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“Salirse de Madre” de Andrea Matte: ¿Cuántas memorias hay en la memoria? CULTURA|OPINIÓN

“Salirse de Madre” de Andrea Matte: ¿Cuántas memorias hay en la memoria?

César Farah
Por : César Farah Dramaturgo, novelista y académico, es docente en la Universidad de Chile, Universidad Adolfo Ibáñez y Uniacc. Ha escrito las novelas La Ciudad Eterna (Planeta, 2020) El Gran Dios Salvaje (Planeta, 2009) y Trilogía Karaoke (Cuarto Propio, 2007), así como la trilogía dramatúrgica Piezas para ciudadanxs con vocación de huérfanxs (Voz Ajena, 2019), además, es autor de la obra El monstruo de la fortuna, estrenada en Madrid el año 2021, también ha escrito y dirigido las piezas dramáticas Alameda (2017, Teatro Mori), Medea (Sidarte 2015-2016, México 2016, Neuquén 2017), Vaca sagrada (2015, Teatro Diana), Tender (2014-2015, Ladrón de Bicicletas) y Cobras o pagas (2013-2014, Ladrón de Bicicletas).
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Andrea Matte, además, logra una novela que, me parece, es transversal en términos etarios. Si bien acontece en los años ochenta, la historia se puebla de sensaciones, relaciones y personajes que pueden interesar a jóvenes como a mayores, este es, quizá, uno de los mayores logros del texto, en la medida que, en efecto, la autora se construye a sí misma como una voz amplia, con alta capacidad de conectar con sus posibles lectores y lectoras, puesto que los temas son transversales: amor, familia, política ¿a quién que tenga un mínimo de sensibilidad pueden no interesar tales tópicos?


Existe la memoria histórica, que busca ser científica y objetiva (aunque nunca lo es del todo), la memoria familiar, donde múltiples voces dan cuenta de la intimidad de ese núcleo, la memoria personal, llena de lecturas y emociones del sujeto, la memoria colectiva, con un lado oficial y otro subjetivo y desigual. La memoria nunca es una sola y tiene múltiples lecturas, la memoria es heterogénea y compleja. Vale la pena tenerlo en cuenta.

Salirse de madre la primera obra de Andrea Matte, seguramente, pone de manifiesto esta idea. Si bien se trata de una novela y su carácter es ficcional, toda ella se ve cruzada por el ejercicio de mezclar la memoria y la invención. En la narración, los recuerdos juegan y se combinan, generando un relato audaz, inteligente y bien formulado. Los recuerdos aquí son una hibridación de ficción y memoria (como todo recuerdo, quizá y como todo trauma también), articulando un relato que atrapa, un relato de personajes queribles, un relato que estructura una historia en la que subyacen muchas historias, como si de una muñeca rusa de lenguaje se tratase.

La novela se desarrolla durante los años ochenta del siglo pasado; sin romantizar ni convertir en una suerte de paraíso inexistente esta década, por el contrario, manifiesta una realidad de sucesos que se organizan en lo estatal y lo privado, así como en la historia de una muchacha y su familia, hablando tanto en los acontecimientos públicos del momento como de la humanidad de la narradora, y sin nunca caer en el panfleto político o los discursos relamidos del melodrama, más bien, se diría que entrega un aire fresco a la visión de aquella época, por la frontalidad y realidad que logra Matte al mimar aquel escenario temporal.

Se trata, además, de un texto bien escrito, con una prosa veloz y bien ejecutada, pero no por ello superficial, al contrario, al leer con cuidado, es posible encontrar frases y reflexiones que quedan reverberando en quien lee, párrafos que permanecen con uno, aún cuando ya hemos cerrado el libro. La autora habita el lenguaje con propiedad, con fuerza, siendo eficiente a la hora de relatar, pues, del mismo modo que es sucinta, es también eficiente, un rasgo poco común y que a momentos recuerda a Baricco.
La lectura, así, se transforma en una experiencia, en un rememorar desde la ficción y encontrarnos con emociones, con tiempos, con un tono de época, al mismo tiempo que con una historia humana profunda; es la clase de texto que nos permite, verdaderamente, recordar, es decir “volver al corazón” como dice la etimología de la palabra.

Andrea Matte, además, logra una novela que, me parece, es transversal en términos etarios. Si bien acontece en los años ochenta, la historia se puebla de sensaciones, relaciones y personajes que pueden interesar a jóvenes como a mayores, este es, quizá, uno de los mayores logros del texto, en la medida que, en efecto, la autora se construye a sí misma como una voz amplia, con alta capacidad de conectar con sus posibles lectores y lectoras, puesto que los temas son transversales: amor, familia, política ¿a quién que tenga un mínimo de sensibilidad pueden no interesar tales tópicos?

El texto es un llamado a hacer memoria, personal y colectiva, un relato muy bien escrito y en la que no se nota en absoluto que se trate de una primera novela. Es un libro que, quizá, hoy día más que nunca, es necesario.

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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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