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Entre las canchas y las rejas

Entre las canchas y las rejas

Julio Salviat
Por : Julio Salviat Profesor de Redacción Periodística de la U. Andrés Bello y Premio Nacional de Periodismo deportivo.
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El nuevo tipo de dirigente que llegó al fútbol con las sociedades anónimas deportivas viene, desde hace tiempo, provocando más noticia en los tribunales que en las sedes de los clubes.


“¡Váyanse!”, exigía el periodista Marco Sotomayor, denunciando en un editorial de la revista digital elagora.net a los que calificaba como “depredadores del fútbol”.

Ha pasado casi un año, y algunos de los acusados están, y otros no. Pero nadie le ha puesto el cascabel a ese gato que sigue ronroneando feliz por las ganancias que les deja este deporte a empresarios que están ahí por el amor al dinero más que por los afectos por sus camisetas futboleras. La falta de controles que ya se hacía evidente en esa oportunidad sigue gozando de muy buena salud.

El problema es que los accionistas del fútbol no piensan tanto en sus equipos como en los negocios. Les resulta más fácil ver cómo incrementar el patrimonio personal que buscar ganancias para sus clubes.

La situación, en todo caso, no es nueva. Desde la segunda mitad del siglo pasado, cuando las entidades futbolísticas decían ser sin fines de lucro, se reclamaba permanentemente por el despilfarro de dirigentes que manejaban muy bien sus fábricas e industrias, y muy mal las finanzas de sus instituciones.

LAS CHISPAS DE JOSÉ
Con las sociedades anónimas deportivas llegó al fútbol un nuevo tipo de dirigentes. Personajes desconocidos en la actividad, pero muy bien considerados en el mundo de los negocios.

Varios de ellos, sin embargo, mostraron su verdadero rostro en situaciones que nunca antes fueron investigadas y que últimamente, tal vez por un tema de transparencia, han quedado al descubierto.

Nadie del fútbol se sobresaltó en demasía cuando José Yuraszeck asomó como presidente de Azul Azul, la sociedad que se quedó con el equipo de Universidad Chile, regido durante algunos años por la Corfuch.

Y deberían haber puesto atención: dirigiendo a Enersis, Yuraszeck protagonizó el mayor escándalo bursátil y político conocido hasta 1997: el Caso Chispas, calificado como el negocio del siglo. A través de la compra de acciones de Endesa España a Enersis, y “utilizando sus cargos en beneficio propio, infringiendo la transparencias del mercado de valores y ocultando información a los restantes directores y accionistas”, él y sus socios obtuvieron ganancias superiores a los 400 millones de dólares. Y la trampa les resultó muy barata: tuvieron que pagar sólo 75 millones de dólares en multas. Apenas la quinta parte.

Esos métodos fueron aplicados después al fútbol, tal vez sabiendo que también le saldría barato actuar contra las normas: pactó con jugadores de O’Higgins cuando estaban peleando el título con la U, levantó a algunos que estaban punto de fichar por otros clubes, conspiró contra Harold Mayne-Nicholls y ayudó a su defenestración, mintió al explicar su intervención en el camarín del árbitro después del suspensión de un clásico universitario… Y ni siquiera por esta última acción recibió algún castigo.

Para los seguidores de la U, su salida de la presidencia fue un alivio.

LAS CASCADAS DE VIAL
Leonidas Vial se transformó en socio mayoritario de Blanco y Negro, la sociedad que se quedó con Colo Colo después de la quiebra, y tampoco hubo mucha inquietud.

Vicepresidente de la Bolsa de Valores y codueño de la mayor empresa bursátil del país, parecía un aporte más que un desprestigio, a pesar de que ya había sido salpicado en el escándalo del Caso Chispas. Por entonces cumplía un doble rol: director de Enersis y socio de la corredora Larraín Vial. Y en esas funciones, “mientras él aprobaba la operación, su corredora estimaba que los activos valían 1.230 millones de dólares menos”, según consignó El Mostrador en su oportunidad.

La multa que le aplicaron al descubrirse el enredo fue de mil uefes. A plata de ahora, unos 24 millones 700 mil pesos.

La levedad del castigo lo llevó a reincidir. Después, no hace tanto, se le condenó a pagar 20,4 millones de dólares como multa por su participación en el Caso Cascadas. Poco, también, si se considera que la maniobra le reportó poco más de 72 millones de dólares. El pecado de Leonidas fue jugar “un papel instrumental en las operaciones bursátiles ideadas por Ponce Lerou” a través de dos de sus sociedades.

En estos días, cuando ya vendió buena parte de sus acciones en Blanco y Negro y con el caso Soquimich al rojo, el empresario-dirigente está afuera de la empresa de inversiones Larraín-Vial, a cuya presidencia y directorio renunció tras el bochorno, pero se mantiene impávido en Blanco y Negro.

Lo que nadie entiende es que un hombre tan rico se ensucie las manos por ganar un poco más. Con lo que le deja la Inmobiliaria FFV, dueña de Las Brisas de Chicureo y de 30 edificios en los valorizados barrios de El Golf y San Damián, Vial tiene asegurado el bienestar de hijos, nietos, bisniestos y tataranietos. Pero, igual que los viciosos del antiguo juego llamado Metrópolis, no se quedará tranquilo hasta que sea dueño de todas las casas, los hoteles, los barrios, las estaciones, los teatros, los hospitales y los estadios.

LOS GRANOS DEL “CHOCLO”
Otro dirigente que se hizo conocido por todo el país por asuntos extra futbolísticos es Carlos Alberto Délano, apodado el «Choclo», uno de los dueños de Penta y hasta noviembre de 2013 controlador de Azul Azul.

En su caso el demandante fue Impuestos Internos, y el asunto lo tiene en prisión preventiva junto con su socio, Carlos Lavín. La Fiscalía Oriente buscaba probar inicialmente que el grupo intentó disminuir la base imponible del impuesto a la renta de la sociedad Penta III, a través de boletas falsas que habrían emitido sus respectivas esposas. Pero surgieron otras aristas, políticas y tributarias, que agravaron el delito. El perjuicio fiscal se calculó inicialmente en 400 millones de pesos.

La maniobra, dicen los acusadores, no es nueva: algo similar habían realizado en ISE, Compañía de Seguros Generales, en la que Lavín era presidente y Délano director a fines de los ’80. Director en esa sociedad era -¡qué coincidencia!- Leonidas Vial.

Otros dirigentes connotados del fútbol actual han visitado tribunales por varias razones. Acusado de coimas para lograr la acreditación de la Universidad SEK, de la que es dueño, Jorge Segovia arrancó del país. Y, antes de eso, fue elegido presidente de la ANFP, cargo que no pudo asumir por vicios reglamentarios.

Nicolás Ibáñez, socio mayoritario de Wanderers y una de las personas más ricas de este país, fue acusado de violencia intrafamiliar por su ex esposa al momento de solicitar el divorcio.

El mismo cargo, según consta en comisarías de La Calera, enfrentó en su momento Sergio Jadue, quien asumió el cargo que Jorge Segovia dejó vacante.

Hay otros casos que no han llegado a tribunales y en los que no se ha comprobado delito, pero en los que es evidente el conflicto de intereses. El más notorio es el de Cristián Varela, ex dirigente de Colo Colo y que jugó a dos bandas en ese club (director con Eduardo Menichetti y con Peter Dragicevic); un obsecuente con el síndico durante la quiebra, que se integró sin problemas a Blanco y Negro y que ahora maneja a todo el fútbol a través de ChileFilms.

Es aquí donde se advierte el déficit ético: forma parte del directorio de la ANFP a cargo de la ya próxima Copa América, del Comité Organizador del Mundial Sub 17 de este año y del Comité de Finanzas de la Confederación Sudamericana. Esos cargos no tendrían nada de malo si no fuera porque desde esa posición puede influir decisivamente para que las ganancias de ChileFilms, su empresa, aumenten considerablemente.

Dirigentes pillines hubo siempre en el fútbol. Pero los de ahora son de vuelo más alto porque sus ambiciones son más grandes. Y la codicia puede romper el arco.

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