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Regreso al futuro: Chile entre el Sí y el No Opinión

Regreso al futuro: Chile entre el Sí y el No

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Esta segunda vuelta instaló a dos grandes bloques en pugna. Un país partido en dos, dividido geográfica y territorialmente –Boric en el centro y en el 80% de la RM; Kast en el sur y en el distrito del Rechazo–. Fin a los tres tercios, fin al centro político. Izquierda versus derecha. Como demócratas y republicanos. Una réplica casi perfecta de lo que fue el plebiscito del Sí y el No hace 33 años, salvo por el movimiento de Parisi –ese que se autodefine desde la contradicción: no somos ni de izquierda ni de derecha, ni de centro ni de nada–. Un choque entre dos visiones de la economía, del Estado, pero especialmente de la sociedad. Conservadores vs. liberales, ambos cruzados por el miedo de unos hacia otros.


“Está costando entender a los chilenos…”, me interrumpió un analista argentino, cuando le trataba de explicar el rápido alineamiento que se ha producido, en menos de dos semanas, en torno a los dos candidatos que disputan el balotaje. Además –agregó–, “es francamente kafkiano que tengan a un personaje tan excéntrico como un dirimente”. Claro, se refería a Franco Parisi, el niño bonito de esta segunda vuelta, el candidato que sacó la tercera mayoría sin haber pisado suelo chileno en dos años y ni siquiera haber votado. “Ahora sí que se están poniendo argentinos –indicó con ironía el sociólogo–, yo dudo que algún candidato, a lo que sea acá, haya pagado alguna vez la pensión de alimentos”. La conversación fue a propósito de mi columna “¿Nos volvimos locos los chilenos?”. Y por supuesto que es difícil entender lo que ha pasado en menos de dos años en Chile –y especialmente los giros, volteretas y cambios en estos últimos quince días–, más difícil es explicarlo a un extranjero.

Luego de una primera semana en que Boric logró alinear a toda la oposición y ser santificado por Ricardo Lagos –pese a todo lo que el FA dijo antes de él–, esta vez fue Kast quien consiguió el esquivo respaldo del mundo más liberal de la derecha, los que a regañadientes tuvieron que tragarse todas sus palabras previas –lo acusaron de ser extremo, misógino, machista, xenófobo y otros duros calificativos durante la primera vuelta– y demostrar que la derecha en este país es una sola. Quizás, el acto político más consistente fue el condicionamiento de 9 puntos que le exigió Sichel a Kast –un simple acto testimonial, claro está–, porque la rendición de Ossandón fue incondicional, al igual que en 2017 con Piñera, después de decirle que no lo declararon reo “por lindo”. Por lo visto, la política es la política y de ahí la baja confianza que la gente tiene hacia los políticos.

Esta segunda vuelta instaló a dos grandes bloques en pugna. Un país partido en dos, dividido geográfica y territorialmente –Boric en el centro y en el 80% de la RM; Kast en el sur y en el distrito del Rechazo–. Fin a los tres tercios, fin al centro político. Izquierda versus derecha. Como demócratas y republicanos. Una réplica casi perfecta de lo que fue el plebiscito del Sí y el No hace 33 años, salvo por el movimiento de Parisi –ese que se autodefine desde la contradicción: no somos ni de izquierda ni de derecha, ni de centro ni de nada–. Un choque entre dos visiones de la economía, del Estado, pero especialmente de la sociedad. Conservadores vs. liberales, ambos cruzados por el miedo de unos hacia otros.

Vuelvo al sociólogo argentino. Lo que más llama la atención afuera es que la derecha haya logrado ganar el relato del miedo, del temor a la inseguridad, a los migrantes, a la violencia en La Araucanía, pese a que ese bloque tiene integrada a la derecha extrema –opositora a Piñera– con la derecha oficialista, esa que estando cuatro años en el Gobierno es responsable de la sensación de inseguridad que vivimos los chilenos. “No sé, es como que los Fernández hicieran su campaña de reelección diciendo que la seguridad en Argentina es un desastre, que la delincuencia es incontrolable, de locos”.

El análisis simple afirmará que los nuevos programas de Boric y Kast se moderaron, que buscaron el centro. La verdad es que, siendo en parte cierto eso, las nuevas propuestas que empezarán a defender desde hoy y hasta el 19 de diciembre, se convirtieron en un engendro, en un pegoteó sin convicción de ideas ajenas. Kast dice ahora que se equivocó, que se expresó mal, al proponer que eliminaría el Ministerio de la Mujer –aunque no ha desmentido que suprimirá otros 11 ministerios y despedirá a 30 mil funcionarios públicos–. Tampoco habla ahora de su zanja, ni que el cambio climático es mentira, que privatizará Codelco o que buscará revertir la Ley de Aborto y el divorcio. Boric, por su parte, ya no busca que los directorios de las grandes empresas tengan un 50% de representantes de los trabajadores, no tiene problemas en reunirse con papito corazón que debe 207 millones en pensión alimenticia –pese a la dura crítica de sus partidarias–, ni cree que la ex Concertación haya sido lo peor que le pudo pasar a Chile.

Cumplida la primera parte del balotaje, Gabriel Boric aventaja –según todas las encuestas– entre 4 a 8 puntos a Kast, sin embargo, se mantiene un alto porcentaje de consultados (20%) que dice no estar decidido aún. Tampoco sabemos si votará el más de 50% de electores(as) que el 21 de noviembre se quedaron en su casa. En estas dos semanas que restan, un error no forzado puede ser decisivo, de ahí la importancia que tendrán los debates, así como la comparecencia de Boric y Kast al estrado del Dr. Parisi –un golazo del economista– y la señal que entregará el excandidato desde su refugio en Alabama.

Sin embargo, gane quien gane, tendremos cuatro años difíciles, con la derecha o izquierda en el poder, aunque ninguno contará con mayoría en el Congreso, por tanto, cualquier cambio estructural –en sentido liberal o conservador, de carga tributaria y otros temas– será imposible. Y, claro, mientras tanto, la gente –no el Partido de la Gente–, los independientes, los ex Lista del Pueblo, los que marcharon para el 18/O y luego se cansaron de los que aplastaron las legítimas demandas con la violencia, de seguro volverán a despertar. Pero, por ahora, nosotros tendremos que votar entre el Sí y el No. Regreso al futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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