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«Me hice el muerto hasta que los yihadistas se fueron y luego huí» Amnistía Internacional emite informe con testimonios de las víctimas

«Me hice el muerto hasta que los yihadistas se fueron y luego huí»

Todos los relatos demuestran que aplican siempre el mismo modus operandi: irrumpen en las villas, subidos en sus furgonetas, armados y con sus banderas negras hondeando. Tras realizar capturas en grupos, arrebatarles su pertenecías y obligarles a convertirse al Islam, se llevan a los inocentes y les disparan, muchas veces por la espalda.


*Las atrocidades de Estado Islámico no diferencian entre niños, mujeres, jóvenes o personas mayores. La suya es una campaña de limpieza étnica que se está cometiendo mediante ejecuciones sumarias, secuestros masivos, violaciones y torturas. Así lo constatan los espeluznantes testimonios recogidos por  Amnistía Internacional en un informe titulado “La limpieza étnica en la escala histórica: ataques sistemáticos del Estado Islámico a las minorías en el norte de Irak”.

“He visto a gente agonizando hasta la muerte”, explica Salem, sobreviviente de la masacre en Kocho del 15 agosto que logró salvar su vida tras permanecer oculto durante doce días en las montañas de Sinjar. Salem salvó su vida pero antes tuvo que escuchar como centenares de personas gritaban de dolor. “Algunos de ellos no podían moverse y no pudieron salvarse”, recuerda.

Amenazas, mentiras, extorsión…así actúan los yihadistas de Estado Islámico. No siempre matan a sangre fría, en ocasiones prefieren que sus víctimas, heridas de muerte, agonicen y sufran durante horas e incluso días antes de yacer exhaustos. “Estaban tendidos allí, desesperados de dolor, esperando la muerte”

Sus palabras son el altavoz de las atrocidades y barbaridades que son capaces de cometer los combatientes del Estado Islámico quienes indiscriminadamente atacaron sistemáticamente a la minoría étnica que viven en Irak.

Según esta ONG, dos de los ataques más mortíferos se registraron el 3 y 15 de agosto en los pueblos de Qiniyeh y Kocho, donde las víctimas se cuentan por «centenares».

La mañana del 15 de agosto, la vida de los residentes de Kocho se convirtió en una pesadilla. Elias Salah, un enfermero de 59 años describió que “Los militantes de Estado Islámico interrumpieron en nuestra aldea. Tras hablar con el líder de nuestra comunidad dijeron que si abandonábamos nuestras armas no nos harían daño. Lo hicimos, a pesar de que desconfiábamos de ellos. Algunos nos pidieron que nos convirtiésemos al Islam, a lo que nos negamos. Dijeron que nos liberaban, pero al contrario, nos cercaron y no nos dejaron salir.”

“Nos pidieron nuestro dinero, el móvil y las joyas”, explica Salah. “Quince minutos después llenaron los vehículos con hombres y niños. Nos subieron en una furgoneta Kia y nos llevaron a las afueras de Kocho”, recuerda. Después recuerda que les agruparon y obligaron a ponerse de cuclillas mientras les fotografían. “Pensé que nos iban a dejar libres pero empezaron a dispararnos por la espalda». Tras sentir como una bala le hería, Salah decidió tirarse al suelo y hacerse el muerto. “Esperé y luego huí”.

[cita]Aunque no existe ningún balance preciso sobre el número de muertes provocada por la ofensiva yihadista, la ONU estimó el lunes que al menos 1.420 personas murieron durante agosto en episodios de violencia.[/cita]

Todas las descripciones de los sobrevivientes demuestran que los yihadistas aplican siempre el mismo modus operandi. Irrumpen en las villas, subidos en sus furgonetas, armados y con sus banderas negras hondeando. Tras realizar capturas en grupos, arrebatarles su pertenecías y obligarles a convertirse al Islam, se llevan a los inocentes y les disparan, muchas veces por la espalda.

El número de personas que perdieron la vida sólo en estas poblaciones asciende a varios centenares, en tanto que grupos de hombres y niños de estos lugares, entre los que había niños de 12 años, fueron capturados por militantes del Estado Islámico, llevados a otros lugares y fusilados. «Centenares, quizás millares» de mujeres y niños de la minoría yazidi fueron secuestrados por el EI, y «miles» de personas han huido «aterradas», subraya Amnistía.

Para quienes huyen el infierno en vida sigue. Desconocer qué ha pasado con su familia o recordar cómo se la arrebataron convierte su existencia en un calvario. Es el caso de Khristina Khoder, una joven madre cristiana que vio a los yihadistas arrebatarle a su pequeña de tres años. “Unos hombres armados me la arrebataron de los brazos. Ella lloraba y lloraba. No pude hacer nada. Rezo para que la liberen pronto y vuelva a casa. No puedo dormir. Solo puedo pensar en mi pequeña”.

La publicación de este informe consigue con el anuncio del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de enviar una misión para investigar estas atrocidades. Aunque no existe ningún balance preciso sobre el número de muertes provocada por la ofensiva yihadista, la ONU estimó el lunes que al menos 1.420 personas murieron en episodios de violencia en agosto. La ONU calcula también que 850.000 iraquíes tuvieron que desplazarse, sobre un total de 1,6 millones en el conjunto del año.

*Susana Campo, La Informacion.com

 

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