuches que empezaron a entonar “el que no salta es mapuche” y también intentan sacarlos de los municipios donde estaban haciendo huelgas de hambre. También propongo otro rasgo fascista a partir de lo que vimos en las marchas del Rechazo, en el sector oriente, que tienen otra composición y otro extracto social, mucho más cercanas a lo que habían sido, por ejemplo, las movilizaciones de choque de Patria y Libertad, por lo tanto, esa configuración de distintos discursos tiene una lógica común que es la lógica del odio, pero pueden expresarse en distintos sectores sociales en distintos escenarios geográficos y, obviamente, hay que analizarlos en su propia complejidad.

-¿Se podría replicar en Chile una experiencia como la de Brasil con el triunfo en una presidencial de un político de ultraderecha? ¿Qué relación podríamos hallar entre Kast y Bolsonaro?
-Cuando sale electo Bolsonaro, Sebastián Piñera tuvo palabras de elogio en el ámbito económico en su gira europea, y Jacqueline Van Rysselberghe viajó a Brasil después de la victoria, siendo presidenta de la UDI, para felicitarlo. Lo mismo hizo José Antonio Kast. Son muy representativos los regalos que lleva J.A. Kast. En una mano llevaba una camiseta de Gary Medel y en la otra El Ladrillo, que es el programa económico de la dictadura militar de los Chicago Boys, lo cual da cuenta de una característica distinta de los neofascismos actuales, que es bastante interesante. En esta conjunción que se da entre neoliberalismo extremo, figuras de carácter autoritario, teorías conspiracionistas, ideas libertarias, podríamos resumir la posición de José Antonio Kast y de Axel Kaiser, quienes dan cuenta de fenómenos neofascistas, pero que al mismo tiempo son neoliberales. Hay que agregar una cuestión importante, que da cuenta de una situación actual que se denomina la «paradoja neoliberal», que dice que para instalarse como se hizo, a partir de doctrinas del shock, se necesitó todo el poder del Estado para llevarlo a cabo. Entonces, autoritarismo y neoliberalismo van de la mano, incluso en el origen vanguardista a nivel internacional, tal como sucedió en Chile. Y esa es la instancia que uno podría tener con filosofías como las de Axel Kaiser y Kast, que si bien son libertarias, son incapaces de comprender la aplicación de Estados de Excepción, como la que se está dando en el sur a propósito de un enemigo interno que es el movimiento mapuche propiamente tal.

-Hay un punto de colisión entre el derecho a la libertad de expresión y las expresiones intolerantes y violentas. ¿En qué momento se cruzan libertad de expresión y fascismo? 
-Es interesante lo que sucede a nivel europeo. De hecho se está exigiendo, a partir de las movilizaciones antifascistas, la prohibición de partidos que tengan esta evocación al fascismo y eso queda reflejado en las constituciones de posguerra. Por ejemplo, en 1948, que es la creación de la Constitución italiana que rige hasta el día de hoy y ahí hay ciertos elementos que tienden a prohibir el despliegue de ideologías fascistas, sobre todo por lo que significo el descalabro del fascismo en Italia en el periodo de entreguerras. Lo mismo sucede con algunas lógicas legislativas en Alemania, la negación de muestras de símbolos nazis. Pero al parecer, a nivel latinoamericano y especialmente en Chile, ese tipo de legislación ha quedado un tanto retrasada y da cuenta de lo incapaz que fue el proceso transicional en su conjunto, por ejemplo, para articular jurídicamente las lógicas que resguardaran ese ámbito de la libertad de expresión, pero también fuesen en contra de las ideas negacionistas frente a la propia dictadura de Augusto Pinochet, que también es uno de los elementos que aparecen dentro de los discursos de José Antonio Kast.

-¿Cómo se podría identificar un discurso fascista dentro del contexto de las elecciones presidenciales?
-A nivel político es bastante interesante en términos discursivos lo que hace José Antonio Kast , donde él no presenta abiertamente un discurso antiinmigrante, lo que hace es mucho más obsceno en términos discursivos y replica la lógica de Trump. Obviamente, aquí no dice «vamos a poner un muro, sino que dice que ni siquiera tenemos la capacidad de construcción, por lo que vamos a cavar zanjas». Hay una lógica ahí de un discurso que no es directo, pero que podría tener ciertos aspectos de muchedumbre, lo que es peligroso. ¿Qué significación subjetiva hay dentro de una persona dentro de esta relación, dentro de la masa y el odio que genera hacia un otro, en este caso en contra de inmigrantes venezolanos, qué noción hay dentro de esa persona que dice «mañana los vamos a venir a cazar», tal como se cazan animales? Eso tiene un rasgo fascistoide, pero no podríamos decir que está articulado como ideología fascista sino que emerge como una pulsión de odio, y ahí creo hay que tener mucho cuidado. Que es cuando las grandes mayorías, sobre todo en  sectores populares, asumen ese tipo de discurso. Y ahí entramos en temas más complejos en términos históricos, y hay que intentar que esa violencia y odio se reduzcan a su más mínima expresión a través de procesos democratizadores.

Revisa la entrevista a continuación:

 

 

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