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La desconfianza de la Derecha y el 21 de mayo


La Derecha ha escuchado pacientemente el discurso del 21 de mayo y luego se ha lanzado a descalificarlo. Sus líneas argumentales han sido:



1 No le creemos. Prometió y no cumplió el año 2000.



2 Son solo palabras. Lo que importan son los hechos.



3 El Chile optimista del Presidente no existe. Los chilenos, golpeados por el desempleo, estamos pesimistas



4 Hay graves omisiones en el discurso: agricultura y descentralización.



Por cierto, la Derecha cumple con su cometido de fiscalizar y ejercer oposición. El Instituto Libertad, con su análisis del Mensaje del 21 de mayo del 2000, obliga al gobierno a evaluar cotidianamente y dar cuenta pública de lo hecho y lo omitido. El próximo 21 de mayo partirá una carrera de quién hace la primera evaluación pública en satisfacción de tareas.



Bien por el país. En lo que sí debemos insistir en que no es buena una metodología que dio menos de 30 por ciento de éxito al primer año de gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, cuando Chile creció al siete por ciento, el desempleo era de un siete por ciento y los sueldos reales aumentaron en un cinco por ciento. Justo todo lo que hoy reclama la Derecha. Paradojas de las estadísticas y de la política.



Lo que está mal, y muy mal, es lo que ha comenzado por denunciar el Presidente Lagos en su cuenta: una cosa es hacer oposición, otra es sembrar la desconfianza. Y se la siembra nada menos que cuando se ataca al Presidente de no cumplir con su promesa de ser sincero y no cumplir sus anuncios. Una cosa es decir que el Presidente objetivamente no cumplió sus promesas (el combate al desempleo por ejemplo), y otra muy distinta es insinuar que no lo hizo porque mintió. Así se siembra desconfianza que mañana se transformarán en tempestades.



Sin confianza los países están destinados a fracasar. Si no hay valores -como decir la verdad – y normas informales compartidas – como respetar siempre a la Presidencia de la República y al Congreso – no puede haber cooperación. Cada uno debe cumplir sus obligaciones y practicar la reciprocidad. Cuando la Derecha esté en el gobierno pedirá respeto por la Presidencia de la República.



Francis Fukuyama comienza su libro más reciente, La Gran Ruptura recordando la siguiente anécdota: «Un capo de la Mafia, ya retirado, recuerda que, siendo niño, su padre lo hizo subir a un muro y luego lo instó a saltar desde él, prometiendo atajarlo. En un primer momento él se negó a saltar, pero su padre insistió hasta que por último saltóÂ…y se golpeó contra el suelo. La sabiduría que su padre se proponía enseñarle con eso se resume en las siguientes palabras: Tienes que aprender a desconfiar hasta de tus padresÂ…«.



Todos desconfiando de todos. Todos contra todos. Todos solos y aislados. Hasta una banda de ladrones necesita cooperación y justicia en su interior, recordaba Sócrates, o terminarán por autodestruirse. Pericles exigía a las madres de la polis la confianza en que incluso la muerte de sus hijos en la defensa de su libertad valía la pena. Cicerón, más pragmático, decía que para que haya civitas se requieren intereses comunes y una regla de derecho compartida.



Sin cooperación, respeto y reciprocidad Chile, con un mercado minúsculo de 15 millones de habitantes, pobre y distante de los grandes centros mundiales del Norte, está condenado al fracaso. Divididos hasta la desconfianza y el odio no podremos estar a la altura del momento económico y de los desafíos de la globalización para ser un país que entre al desarrollo en el Segundo Centenario. Son desafíos que incluso unidos implican de muy difícil alcance.



Y en Chile la confianza entre nosotros y con las instituciones públicas es bajísima. Casi un 80 por ciento de los chilenos desconfía de su prójimo y el Congreso es una de las instituciones más desvalorizadas. A los empresarios no les va mucho mejor. La Iglesia Católica, los medios de comunicación social y las Fuerzas Armadas se salvan. Cuando no se confía en las autoridades y en sus instituciones surge el fraude social. No se cumplen las leyes, se evaden los impuestos o se hurta simplemente.



Chile tiene nada menos que 35 mil reclusos, el doble que los que debería tener según estadísticas internacionales. Lo que nos enseña la tragedia de Iquique es que no podemos seguir metiendo a nuestros jóvenes a la cárcel en esta forma. Pero la solución no es licitar cárceles a los privados, pues esa lógica nos lleva a llenarnos de prisiones, armas, guardias de seguridad y alarmas.



La solución es escuchar a la poetisa inmortal que describía el llanto del ladrillo que impedía al preso alcanzar su libertad, y la alegría de su hermano que servía de soporte en la escuela a los sueños de los niños. La solución es dar oportunidades a los más pobres, combatir la delincuencia y fortalecer nuestras autoridades, instituciones y leyes. Hacerlas dignas de respeto activo.



El Presidente ha hecho bien en pedir respeto y en acusar a los que siembran más desconfianza entre los chilenos. Chile es una historia compartida y una voluntad común de grandeza y humanismo. El sueño de O’Higgins fue liberarnos de toda dominación y hacernos iguales a todos sin más diferencia que el mérito y la virtud, e integrarnos a una América Latina unida y fuerte. Si Chile no aspira a eso, su historia no se comprende y es una tragedia.



Para evitar eso necesitamos una Derecha que fiscalice férreamente pero que coopere. Esa oposición no se escuchó ayer en Valparaíso.
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* Sergio Micco, Francisca Ortega y Eduardo Saffirio son investigadores del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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