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La caída de Fontaine y el clima de trinchera que se impone en la derecha Trastienda de la jugada que botó al príncipe de la elite

La caída de Fontaine y el clima de trinchera que se impone en la derecha

Tuvo plena autonomía siempre. Pudo criticar al Presidente Piñera, invitar a Camila Vallejo al CEP mientras 100 mil estudiantes protestaban en las calles, disparar en contra del lucro. Hasta que se instaló un nuevo clima de polarización en el que la derecha se prepara para defender sus posiciones. Los empresarios se sienten amenazados y la apertura política y valórica de Fontaine ya no suma. La decisión de pedirle la renuncia estaba tomada antes de su entrevista del viernes pasado.


La decisión ya estaba tomada. Aunque para Arturo Fontaine Talavera fue «inesperado» como dijo en el comunicado de prensa que le pidieran la renuncia el viernes pasado, la idea venía masticándose desde hacía un tiempo y ese día 10 de mayo el consejo directivo del CEP se la comunicó.

Apodado alguna vez como el “príncipe de la elite”, el filósofo de la UC, con dos maestrías en Estados Unidos que ingresó al CEP como traductor en 1981 y se convirtió en su director en 1983, pagó con su cargo su actitud hacia Harald Beyer y sus opiniones sobre la educación universitaria.

Se lo consideró poco leal con el investigador que trabajó toda su vida en el centro de pensamiento más influyente del país y a quien Eliodoro Matte, su presidente, principal financista y el hombre que lleva las riendas, estimaba mucho.

Fontaine no sólo no firmó la carta de apoyo hacia el entonces ministro de Educación acusado constitucionalmente, sino que la única vez que concurrió al Congreso fue para criticar el proyecto de Superintendencia de Educación que impulsaba Beyer diciendo que era una forma de legalizar el lucro encubierto en las universidades privadas. Y es que mientras 100 mil estudiantes protestaban en las calles en 2011, el director del CEP invitó a dos de sus rostros emblemáticos, Camila Vallejo y Francisco Figueroa, a debatir en la entidad.

La relación entre ambos se quebró. “Beyer no iba a volver al CEP si estaba Arturo, no lo iba a perdonar ni a estar bajo sus órdenes”, sostiene una fuente conocedora de los hechos. La misma que asegura que la entrevista a la revista Qué Pasa, publicada el pasado viernes, cuando se le informó su despido, no fue la causal si bien provocó la molestia profunda de muchos empresarios y del gobierno. “Esto venía conversándose, Matte no es un hombre impulsivo y quería como a un hijo a Fontaine”, agrega esta fuente.

Sus dichos sobre el “aterrizaje excelente” desde el punto de vista político de Michelle Bachelet, el proyecto de la Superintendencia de Educación que, según afirmó, “sólo legalizará el lucro encubierto” y haber asegurado que Pablo Longueira le gana a Andrés Allamand (en cuyo comando trabaja su hermano Juan Andrés) pusieron ají en los ojos de los hombres de negocios que leyeron sus palabras.

“Arturo fue llevando la agenda del CEP a un terreno propio. El CEP, a juicio de sus consejeros, ha perdido relevancia en los temas que les importan, los estudios no influyen”, sostiene un abogado cercano a los Matte. Durante los cuatro gobiernos de la Concertación el centro de pensamiento alcanzó un gran prestigio académico. Se lanzaron estudios sobre educación, medio ambiente, reforma de la administración pública, financiamiento de la política, política social, políticas urbanas para Santiago, pueblos originarios y regulación en el área de telecomunicaciones.

[cita]En ese escenario la apertura política y valórica de Fontaine no suma. “El ambiente está polarizado. Se necesita a alguien que defienda, no que critique. Además, qué empresario va a querer hacer aportes a un centro de pensamiento que le pega a los dueños de universidades, que alaba a Bachelet. Es contradictorio”, agrega una fuente conocedora de los Matte.[/cita]

El nuevo ánimo de trinchera

Fontaine gozó siempre de autonomía. Pudo decir que el Presidente Sebastián Piñera no tiene corazón, mostrar su simpatía por Ricardo Lagos como candidato y escribir columnas para Ciper Chile disparando contra los dueños de universidades privadas. “El lucro importa, y mucho. Entre hacer un laboratorio de física o hacerse una casa en el lago, ¿qué escogerá nuestro empresario, dueño de universidad?”, se preguntaba con ironía. Y más allá de las quejas que pudieran recibir sus mandamases y consejeros, el asunto no pasaba a mayores.

Pero el ánimo cambió. El mismo Fontaine lo describió en Qué Pasa: “Este ambiente crispado me recuerda al de fines de los 80 cuando un sector de la elite, tanto en la izquierda como en la derecha, creía imposible algo así como un pacto nacional”.

Otra temperatura y otro clima que muestran una nueva predisposición. “El ánimo de la derecha hoy es atrincherarse, los empresarios se sienten amenazados y quieren a un hombre más jugado por sus ideas”, sostiene un analista.

En ese escenario la apertura política y valórica de Fontaine no suma. “El ambiente está polarizado. Se necesita a alguien que defienda, no que critique. Además, qué empresario va a querer hacer aportes a un centro de pensamiento que le pega a los dueños de universidades, que alaba a Bachelet. Es contradictorio”, agrega.

Según su página web el CEP procura mantener un presupuesto lo más diversificado posible. Durante 2011, 79 personas jurídicas chilenas realizaron donaciones a la entidad. La mayor suma de aportes de un mismo grupo económico correspondió a un 10,1 % del presupuesto y el mayor monto de donaciones de una persona jurídica correspondió a un 6,5 % mientras que la menor a un 0,2 % sostiene la publicación.

Los apoyos al interior del CEP

Dicen que dentro del consejo directivo, integrado por ocho miembros, incluido Fontaine, había dos que eran amigos o muy cercanos al renunciado director.

Uno es el socio de Asset Chile y columnista de El Mercurio, David Gallagher, con quien compartió su simpatía y admiración pública por Ricardo Lagos como candidato, y Enrique Barros, abogado defensor de Harald Beyer en la acusación constitucional, quien no participó en la reunión del consejo, pues se encuentra de vacaciones en la campiña inglesa. Al ser consultado telefónicamente por este medio mostró su sorpresa por la noticia de la salida de Fontaine y dijo estar absolutamente desconectado.

Tampoco asistió el empresario Juan Obach, quien está fuera de Chile por negocios y que integró el consejo superior de la Universidad Finis Terrae junto a Eliodoro Matte durante el conflicto de poder entre los Legionarios de Cristo y el grupo fundador.

Entre los nombres que circulan para llenar su vacante se menciona a Leonidas Montes, director de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, y Harald Beyer, quien partió ayer a Estados Unidos por un breve período sabático.

Ninguno de los dos, según la información recogida por este medio, ha sido contactado por el CEP para reemplazar a Fontaine aún.

Beyer cuenta con la simpatía y la admiración de quienes ven en él a un hombre que sufrió la embestida del peso de la calle, pero hay quienes opinan que frente a un gobierno de la Concertación un ministro acusado constitucionalmente con los votos de esa coalición no sería un buen precedente.

Arturo Fontaine es un personaje raro en su especie. Un hombre con dos almas: académico con su corazón en la izquierda, instalado en medio de la derecha más tradicional. Un director que transformó al CEP en el lugar de encuentro de todas las elites. Al que fueron Ricardo Lagos y Michelle Bachelet a presentarse ante los empresarios. Un intelectual culto, encantador, de los que escasean en la derecha y abundan en la izquierda.

Y que, al igual que a su padre, Arturo Fontaine Aldunate, le pidieron la renuncia de forma abrupta. “Malos días”. se tituló la editorial que criticaba los asesinatos y el manejo económico del régimen de Pinochet que le costó la salida de El Mercurio al que fuera director de “el decano” entre 1978-1982 y que había entrado a trabajar en el diario de Agustín Edwards en 1963.

Malos días vive su hijo mayor.

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