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El Estado y la Eutanasia: un cuento para niños


Erase una vez un candidato que hablaba de los problemas de «la gente» para referirse a los seres humanos, las personas, las mujeres, hombres y niños que suelen poblar territorios que adquieren el nombre de Estados o países. Trató de impedir, casi lográndolo, la elección de otro candidato que se refería a las mismas personas pero tratándolas de «conciudadanos», que es un título que se dan entre ellos quienes suelen elegir sus autoridades por la vía de elecciones.



Ambos tenían la intención de mejorar en serio la situación y la vida tanto de «la gente» como de «los conciudadanos» y, cosa curiosa, al ser llamados ambos a definirse por unos señores vestidos de negro que predicaban cosas sobre la vida más allá de la muerte, afirmaron que eran y serían para siempre partidarios de la vida. Ä„Como si alguien pudiese declararse partidario de la muerte cuando quiere que voten por él!



Pero luego que pasó el tiempo de la elección empezaron a notarse problemas, tanto en «la gente» como en «los conciudadanos». El vencedor y el derrotado empezaron a leer discursos y hacer propuestas para resolverlos, logrando que así fuera en algunos casos y en otros no. Eso enojó tanto a «la gente» como a «los conciudadanos», quienes por estas razones suelen echar periquitos al aire, como se les dice por aquí a las palabras feas.



Pero un día unos periodistas curiosos descubrieron que había unas personas gravemente enfermas, a quienes los doctores les aseguran que se van a morir pronto y llaman «enfermos terminales», queriendo decir con ello que están en el término de sus vidas. Estos enfermos necesitan de medicamentos que alivian el dolor para terminar su vida terrena -suponiendo que hay otra que no lo es- sin tanto sufrimiento.



¿Y que pasó con ellos? Que nadie se preocupó de saber si eran «gente» o «conciudadanos», pues parece que nadie es capaz de proveer los medios, es decir, la platita, para que puedan tener esa atención en la última etapa de sus vidas. Pero lo más curioso es que todos, los que ganaron y los que perdieron la elección que estamos relatando, siguen diciendo que son partidarios de la Vida, así con mayúscula.



Incluso condenan a algunos que en otros países han propuesto la eutanasia, pues eso es contrario a los sanos principios morales deben primar pese a que los enfermos nadie les dé un remedio para sufrir menos. Deben aguantar el dolor, pues lo importante es respetar los principios morales.



Claro que esto no lo dicen los enfermos terminales, sino las personas que les dan consejos y que están sanitas, menos mal.





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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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