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Opinión: La minería y el agua de los glaciares rocosos


En un artículo publicado el 18 de noviembre e intitulado “Greenpeace revela en Chile la zona con mayor destrucción de glaciares en el mundo”, El Mostrador relata el sobrevuelo realizado por Greenpeace en las zonas de la Cordillera ocupadas por los yacimientos mineros de Andina (Codelco) y Los Bronces (Anglo American). El artículo subraya que en dicha zona se ha realizado por parte de la minería la “mayor destrucción de glaciares rocosos en el mundo”, “un daño equivalente a 23 millones de metros cúbicos”. También, el artículo cita el académico de la Universidad de Chile Francisco Ferrando, quien insiste sobre el aporte significativo de los glaciares rocosos a los ríos de las cuencas. 

Los impactos ambientales incluyendo la remodelación o destrucción de las formas de la tierra en la Cordillera de los Andes por parte de la Gran Minería son indiscutibles. Sin embargo, el artículo del Mostrador trae confusiones y exageraciones sobre los glaciares rocosos que han sido recurrentes en los medias estos últimos años (por ejemplo, entre otros: El Mercurio, “El agua es oro”, Carta al director, 26 de diciembre de 2013; Greenpeace, Por qué necesitamos una ley de protección de glaciares, Greenpeace en Chile, 2014). 

Como sus predecesores, el artículo del Mostrador no diferencia bien glaciares y glaciares rocosos. Hay que reconocer que la semiótica de la expresión “glaciares rocosos” no nos ayuda, pues contiene precisamente el término “glaciar”. No obstante, los glaciares rocosos no constituyen un tipo de glaciar (aunque pueden eventualmente derivar de antiguos glaciares). Son formas de la tierra perteneciendo al mundo periglaciar, es decir un mundo de formas y dinámicas de superficie regidas por la acción del frío y en particular de la congelación en los suelos. El ahora famoso “permafrost” (suelo congelado en permanencia), que amenaza a través de su degradación de soltar grandes cantidades de hidratos de metano en regiones árcticas, hace parte del mundo periglaciar. Los glaciares rocosos, con sus formas de amplias lenguas rocosas viscosas bien reconocibles, son indicadores del permafrost de montaña. 

Los glaciares rocosos constituyen reservas permanentes de agua sólida, pero el hielo que contienen en su interior debajo de una capa de detritos secos de varios metros de espesor está la mayor parte del tiempo invisible. La investigación directa, con perforación, del interior de los glaciares rocosos constituye una operación costosa, difícil de alcance para proyectos públicos de investigación. Además, el contenido de hielo puede variar entre 10 y 100%, que sea de un glaciar rocoso a otro o a dentro del mismo glaciar rocoso. Por lo tanto, las estimaciones de volúmenes de agua contenidos en glaciares rocosos, como la que cita el artículo del Mostrador, tienen siempre un margen de incertidumbre. 

Do todo modo, la cuestión central es la cuestión del aporte de agua de los glaciares rocosos a los ríos a la escala de una cuenca. Esta cuestión ha sido destacada en varias publicaciones en revistas especializadas para reforzar el interés de estudiar los glaciares rocosos, y también ha constituido el nuevo caballo de batalla de organizaciones ambientalistas en sus discursos de oposición a la Gran Minería.

Es importante restablecer la verdad: no se sabe casi nada sobre la contribución cuantitativa de los glaciares rocosos al caudal de los ríos a la escala de una cuenca completa, especialmente en comparación de la contribución de los glaciares y de la nieve estacional. Los estudios que se han interesado a la hidrología de los glaciares rocosos lo han hecho a la escala de casos individuales, para mostrar que los flujos saliendo de los glaciares rocosos corresponden esencialmente a aguas de derretimiento de nieves/glaciares transitando por el glaciar rocoso (mucho más que a aguas de derretimiento del hielo interno del glaciar rocoso).

Por su estructura particular con una capa superficial plurimétrica desacoplando el hielo de la atmósfera, los glaciares rocosos no funcionan como los glaciares: no reaccionan rápidamente a las variaciones climáticas y no tienen de ciclo con un periodo invernal de acumulación y un periodo veraniego de deshielo. De hecho, generalmente los glaciares rocosos de los Andes secos no presentan de vertiente de agua en su parte terminal, lo que aparece bastante lógico: si están congelados en permanencia como lo quiere su definición, no deben liberar agua.

Es cuando se degradan en respuesta al calentamiento del clima que empiezan realmente a liberar agua. En áreas sin glaciares y con densidad alta de glaciares rocosos en degradación, y en contexto de sequía severa, su contribución hidrológica podría volverse significativa. Pero faltan estudios avanzados para confirmar esta hipótesis. 

Durante los últimos años, los glaciares rocosos, frecuentemente asimilados, sin razón, a los glaciares (“de verdad”), han entrado en la luz de los medias. Las organizaciones ambientalistas los han utilizado como motivo e inspiración para renovar sus discursos de oposición a la Gran Minería.

Sin embargo, el rol hidrológico de los glaciares rocosos en cuencas afectadas por operaciones mineras queda probablemente de menor importancia en comparación con otros problemas medio-ambientales y sociales generados por la minería como la destrucción del paisaje, los conflictos de uso del agua inducidos por la profunda desigualdad del sistema chileno de manejo de recursos hídricos, o la consolidación de divisiones sociales en un ámbito de codicia generalizada y de empobrecimiento cultural. 

Sébastien Monnier
Profesor asociado en Geografía Física en la Universidad Católica de Valparaíso

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