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¿Y ahora qué? Cinco propuestas para enfrentar la crisis y el 5S Opinión

¿Y ahora qué? Cinco propuestas para enfrentar la crisis y el 5S

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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Es inadmisible que en tres años, desde el 18/O, no se hayan gestionado y aprobado las reformas legales ni mejoras de gestión en el Estado que resuelvan demandas comunes de la población en materias sociales básicas: salud, educación, previsión, vivienda, seguridad ciudadana. Luego podremos atender las demandas de nicho. Pero primero las personas deben tener de qué vivir, cómo atender su salud, recibir una educación que les dé oportunidades de cambio y mayor igualdad, sentirse seguras, tener una vejez digna. Tenemos que concentrar los recursos y los esfuerzos en ello, por ahora. Estas tareas son de Gobierno, pero también del Congreso, de los partidos políticos y la sociedad civil. No hay ninguna excusa para no haber avanzado con urgencia, hemos perdido tres años. Es vergonzoso. Parecieran estar esperando un ruido de sables, que nadie desea.  


Cualquiera sea el resultado del plebiscito, nos mantendrá en un aprieto. La grieta que nos divide  no se cerrará. Más aún, es posible que aflore como una herida en carne viva. Simplificando al límite, si gana el Apruebo la “mitad” del país se sentirá amenazado, con un horizonte oscuro y una depresión económica. Y si gana el Rechazo, la otra mitad sentirá que sus esfuerzos de tres años desde el 18/O han sido inútiles, que sus esperanzas de cambio y demandas específicas fueron desoídas y frustradas, sin ningún avance real. Por cierto, hay un amplio abanico al medio, matizado, que se ha ido polarizando en estos días. Cuesta contener las emociones y la pasión. Hay que tener madera dura para mantener la prudencia, el respeto y la templanza.

Es difícil gobernar un país cuya mitad se siente frustrada. Eso obligará a los mejores líderes del país a hacer un esfuerzo enorme de diálogo y acuerdos amplios, con tolerancia y renunciamiento. Deberán mostrar rápidamente al país una unidad de propósito de mediano plazo y acuerdos concretos de corto plazo.    

No tenemos solo el problema constitucional, sino varias crisis superpuestas. La crisis social, con demandas básicas insatisfechas de un amplio sector de la ciudadanía, en empleo, salud, previsión, educación, vivienda y seguridad pública; crisis macroeconómica por baja productividad, baja inversión, bajo crecimiento, alta inflación; crisis indígena en la Macrozona Sur; crisis de representación de los partidos políticos y el Parlamento; muy baja calidad de la política; crisis de un Estado poco eficaz y eficiente; crisis de seguridad pública; crisis de probidad, credibilidad y crisis moral en instituciones fundamentales de la República, los negocios, las Fuerzas Armadas, las iglesias; etc.  

El contexto mundial tampoco es pacífico. Vivimos un cambio de época cuya dirección nadie tiene muy clara. Se entremezclan la caída de las grandes cosmovisiones que ofrecían cierto orden y sentido, la crisis del espíritu, la ecológica y el cambio climático; la falta de gobernabilidad internacional; ejes de poder inestables; y una crisis económica internacional severa. 

Enfrentar tantas crisis simultáneas es un desafío enorme. No alcanzan las capacidades de un gobierno. Es indispensable abordarlo de manera más colectiva. Lo más crucial y difícil es generar esperanzas de que es posible hacer juntos un país mejor e impulsar a todos a colaborar en su realización.  

¿Qué hacer ahora? 

Es presuntuoso pretender dar una respuesta. Pero sí me animo a proponer algunas cosas solo para colaborar a construir esa respuesta.

1.- Un relato que nos motive y nos reúna, que genere mística y una reacción positiva, creativa y colaborativa frente a estos enormes desafíos comunes.  

Debemos enfrentar estas crisis como un desafío “externo”, una amenaza que nos incita a reaccionar positivamente, con creatividad y unidad para resolverlas; para construir una visión compartida del futuro del país que inicie un nuevo ciclo de equilibrio, paz, dignidad y prosperidad. 

Un ejemplo de esto sucedió a fines de los 80 y los 90 del pasado siglo en Chile para enfrentar la dictadura (la adversidad común o amenaza externa) y restablecer con estabilidad la democracia (el desafío común). Dio lugar a la Concertación y a un período prolongado y estable de grandes logros, pese a sus faltas. Ese proceso requirió de humildad, reconciliación y colaboración. Hubo grandeza y amistad cívica. Los logros fueron fenomenales. Había una mística o una épica común que lo hizo posible. No es que deba repetirse lo mismo.

Arnold J. Toynbee, estudiando la génesis, crecimiento y decadencia de 27 civilizaciones, concluyó que su origen y crecimiento tenía como causa común el “Desafío y la Respuesta”, que es la relación de una comunidad con un “factor externo” crítico, adverso, desafiante, que crea miedo, descontento o antipatía, y que interactúa con un “factor interno” que es una reacción creativa de las personas en esa comunidad, que es sicológico. Lo determinante es la reacción, porque la crisis es una realidad presente. Si los líderes dejan de ser desafiantes y la población deja de ser creativa para responder, las civilizaciones decaen y mueren. Algo similar sucede con las naciones.

Japón y Alemania después de la Segunda Guerra Mundial resultaron vencidos, humillados y destrozados. Pero enfrentaron con épica y esfuerzo esa enorme adversidad de manera colectiva, con creatividad, estrategia, colaboración. Construyeron del “Milagro alemán” y el “Milagro japonés”. En Gran Bretaña, durante la Segunda Guerra Mundial, se vieron enfrentados en un momento crítico en soledad contra un Hitler que ya dominaba casi toda Europa occidental. Churchill asumió el desafío con un relato que integró a todos los británicos a enfrentar esa adversidad común, llamándolos a no dejarse invadir y a ganar la guerra. Ofreció al pueblo “sangre, sudor y lágrimas”, pelear sin descanso, llegar hasta el final luchando en todas partes. Se alinearon en su entorno, con aciertos y fracasos, e Inglaterra venció con los aliados.

Esa es la importancia de un buen relato que haga sintonía con la realidad, la adversidad y el desafío creativo.

2.- Establecer prioridades y seleccionar pocos focos en que obtengamos avances y logros en corto y mediano plazo. 

Los recursos y el tiempo son limitados. No podemos hacerlo todo. Hay temas que son urgentes. Bajemos la prioridad a los que están fuera de nuestro alcance o no son tan importantes o urgentes. Si son problemas cuya solución no depende de nosotros, no nos frustremos intentando su solución. Si no nos concentramos en lo realmente importante y urgente, estaremos desperdiciando energía.

3.- Lograr una Constitución Política que genere un amplísimo consenso, deseablemente con una aprobación ciudadana en plebiscito superior a dos tercios. 

Es una meta indispensable, ya sea a través del camino del Apruebo o del Rechazo. De lo contrario, no habremos superado la profunda división en que nos mantiene la Constitución de 1980 y el quiebre de 2019, y en corto plazo tendremos que hacer una nueva Carta Magna. La nueva Constitución es una oportunidad de generar unidad de propósito como país, para darnos un horizonte común de sentido. Su tramitación o modificación debe ser breve en plazo, en lo posible como un solo paquete, para restablecer la certeza. Ya ocupamos tres años pero el debate está prácticamente agotado. Si hay un nuevo proceso constituyente, debe recoger los lineamientos generales del proyecto recién elaborado, pero en un instrumento mucho más breve, que establezca los principios y reglas generales.

La brevedad la hará menos discutible, más convergente, más plástica o adaptable para acoger las nuevas tendencias y necesidades que van emergiendo en un mundo y una humanidad que está en un proceso vertiginoso de cambios en todas las dimensiones, principalmente condicionados por la evolución acelerada del conocimiento, la ciencia y las tecnologías, y ello impacta en la sociedad, sus prioridades y su forma de organizarse. Si hacemos un texto extenso y rígido, no seremos capaces de adaptar la institucionalidad, ni los principios ni los objetivos a la realidad que determine la velocidad de los cambios de la humanidad. En Chile recién estamos acogiendo en nuestra Constitución demandas y tendencias que ya eran claramente visibles en el mundo desarrollado hace 40 o 50 años. Por cierto, nos estamos adelantando en algunas.   

4.- El Congreso y el Ejecutivo deben abocarse urgentemente a resolver las demandas sociales  transversales, del 18 /O – 25 /O: salud, educación, previsión, vivienda, seguridad.

Es inadmisible que en tres años, desde el 18/O, no se hayan gestionado y aprobado las reformas legales ni mejoras de gestión en el Estado que resuelvan demandas comunes de la población en materias sociales básicas: salud, educación, previsión, vivienda, seguridad ciudadana. Luego podremos atender las demandas de nicho. Pero primero las personas deben tener de qué vivir, cómo atender su salud, recibir una educación que les dé oportunidades de cambio y mayor igualdad, sentirse seguras, tener una vejez digna. Tenemos que concentrar los recursos y los esfuerzos en ello, por ahora. Estas tareas son de Gobierno, pero también del Congreso, de los partidos políticos y la sociedad civil. No hay ninguna excusa para no haber avanzado con urgencia, hemos perdido tres años. Es vergonzoso. Parecieran estar esperando un ruido de sables, que nadie desea.  

5.- Necesitamos concordar una estrategia de desarrollo económico de mediano y largo plazo, en paralelo al proceso constitucional. Un Consejo Económico y Social transitorio puede ayudarnos.

Propongo constituir un consejo económico y social de carácter transitorio, de un año de duración, que sirva como un espacio de diálogo y deliberación, donde esté representado un amplio conjunto de organizaciones de la sociedad civil, como las universidades, técnicos y profesionales, trabajadores, empresarios, think tanks, académicos, economistas, cientistas políticos, abogados, expertos en gestión pública, científicos y entidades tecnológicas, agentes de la cultura, etc., para deliberar y despachar dentro de un año un documento con ciertos acuerdos y recomendaciones compartidas, para una estrategia de desarrollo del país para las próximas dos o tres décadas. Debería proponer, por ejemplo cómo mejorar el crecimiento potencial, cómo proteger mejor nuestro medioambiente, cómo mejorar la productividad, cómo financiar los derechos sociales, qué líneas de negocios debemos promover y fortalecer como país, cómo integrar mejor la ciencia y las tecnologías avanzadas a la empresa, qué desafíos logísticos son los claves, cómo establecer una buena relación, cooperación y equilibrio entre el Estado y los privados, etc. 

Se trata de aprovechar todo el talento y la experiencia que hay en tales participantes y aproximarnos a ciertos acuerdos estratégicos de mediano y largo plazo. No es un espacio de debate político, ideológico o partidista. No es vinculante. Sería un gran alimento para elevar el debate nacional, mejorar las propuestas y converger en una estrategia común de desarrollo. Es indispensable.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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