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Occupy L.A. bajo amenaza: el futuro de los indignados

El campamento del autoproclamado movimiento del «99 por ciento» en Los Ángeles ha recibido orden de desalojo, aunque la policía no ha forzado la salida de los manifestantes de la plaza. ¿Hacia dónde irá la protesta?


«Somos y seremos ocupantes», corearon los manifestantes de Occupy LA, los «indignados» de Los Ángeles que se resisten al desalojo.

Alineada con Occupy Wall Street, la versión angelina de la protesta es la más grande en pie en la costa oeste, levantando bandera contra lo que denuncian como la inequidad económica, el desempleo y los excesos del modelo capitalista y el sistema financiero estadounidense.

Este lunes venció el ultimátum que habían dado las autoridades municipales para vaciar el predio que ocupan frente a la alcaldía.

El jefe de gobierno ciudadano, Antonio Villaraigosa, determinó que el campamento debía ser erradicado a la hora cero y las autoridades policiales procedieron a cercarlo durante la noche.

«Hubo operativos en la madrugada, nos hicieron salir de las calles que circundan la alcaldía y concentrarnos en el parque pero no hubo el avance que esperábamos, ni gas pimienta ni ataques ni amenazas», señaló a BBC Mundo Mario Rivera, un hispano que se sumó desde la primera hora a la convocatoria de «somos el 99 por ciento».

El desalojo anunciado no se concretó y el campamento quedó en tensa espera, con la sensación de que la rutina de prédicas políticas, reparto de «abrazos gratuitos» (según ofrecen los carteles), cantos con guitarra y comida comunitaria podía verse inminentemente interrumpida.

Un inusual operativo policial recorrió los pasillos del campamento pasado el mediodía: la patrulla llegó acompañada de una cuadrilla de obreros que recogió tablones de madera, caños y otros objetos.

Según informó a BBC Mundo su responsable, el oficial Tafoya, la misión era la «remover la basura, nada más».

Los habitantes de Occupy LA señalaron que nunca se había registrado un operativo de este tipo en los 59 días que lleva la protesta.

«Es un procedimiento para intimidarnos. Si nosotros tenemos nuestras cuadrillas de limpieza, ¿quién se cree que vinieron a limpiar? El plazo que nos dieron no se cumplió porque saben que si avanzan va a haber choques. No nos van correr así como así», opinó el manifestante Michael Oren ante BBC Mundo.

Otros rumbos

Para algunos, sin embargo, la supuesta intimidación resultó suficiente: decidieron irse ahora que el campamento es considerado ilegal por las autoridades.

Por primera vez en semanas, en la plaza había espacios vacíos y pilas de objetos personales –zapatos, utensilios de cocina, ropas- dejados atrás por quienes acataron la orden.

«No es que tengamos miedo ni sentimos que sea una derrota, pero era inevitable que se llegara a este punto. Podemos seguir buscando maneras de ayudar pero ya no más con los campamentos», dijo a BBC Mundo Suzette (pidió reserva de su apellido), mientras cargaba sus pertenencias en un carrito de supermercado.

Los dirigentes del movimiento estiman que este lunes hubo 35% menos ocupantes que durante el fin de semana, aunque muchos podrían regresar si el desalojo forzado queda sin efecto.

Algunos sugirieron que las embarazadas y los de salud débil se retiraran antes de una posible incursión policial, después de que en el operativo de madrugada se arrestara a cuatro manifestantes.

En tanto, la Liga Nacional de Abogados (NLG, por sus siglas en inglés) presentó una demanda ante una corte federal para detener la inminente evacuación.

«El alcalde no tiene autoridad suficiente para emitir unilateralmente una orden de desalojo», expresó James Lafferty, abogado de NLG, en una conferencia de prensa a la salida de los tribunales.

Según la NLG, el municipio estaría violando la primera y decimocuarta enmiendas constitucionales -referidas a la libertad de expresión y la restricción de derechos sin justa causa- y la gestión de Villaraigosa habría cometido una «acción arbitraria y caprichosa» por aprobar primero la estadía de los manifestantes en la plaza y luego revocarles súbitamente el permiso.

¿Y después?

Según indicaron fuentes oficiales, las fuerzas del orden que patrullan las inmediaciones del parque están en estado de «alerta táctica».

El jefe del Departamento de Policía (LAPD), Charles Beck, reveló que la remoción por medio de la fuerza pública se hará cuando considere que es «el tiempo correcto» y no descartó que se produzcan más detenciones.

Ante el desalojo que no fue, muchos se preguntan cuál será del destino de Occupy LA.

Los más radicales anticipan que seguirán tomando para sí otros espacios públicos en distintos rincones de la ciudad.

«Tenemos elegidas como otras 90 localidades para movernos si nos sacan de aquí. El movimiento ya lo pusimos sobre ruedas y no se va a parar hasta que haya justicia social», aseguró a BBC Mundo José Federico Muñoz, «guatemalteco y maya», representante de Naciones Soberanas de los Pueblos Indígenas.

Ante la mirada de algunos analistas, el grupo presenta fortalezas que podrían garantizar su supervivencia, como la de no contar con un líder único y tener múltiples líneas de protesta.

«Una cuestión se relaciona con la otra: al no tener un líder, no tenemos una única agenda. Tenemos una lista de reclamos, pero estos incluyen desde los pedidos de los aborígenes a los de los indocumentados», confirmó Laser Kaas, uno de los voceros espontáneos que han surgido durante estos dos meses de ocupación.

También su carácter pacífico podría hacerlo tolerable ante los ojos de aquellos contra quienes protestan, dicen los expertos.

«El movimiento ha hecho un voto expreso de no violencia que es la médula espinal para cualquier cambio social en Estados Unidos. Y han logrado apoyos y consensos en distintos sectores de la sociedad», señaló a BBC Mundo la pastora cristiana Sandy Richards, quien frecuentó el campamento angelino desde su germen.

Renovarse desde adentro

Sin embargo, incluso algunos de los manifestantes consideran que es hora de reinventar la protesta.

«A partir de esta expulsión, Occupy puede tomar una forma distinta, con asambleas generales convocadas periódicamente que seguramente tendrán una asistencia mayor a la de este campamento. Es inevitable, necesitamos adaptarnos», indicó Kaas.

En reunión comunitaria en la plaza, este lunes, las acciones sugeridas fueron múltiples: desde buscar un taller vacío para mudarse bajo techo hasta rentar oficinas donde algunos representantes trabajen para seguir dando voz a la protesta. Internet y las redes, dijeron otros, podrían forjar el nacimiento de «Occupy versión 2.0».

Pero no todos están de acuerdo y la falta de un líder único juega aquí en contra para decidir el cambio de ruta.

«Por mi parte creo que el movimiento se basa en tener personas juntas físicamente», opinó Sergio Ballesteros, hispano estadounidense.

«Yo creo que perderemos visibilidad y eso nos restará fuerza», coincidió Moti, afroamericano instalado en el predio desde octubre.

Cae la noche y Occupy LA, en alerta pero en pie, debate su futuro. Al campamento quizás le queden pocas horas, algunos días… Al movimiento, aún está por verse.

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