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En las calles de Jerusalén se revive con fervor las últimas horas de Jesús

Portando cruces de madera o entonando cánticos, los fieles recorrieron las catorce etapas que marcan el sufrimiento de Cristo con la cruz a cuestas tras su condena a muerte por el procurador romano Poncio Pilatos.


Una multitud de cristianos locales y peregrinos llegados de todos los rincones del mundo revivieron este Viernes Santo en la Ciudad Vieja de Jerusalén el agónico camino de Jesús hacia su crucifixión.



Portando cruces de madera o entonando cánticos, los fieles recorrieron las catorce etapas que marcan el sufrimiento de Cristo con la cruz a cuestas tras su condena a muerte por el procurador romano Poncio Pilatos.



Encabezaban la procesión el Patriarca Latino de Jerusalén, Michel Sabah, -quien dejará su puesto al acabar la Pascua- y frailes franciscanos, que custodian los Santos Lugares desde que en el siglo XIII San Francisco visitó la región.



Detrás, miles de filipinos, franceses, españoles, estadounidenses, argentinos e ivorenses inundaban las estrechas callejuelas de la ciudadela amurallada, situada en la parte árabe de Jerusalén y ocupada por Israel desde 1967.



Un crisol de lenguas y nacionalidades avanzaba lentamente a lo largo de los dos kilómetros que separan el pretorio -donde se alojó Pilatos- y el Santo Sepulcro, que integra las seis últimas estaciones del Vía Crucis.



A esta basílica acudían desde primera hora numerosos fieles para postrarse y besar la piedra en la que -según los Evangelios- permaneció durante tres días el cuerpo sin vida de Jesús de Nazaret hasta su resurrección.



«Vine aquí a conocer de primera mano con los ojos y los oídos todo lo que sucedió aquí hace 2.000 años», señalaba el español Manuel Decendro, «seguro» de que su primera visita a Tierra Santa «no será la última».



Este canciller de la orden del Santo Sepulcro reconoce que esta peregrinación «marca un antes y un después» en su vida. «No podré volver a leer los Evangelios de la misma forma», subraya.



Numerosos peregrinos compartían esa sensación de vivir algo extraordinario e inexplicable.



La argentina Paula, por ejemplo, no duda en afirmar que es lo más «bonito» y «maravilloso» que ha visto, mientras que Julio, de Gijón (norte de España), está cumpliendo un «sueño» y viviendo «una experiencia inolvidable».



Por su parte, Linda López, una colombiana de 21 años de edad que reside en Israel, está feliz de poder «compartir la religión con todas las personas del mundo» frente al Santo Sepulcro, situado en la colina llamada Gólgota, donde Jesús fue crucificado.



Muchos de estos peregrinos visitaban Tierra Santa por primera vez, en línea con el aumento del turismo religioso que ha experimentado la ciudad en paralelo al descenso del número de atentados.



Las fuerzas de seguridad israelíes vigilaban intensamente el hormigueo de devotos, entre los que se cuentan numerosos miembros de la minoría cristiana palestina.



Faltaban, sin embargo, muchos creyentes de Gaza y Cisjordania, pues las autoridades militares israelíes cierran cada año los territorios palestinos con motivo de la festividad de Purim, una especie de carnaval judío que también se celebra estos días.



Además de la decreciente comunidad árabe cristiana, las calles de la Ciudad Vieja se llenaron de israelíes de origen ruso -que emigraron por tener familia judía pero en realidad siguen el Nuevo Testamento- y de trabajadores de países mayoritariamente cristianos, como Rumanía o Filipinas.



Todos ellos recuerdan con su presencia en esta Semana Santa que Jerusalén no es sólo judía y musulmana.



EFE

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