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Dora Barrancos: “La ciencia moderna tiene el hechizo del patriarcado” MUNDO

Dora Barrancos: “La ciencia moderna tiene el hechizo del patriarcado”

Luis Felipe de la Vega
Por : Luis Felipe de la Vega Investigador educativo.
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Investigadora, socióloga, historiadora y feminista argentina, su trabajo ha sido principalmente desde la academia, por ejemplo, como directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires. Ha sido parte de la discusión sobre procesos actuales clave, como la Ley de Aborto y la Educación Sexual Integral.


Dora Barrancos es académica y activista feminista argentina. Desde la universidad ha participado de diferentes cargos de responsabilidad, por ejemplo, siendo directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires. En el movimiento feminista argentino también ha tenido una destacada presencia, incluyendo su participación en la discusión sobre procesos actuales clave, como la Ley de Aborto y la Educación Sexual Integral.

La profesora Barrancos conversó con nosotros sobre género y patriarcado, de las dificultades que tienen los procesos de transformación, así como de las oportunidades que también avizoran las nuevas generaciones.

-Usted ha hablado de tendencias estabilizantes y transformadoras del conocimiento, para comprender la evolución del concepto de género. En ese sentido ha sido crítica con la disciplina de la biología.
-La vida docente universitaria se ubica entre tendencias estabilizantes y transformadoras. Es paradójico observar que hay unos repertorios bastante modificados de programas y al mismo tiempo una convivencia con programas súper atrasados, con puntos de vista muy estabilizados, lo que se dan en todas las disciplinas y en que lo más redundante es una cierta permanencia de tópicos. Tampoco es el caso de sacar los nombres antiguos de nuestra estructura programática, porque hay algunas condensaciones bibliográficas que son de largo aliento. Por ejemplo, voy a mencionar un texto que no tiene que ver con formulaciones de género, menos aún de feminismo. George Canguilhem es un clásico. Su texto fundamental, Lo normal y lo patológico, de 1943, tiene una iluminación tan extraordinaria que puede hacer reverberos en el presente. Entonces, hay alguna literatura que desde luego es imprescindible mantenerla si hacemos un examen historiográfico de la evolución o pensamiento, esto es así.

El asunto es que, cuando tenemos que ser capaces de revisar conceptos tan impresionantes por su disrupción cómo género, no lo podemos tratar como un tema congelado. Una gran epistemóloga, Sandra Harding, alguna vez avisó bien: “Género es provisorio”. No se trata de hacer una eliminación de las bibliografías históricas, porque son históricas, porque se tornan objeto de conocimiento, pero otra cosa diferente es plantearnos objetos de conocimiento con unas bibliografías muy antiguas, muy atravesadas por la sintonía epocal.

La biología es un área en donde, en un sentido, ha habido mucha renovación y, en otro, se observa un congelamiento. Hay un sentido muy conservativo en la biología, lo que, por ejemplo, ha pasado a la neurociencia, que tiene unas validaciones bastante consagradas en cierta zona académica –yo diría bastante hegemónica– que son, por ejemplo, las formulaciones binarias acerca de los sistemas de la sexualidad y sexo genérico. Sin embargo, hay otra propedéutica, otra biblioteca, otro examen y otra criticidad que subvierte completamente el orden binario.

Pero la biología se sigue mostrando en general como una cierta ejemplaridad, como una cierta objetividad del conocimiento. Es algo muy dramático. Voy a recordar a un gran biólogo argentino que se llamaba Héctor Maldonado, que solía decirme “nada hay más parecido a la historia que la biología”.

La biología hoy está, desde mi perspectiva, completamente interseccionada por la cultura. Entonces, hay una enorme potencialidad de transformación de esa sintonía acrítica que tiene lo biológico como un orden normativo regente. El activismo de los sujetos afectados ha podido trastocar esta cuestión del binarismo, el dimorfismo esencial, sexo genérico, etcétera. Pero hay reductos muy fuertes en que todavía escuchamos algunos grandes profesores de neurociencia –de una parte de la biblioteca– que sigue diciendo que hay un cerebro masculino y un cerebro femenino, y hay una gran renovación producida por las biólogas feministas y, en general, las biólogas que hacen otras interpretaciones acerca de esos asuntos.

La ciencia tiene la pretensión de ser argumentativamente moral, entonces, hay que correr ese velo del sentido profundo de la ciencia en su pretensión autorizante, moral y de rectoría acerca de lo que se connota como bueno y malo. Y esto significa una absorción de lo más nuevo que hay en materia de producción de conocimiento –que es de vértigo, la cantidad de publicaciones que hoy tenemos es impresionante–. La universidad tiene que cumplir esa obligación fundamental, tiene que criticar internamente y hacia afuera, las convalidaciones consuetudinarias de conocimientos congelados, es lo que tiene que ponerse patas para arriba, por decirlo.

-¿Cuál es la influencia patriarcal en este escenario?
-Lo que bulle en el fondo de todos estos temas es la validación de concepciones, de axiologías, de puntos de vista patriarcales. La ciencia moderna tiene el hechizo del patriarcado, tiene una conjunción de sentido patriarcal y tiene autorizaciones que vienen obviamente desde una concepción patriarcal. Pero lo notable es que hay un límite a la racionalidad de la ciencia, debido a su ceguera cognitiva respecto de esta connotación profunda que tiene. Thomas Kuhn lo decía claramente, respecto de las revoluciones científicas, que la ciencia es un sistema de racionalidades, pero él admitía que efectivamente el propio ejercicio de la ciencia suspende la potencia de esa racionalidad; no quiere decir que esto lo haga de manera consciente, los actores de la ciencia suelen no tener la mínima conciencia acerca de lo que está ocurriendo, es todo un problema, ¿no?

Estamos en la hora de una apertura en nuestros modos intelectivos, que siempre son también emocionales. En este momento y en esta hora de la humanidad, ya debería la ciencia darse cuenta de los elementos que la han constituido. La medicina tiene una regencia insolente respecto de la ciencia, considerando el marco restrictivo que es el patriarcado. El problema de la objeción de conciencia, planteada por una parte de la clase médica en Argentina y en todos los países, no tiene tanto que ver con lo confesional. ¿Son los médicos más católicos, adhieren más a las confesiones que el resto de la sociedad? Cuando hacen objeción de conciencia, yo creo que hay una conceptuación del orden médico que está regida por el principio patriarcal: el cuerpo le pertenece a la medicina, no a los sujetos. Entonces, si el cuerpo pertenece a la medicina, “cómo estas mujeres deliberan acerca de la autonomía del cuerpo, es un disparate, porque no hay tal cosa”, ¿no es así? En mucha gente la objeción de conciencia no tiene que ver tanto con su identificación religiosa, sino con su identificación con la religión médica.

Yo suelo ser conocida por una frase: “La biología no sabe que se llama biología, la naturaleza no sabe que se llama naturaleza». Es decir, la naturaleza es dicha, la biología es hablada por una interpretación de nuestra humana condición. Eso no quiere decir que vamos a hacer solipsismo, lo que quiero decir es que esto que llamamos biología es toda una interpretación.

Entonces, hay unas entregas acríticas que se revelan como fundamentaciones falaces que deben ser revisadas. Ese es el entrevero que significa el orden patriarcal en nuestras disposiciones subjetivas e inconscientes.

-Desde un punto de vista pedagógico, ¿qué puede hacerse para irse desprendiendo de estas perspectivas?
-Tomando la vida misma, en sus destellos de vida. En el sistema de educación básico estamos con unas articulaciones de sentido de niñas/niños, hay juegos para niños y juegos para niñas. Esto es gravísimo, porque ahí está la cadena de transmisión, lo que supone un presupuesto muy violento, sobre todo porque lo que concierne a los niños varones va a tener siempre una entidad particularmente jerarquizada. Hay que hacer comprender a la masa docente que esto es muy violento. Para enfrentar esto, yo estoy imaginando algo catártico, que ocurre cuando las personas pensamos profundamente en nuestras propias ataduras, en los atajos que hemos dado para construir preconceptos, en vez de ilustrarnos. Y sobre todo para ir admitiendo algo que está ocurriendo notablemente, que es la transformación que ya traen las niñeces y las adolescencias, hay un corrimiento de los estereotipos, hay un corrimiento de las viejas convalidaciones. Esto está ocurriendo mucho en nuestro país y es maravilloso.

Voy a contar una anécdota de una docente que estaba ilustrando acerca de educación sexual integral en una localidad del sur de la Argentina. Y ella intentaba explicar que cada cuerpo tiene que ser respetado en sí mismo, que los cuerpos van diciendo cuestiones que tienen que ser respetadas por los otros, por las otras. Y un niñito de 8 años levantó la mano para decir: “Ya sé lo que estás queriendo decir, vos lo que querés decir es que mi cuerpo es como una hoja en blanco y yo hago lo que quiero”. Yo creo que ahí hay un resumen pedagógico extraordinario, no necesitamos ir a iluminarnos a otro planeta. Tenemos que “descortinar” el sentido común de lo cotidiano y parte de ello proviene de las maravillosas preguntas indiscretas que son producidas por las nuevas generaciones. Cuando los niños dicen «¿por qué tal cosa?», nos someten a una circunstancia de enorme trastabilleo. No digo que haya perfección en todos los sentidos del interrogante, pero digo que hay caminos en esas interrogantes, hay cauces.

La mente no está solo acá [en la cabeza], es un sistema mucho más complejo, hay sensibilidades, que es con las que debemos contar. La transformación de la masa docente no implica solo leer más y articular más, tiene que haber un estado de sensibilidad. La sensibilidad es una gran rectoría en el camino del conocimiento y de la aceptación de las nuevas concepciones.

-¿Qué relevancia tienen las políticas educativas en estos procesos?
-Lo que va a hacer el Estado es decisivo, no nos podemos engañar. Sabemos perfectamente que los órdenes de cambio de mayor dimensión finalmente están en las sociedades, pero es el propio Estado uno de los motores fundamentales de la era moderna, porque tiene una capacidad autorizante, de acción y sobre todo de responsabilidad en la conducción del aparato educativo. O sea, si hay política de Estado respaldatoria de todo lo que venimos diciendo, hay más del 50% ganado en esta perspectiva de transformación. Cuando el Estado dice que no se puede dar educación sin perspectiva de género, ha sembrado esta cuestión en lo interno de la currícula. El Estado tiene que tener ahí una potencia para llevar adelante su propuesta de transformación contra viento y marea, aún a sabiendas de todos los estropicios que se le van a imponer.

Hay ejemplos muy simples, que el Estado diga a través de una norma que los planes educativos y los programas deben ser revisados cada 5 años, que los programas educativos tienen que tener una completa adhesión al principio de igualación humana y de dignidad humana, que la escuela tiene que ofrecer formación específica acerca de alguna norma o legislación.

Aquí estamos hablando que el Estado es todo ese conjunto de elementos y la educación privada, quiera o no quiera, forma parte y tiene que estar obviamente bajo la articulación de un sentido primordial. Por supuesto que a la educación privada no le podemos originar idearios, pero una educación privada no podría ser no compatible, no se puede dar el lujo de decir que hay patología en la disidencia sexual. No lo podría decir.

-Argentina ha sido un referente en la legislación sobre la Educación Sexual Integral (ESI). Sin embargo, últimamente también se han levantado importantes dificultades para su avance. ¿Por qué ha ocurrido esto?
-Las mayores objeciones han venido desde luego de las de los grupos de población más conservadores, quienes hablan, por ejemplo, de la “ideología de género”. En su perspectiva, los grupos antiderechos piensan que estos son maleficios, unas maneras de denostar la ley y el significado que tiene la autonomía humana y la marcha por los derechos, como si fueran construcciones en algún sentido diabólicas, porque lo hemos escuchado. Pero hay que hacer pactos con las comunidades para la ESI y hay que establecer una relación dinámica con padres y madres, hay que envolver los núcleos familiares también en la ESI, hay que proponerles que miren bien, sobre todo que estamos frente a una mayor precocidad de las orientaciones que se salen de lo dimórfico, que se salen de la heterosexualidad normativa.

Tenemos criaturas muy pequeñas que ya presentan aspectos de disenso, que hay que saber atender con toda dignidad. Por eso hay que trabajar en cómo se advierten aspectos de disidencia de manera temprana y cómo la escuela debe tratar estas cuestiones con toda la dignidad y el sentido fundamental y empático que rinde la concepción básica de derecho, de respeto a derechos humanos fundamentales.

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