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Palos porque bogas


En Chile se ha producido un milagro literario de proporciones : se ha corregido lo que se daba por más que cierto , algo así como un axioma irrefutable , universalmente aceptado. Era esto de que «si los perros ladran, es señal que vamos avanzando..» de nuestro nunca bien ponderado Quijote de la Mancha.



Pues aquí no: palos porque bogas y también porque no bogas.



Se hace una propuesta de reforma laboral de una timidez que hasta podría comenzar por la frase «prohíbese el uso de cadenas y garrotes en los lugares de trabajo» y los de siempre gritan como enfermos que esto significa algo así como pasar directamente al gobierno de Lenin y la total abolición de cualquier derecho privado.



Los supuestos beneficiados miran todo con mas desconfianza que a una romana de huesero y cabe preguntarse: ¿Y por qué los ladridos? Un funcionario del Vaticano nacido en Chile viene a proferir amenazas contra todo el que no comparta no solo su credo sino también sus dogmas, con relativa sanción del Poder Judicial y sólo después un grupo científico señala que se ha cometido un error y una injusticia y se vuelve a proponer un debate sobre un producto que ha sido previamente declarado ilegal por la Corte Suprema.



El mismo agente talibán romano declara la sacralidad del matrimonio y el Gobierno le responde con un proyecto de Ley sobre divorcio que autoriza el uso hasta del garrote vil para quien quiera separarse por razones sexuales. Se vuelve a armar otro «debate» que parece mas manoseo que cualquier otra cosa y suma y sigue.



Morto che parla sería el título napolitano de un cadáver (según la Suprema) que profiere amenazas desde un Internet de ultratumba, mientras gritan furiosos contra el Ministro del Interior que denunció que había servicios secretos ilegales que seguían tan campantes.



Qué decir del numerito del Consejo de Defensa del Estado, pronto a todo para evitar la indemnización de Carmen Gloria Quintana, paladín de la pureza de nuestras finanzas. Deberían ver de nuevo una vieja película de Doris Day que se llamaba Come to fly with me. ¿Pero es posible que nosotros mismos nos tomemos por tontos?



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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