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Zygmunt Bauman y la globalización: «Es una costumbre humana culpar y castigar a los mensajeros por el odioso contenido del mensaje que transmiten» A los 91 años muere el padre de la «modernidad líquida»

Zygmunt Bauman y la globalización: «Es una costumbre humana culpar y castigar a los mensajeros por el odioso contenido del mensaje que transmiten»

El filósofo polaco, uno de los intelectuales clave del siglo XX, quien falleció este lunes en la ciudad inglesa Leeds, a través de su análisis «mensajeros de la globalización» reflexionó sobre la llegada de refugiados a Europa y el distanciamiento humano que se genera frente a la oleada de inmigrantes, advertida como “presagios de malas noticias”.


El pensador polaco, una de las voces más críticas contra «el capitalismo salvaje» y la situación de «desigualdad» que ha generado, falleció este lunes a los 91 años en la ciudad inglesa donde residía hace años, Leeds.

El creador del concepto de la «modernidad líquida», en 2015, a través del texto «Mensajeros de la globalización» realizó un crudo análisis sobre la deshumanización que genera la globalización frente a oleadas de inmigrantes que llegan y «sacan a la luz la realidad de la (¿incurable?) fragilidad de nuestro confort».

A raíz del desastre ocurrido en octubre de 2013 en las costas de Lampedusa, Italia, Bauman aseguró que la Unión Europea ha repetido su reacción frente a los brotes de inmigrantes y añadió que «la explosión de sentimientos fraternales desatada por la fotografía del cadáver de Aylan Kurdi ha sido breve, las fronteras de Europa están volviendo a fortificarse frente a los otros indeseados y las condiciones para entrar son cada día más estrictas».

Al mismo tiempo, el filósofo explica que «las expresiones de solidaridad con los seres humanos que viven esta tragedia inhumana han quedado relegadas otra vez a los márgenes, de forma que el proscenio político queda a merced de los alarmistas, y el escenario público, en manos de la insensibilidad moral y la indiferencia. El debate político vuelve a recurrir al catálogo de argumentos más manidos, una mezcla de miedos económicos y de seguridad».

«El hecho de que no podemos dejar de darnos cuenta de que la aparición masiva y repentina de desconocidos que llaman a nuestra puerta es un fenómeno que ni hemos provocado nosotros ni podemos controlar. No es extraño que, para muchos, las sucesivas oleadas de inmigrantes sean (parafraseando a Bertolt Brecht) ‘presagios de malas noticias’”, analizó.

El polaco indicó que estos «mensajeros» que llegan de sorpresa a «nuestra tierra», solo «nos recuerdan sin cesar lo que nos encantaría olvidar o, mejor aún, hacer desaparecer: unas fuerzas globales, distantes, que a veces se oyen, pero son intangibles, ocultas y misteriosas, y con la capacidad de inmiscuirse en nuestras vidas al mismo tiempo que desprecian e ignoran nuestras preferencias», y que «la verdadera culpa imperdonable de las víctimas colaterales de esas fuerzas, una vez que se han convertido en nómadas sin hogar, es que sacan a la luz la realidad de la (¿incurable?) fragilidad de nuestro confort y la seguridad de nuestro lugar en el mundo».

«Estos nómadas, que lo son no de forma voluntaria, sino por el veredicto de un destino despiadado, nos recuerdan de manera irritante la vulnerabilidad de nuestra posición y la fragilidad de nuestro bienestar. Es una costumbre humana, demasiado humana, culpar y castigar a los mensajeros por el odioso contenido del mensaje que transmiten, en lugar de responsabilizar a las fuerzas mundiales incomprensibles, inescrutables, aterradoras y lógicamente resentidas que sospechamos que son las culpables del angustioso y humillante sentimiento de incertidumbre existencial que nos arrebata la confianza y causa estragos en nuestros planes de vida».

Para el ensayista, «el conflicto es llamar a una puerta completamente cerrada y pedir o exigir que se abra la mirilla y se examine con detalle al intruso. Los que están detrás de la puerta a la que es posible que llamen pueden reaccionar por adelantado instalando cerraduras más sólidas y rodeando la casa de cámaras de seguridad».

Blauman quiso citar al sociólogo y filósofo alemán, Georg Simmel, en su escrito, para señalar que «hasta que nos enfrentamos a él, el desconocido sigue siendo extraño, extraño de pies a cabeza, incomunicado por naturaleza y de aquí a la eternidad».

El padre de la modernidad líquida, que culpa a la globalización de este fenómeno deshumanizado, advierte que «aunque no podemos hacer nada para controlar las asombrosas fuerzas de la globalización, escurridizas y lejanas, al menos podemos desviar el enfado que nos producen y descargarlo, por persona interpuesta, sobre sus consecuencias, que están cerca y a nuestro alcance», y afirmó que «nos llaman a separar en vez de unir y, de esa forma, ayudar a las fuerzas globales descontroladas en el despliegue de su estrategia de divide y vencerás, la causa principal de esta catástrofe. Por muy costoso que sea ofrecer solidaridad a las víctimas deliberadas y colaterales de esas fuerzas, por muy dolorosos que puedan ser los sacrificios personales que se nos exigen ahora, esa es, a largo plazo, la única respuesta con posibilidades realistas de prevenir otros desastres humanos y el empeoramiento del actual».

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