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Voyeur


Ä„Quién no ha sido presa del encanto de las revistas del corazón alguna vez! O quien no ha sentido esa pequeña voluptuosidad al traspasar los límites de la prudencia, el buen gusto o el sentido común… Pero estas pequeñas incursiones no hacen sino permitir la vida en los valores de la prudencia, el buen gusto y el sentido común, y hasta contentarnos con no tener los espeluznantes problemas de los ricos y famosos.

Lo preocupante es que ya los ricos y famosos nos han dado la lata por demasiado tiempo, y se ha descubierto el glamour de la vida de la gente común y corriente. Primero, fueron los talk-shows y ahí estuvimos escuchando las tonterías más comunes y corrientes posibles de encontrar. Luego, cada pequeño movimiento de la vida cotidiana cobró inusitado interés: El Gran Hermano , nuestra Casa de Vidrio. Luz y color sobre los humanos gestos de cada día. Y para asegurar el espectáculo, unos se visten de showbusinness y otros de arte (Ä„!), cubiertos por la transparencia del vidrio y por la luz de la pantalla. El show, y el arte, siguen siendo del orden «se mira pero no se toca».

La cabina con cortina y el agujerito en una pared de cartón, la imagen del peep-show, se fue junto con generaciones criadas en el sexo y el rock and roll. El voyeurismo se ha amplificado, tecnificado y ya no se financia con las moneditas del voyeur trasgresor, y siempre con abrigo. Es la estética kool del formato plano.

Pero el voyeurismo social siempre ha existido. Escuchamos discretamente la conversación de la pareja de la mesa del lado, miramos dentro del carrito cuando nos encontramos con un conocido en el supermercado, algunas visitas sociales tienen el único propósito de ver cómo viven los demás para poder compararnos, y así por delante en el pequeño mundo de las indiscreciones. Y hasta nos podemos enterar de las calientes noches de un ministro Ä„si atendemos la conversación en el camarín del gimnasio! Este voyeurismo social, sin embargo, es altamente educativo y perfectamente sostenedor del estilo de vida. Es la trasgresión necesaria para nuestro benchmarking personal: es lo que comunica con el otro, es lo que permite controlarnos los unos a los otros. El más peligroso de los hackers de la vida social no es el delincuente, o el drogo, sino el que no habla, el que no comparte en la vida social, el que no se muestra, el que no se expone frente al otro, voyeur.

Y mientras tanto, veamos si tiene algún interés saber que a uno de los chicos del Gran Hermano le gusta usar ropa femenina, o qué ocurrió el día en que todos supimos que la chica de la Casa de Vidrio no se duchó.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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