Publicidad
Moisés Naím y la crisis de las élites: “Los líderes han perdido la capacidad de encantar» Afirma que “el superciclo del superpopulismo se acabó” en la región

Moisés Naím y la crisis de las élites: “Los líderes han perdido la capacidad de encantar»

Iván Weissman S
Por : Iván Weissman S Editor El Mostrador Semanal
Ver Más

El analista internacional y autor de “El Fin del Poder” dice que estamos viviendo un fenómeno mundial para el cual no hay respuestas y las élites han fracasado en generarlas. Ejemplo de eso es el triunfo de Brexit y la popularidad de Donald Trump, en EE.UU., y Podemos, en España. Sobre Chile, sostiene que es normal que las reformas del Gobierno de Bachelet generaran crispación, pero advierte que hay que tener mucho cuidado con el catastrofismo. El que fuera director durante 14 años de la influyente revista Foreign Policy, acaba de publicar un nuevo libro, en el que compila una serie de 111 de sus columnas, a través de las cuales quiere contribuir a entender “este fascinante mundo globalizado en que vivimos”.


Moisés Naím cree que es necesario repensar el mundo y es por eso que le dio ese nombre a su último libro, en el que compila una serie de 111 columnas, a través de las cuales dice que quiere contribuir a entender “este fascinante mundo globalizado en que vivimos”.

Hace tres años escribió El fin del poder, libro que lo catapultó a la lista de los pensadores y analistas más influyentes del mundo. Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, lo puso en su “club de lectura” e invitó a sus 31 millones de amigos a que lo leyeran.

En dicho libro dijo que el poder ya no es lo que era y que el mundo estaba cambiando de uno organizado verticalmente a uno en que prima la horizontalidad.

En una entrevista telefónica con este medio desde sus oficinas en Washington DC, el columnista y director durante 14 años de la influyente revista Foreign Policy , señala que estamos viviendo una crisis de las élites: “Los líderes han perdido la capacidad de encantar”.

Sobre Chile, sostiene que es normal que las reformas del Gobierno de Bachelet generaran crispación, pero advierte que hay que tener mucho cuidado con el catastrofismo. Y sobre lo que está pasando en la región, Naím afirma que es un reflejo de que “el superciclo del superpopulismo se acabó”.

Afirma que estamos viviendo un fenómeno mundial para el cual no hay respuestas y las élites han fracasado en generarlas. Ejemplo de eso es el triunfo del Brexit, la popularidad de Donald Trump, en EE.UU., y Podemos, en España.

“Hay un establishment que se siente seguro y que, de pronto, le salen competidores de lugares inusitados con planteamientos que están fuera de la norma, del debate político, con propuestas que nadie se había atrevido a atender a fondo y que atenta contra los poderes fácticos vigentes”, explica.

-¿Es esta una crisis de las elites? Frente a aquellos que se han sentido postergados por la globalización y que han dado espacio a que salgan movimientos populistas.
-Sí, con matices. La primera respuesta es que sí, yo creo que estamos viendo un fenómeno mundial para el cual no hay respuesta y los líderes no están pudiendo generarlas, porque para poder expresar lo que estos gobiernos quieren hay que tener más poder de lo que estos gobiernos tienen. Te hago notar, por ejemplo, el hecho de la crisis de Siria con ISIS. Todo el mundo dice que hay que enfrentarlo, pero no hay ideas concretas. Esa crisis genera la crisis de los inmigrantes en Europa, avalanchas de gente que, a su vez, dio las condiciones del Brexit o contribuye a socavar el proyecto europeo.

¿Y qué tienen en común todas esas cosas? Que no hay nadie que tenga el poder suficiente para llevar  a cabo una iniciativa. Lo que han hecho los micropoderes es que tienen suficiente poder para bloquear, para vetar, para posponer, para diluir decisiones, pero ninguno tiene el poder suficiente para imponer una agenda.

Y eso también lo ves en el sector privado, en las instituciones, a nivel de política nacional y a nivel de política internacional. Lo ves en el deporte y también en la cultura, la religión y los sindicatos. Así como los grupos terroristas y los carteles traficantes, donde haya actividad humana donde el poder importe, van viéndose esos patrones recurrentemente.

-¿Ha perdido el poder la capacidad de encantar, de seducir?
-Tienes razón, pero quiero agregar que no hay tal cosa como el poder tradicional. El poder siempre ha significado que una persona o institución haga o deje de hacer algo ahora o en el futuro. Lo que ha cambiado son las fuentes del poder, de dónde sale esa capacidad. Entonces, eso es a lo que te refieres cuando hablas del poder clásico, de quien golpea la mesa y las cosas se hacen así porque yo lo digo, y eso hoy ya no funciona.

Eso es una realidad, y el poder de encantar, de seducir y de persuadir también tiene enormes limitaciones y tampoco puede ser el único poder.

Esto se ha hecho más difícil con las redes sociales, con la fragmentación de la información, con la velocidad, con el escrutinio detallado de todas las decisiones.

-El cambio de poder también se refleja en el cambio de las tecnologías. Tú hablabas del impacto de las energías renovables como un cambio político, pero también la revolución digital. Señalabas que todas las grandes industrias han tenido grandes cambios, pero que la única que no los ha tenido es la política. 
-El mundo está rodeado de innovaciones disruptivas, el número de cuerpos celestes que conocemos hoy en día es mayor al que conocíamos hace 20 años. La biofísica, la genética, las ciencias materiales… todo está cambiando, estamos inmersos en un mundo de innovación, todos menos la política y, sobre todo, en la manera de gobernar: cómo elegimos a nuestros gobernantes, cómo los evaluamos, cómo los sacamos. Eso es el mensaje central del libro.

Sin embargo, en mis dos últimos libros yo insisto mucho en que hay que tener cuidado en decir que todo esto está ocurriendo por la revolución digital. Dedico varios capítulos en indicar por qué Internet no es la causa final de todas estas mutaciones de poder que estamos viendo en el mundo. Internet es el instrumento, el instrumento requiere un usuario y esos usuarios tienen motivaciones o agendas. Lo que hay que entender es por qué los usuarios están utilizando estas tecnologías. En el libro explico que esto tiene que ver con el «tren de revolución».

Ahora, esto no quiere decir que yo no crea que las tecnologías están cambiando el mundo. En el libro Repensando el mundo yo creo que fui de los primeros en alertar a los lectores que estaban ocurriendo cambios profundos en el mapa de la energía. También escribía que Brasil era una crisis a punto de estallar, que Brasil no era sostenible, en momentos en que todos estaban celebrando a Brasil y a Lula y a Dilma como los grandes líderes, pero era una burbuja que estallaría.

Lo mismo con China, vas a ver columnas donde yo pronostiqué lo que estaba pasando con China.

-Siguiendo en nuestra región, dijiste que la gente ya no está dispuesta a aceptar corrupción, ya no está dispuesta a aceptar los niveles de desigualdad que han existido, ¿cómo ves lo que está pasando en la región?
-Ya pasó el superciclo de los commodities y el superciclo del dinero disponible, y esos dos superciclos nutrieron en América Latina el superciclo del «superpopulismo».

El populismo siempre ha existido en América Latina y siempre lo habrá. Lo que pasó en la primera década del siglo XXI es que el populismo normal fue un «superpopulismo», un populismo recargado de dinero gracias a los altos precios internacionales de las materias primas. Además de las bajas tasas de interés, hizo que estos gobiernos tuvieran acceso a sueldos que les permitieron ser superpopulistas. Entonces eso se acabó, esas tres cosas se acabaron, entonces en la región estás entrando de lo uno a lo otro.

El punto está en que es muy equivocado pensar que la población de América Latina ha tenido un cambio ideológico, que repudian el populismo, o los subsidios… nada de eso es verdad. Lo único que repudian son los gobiernos que ya no les dan el bienestar material que antes les daban y están buscando otras soluciones.

Lo cual me lleva a decir que todos estos nuevos presidentes van a tener que tomar decisiones impopulares para corregir los desajustes, terriblemente distorsionados por malas políticas económicas insostenibles, como lo de Argentina, Brasil y Venezuela. Entonces, por un lado, van a tener que tomar políticas impopulares y, por otro lado, tanto PPK como Macri van a tener que operar con un Congreso de oposición, lo cual los va a obligar a tomar medidas que muchos llamarían populistas.

-En cuanto a Chile, tú has escrito que el proceso de los últimos 25 años fue exitoso, pero se ha llegado a un pequeño consenso de que la derecha no acepta que el modelo se agotó y que hay que hacerle cambios, y el problema de la centroizquierda es que no aceptan que el modelo fue muy exitoso. ¿Cómo ves tú desde fuera lo que está pasando acá en el contexto de que a Bachelet le queda un año de Gobierno, y que el grueso de las reformas ya está hecho y solo faltan detalles?
-Primero, es imposible para un país tener un cambio de leyes, las reformas, y que no haya una crispación muy aguda, que no haya confrontación política muy fuerte. En ningún país vas a encontrar una reforma al sistema educativo que no las genere también. Lo mismo con las reformas al sistema laboral, con las leyes y reglamentos que condicionan y rigen el trabajo. Los tres son temas altísimamente sensibles, sumando los impuestos, el gasto público.

Entonces, es imposible pensar que un Gobierno podría avanzar todas estas reformas sin que se generara una gran confrontación política en el país. Si, además de eso, a esto le añades que ocurre en momentos en que la situación económica está empeorando, se están sintiendo las consecuencias.

Y si a eso le añades que el diseño de las políticas que hizo la Presidenta Bachelet fue defectuoso y hubo errores en el diseño de estas políticas, errores en el manejo político, en la estrategia de cómo debieron buscar su aprobación en la creación de alianzas. Hubo una serie de errores.

Pero la realidad es que la Presidenta Bachelet fue elegida sobre la base de esas promesas electorales, ella nunca ocultó que al ser elegida iba a hacer una reforma fiscal, eso fue un planteamiento explícito de su campaña electoral, también dijo que iba a hacer reformas educativas y reformas laborales. Ella fue muy explícita y llegó a la Presidencia y comenzó a hacerlas.

Entonces, lo que quiero decir es que es totalmente normal –o sería un país muy inusual– si es que se tocan tantos medios de la economía y no se produzca la confrontación política que hay en Chile. Sin embargo, Chile está en mejores condiciones que parte del vecindario. La economía, por cierto, está debilitada, pero es una economía más fuerte. Su institucionalidad y su democracia son más fuertes que muchos países en el resto de la región, entonces hay que tener mucho cuidado con el catastrofismo.

-Sientes que tu columna «Obama, el fracasado» todavía representa lo que está pasando en Washington?
-Eso lo decía irónicamente porque eso es lo que decían muchos. Yo creo que, históricamente, Obama pasará a ser visto como un presidente que enfrentó condiciones inusitadamente difíciles y que hizo muchísimo. Obama heredó dos guerras que su país estaba perdiendo, heredó una economía postrada, donde uno discutía si tenía que sacar el dinero de su banco que podía quebrar, con las más grandes empresas del país quebrando, como General Motors o la aseguradora AIG, él heredó una situación realmente catastrófica en todos los frentes, en el frente diplomático, en el frente militar, en el frente financiero, en el frente político.

-¿Crees que ha habido un cambio de la imagen de Obama respecto a como lo describes?
-La respuesta es sí, si googleas los índices de popularidad de Obama… él dijo el otro día, y yo estoy de acuerdo, que si en EE.UU. fuese legal lanzarse como candidato para un tercer periodo, él arrasaría en estas elecciones. Y todas las encuestas demuestran que así es.

-Respecto al futuro, del que uno entiende que eres positivo, ¿cuál te gustaría que fuese la conclusión que la gente sacara de tu libro?
-Primero es la curiosidad, ojalá que a raíz de leer el libro se despierte más curiosidad por entender este fascinante mundo interconectado o globalizado en que vivimos. La globalización se ha transformado en una mala palabra, en una amenaza por pérdida de empleo, salarios, la desestabilización de los países, pero realmente la globalización es también una fuente de oportunidades, de crecimiento, de posibilidades, de libertad. Y ojalá que las columnas ilustren que esto se puede ver de una manera divertida o interesante, y que no tiene por qué ser algo fastidioso, académico y pomposo, sino que en un lenguaje sencillo y accesible a todos y que se puede penetrar en los grandes dilemas que enfrenta la humanidad, y el libro lo que pretende es mostrar eso y lo divertido que es ver el mundo como un observador global.

Publicidad

Tendencias