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Un orden internacional democrático

Estados Unidos seguirá siendo visto como la expresión máxima del imperialismo, y contra él se dirigirán los dardos de quienes buscan defender a los pueblos humillados, mientras no se organice un orden mundial democrático. En éste ni Estados Unidos ni nadie podrá declarar la guerra a otra nación sin presentar pruebas de que ha sido agredido. En un orden internacional democrático, Osama bin Laden debería ser juzgado por un tribunal internacional, y no condenado a muerte sin juicio.


Esta crisis del orden internacional que acerca peligrosamente al mundo a una guerra podrá ser sofocada, pero no resuelta por la fuerza. Un eventual triunfo militar de Estados Unidos en Afganistán será celebrado como una gran victoria. Se dirá que el Bien se ha impuesto contra el Mal, que se actuó de manera decidida y sin «vacilaciones cobardes» contra los países que amparan al terrorismo, y que la primera potencia del mundo no se dejó arrastrar por el «espíritu de Munich».



Pero me temo que la celebraciones serán apresuradas, y que probablemente el fenómeno que se quiso extirpar volverá a resurgir, cobrando nuevas cuotas de víctimas inocentes. La verdadera victoria contra el terrorismo sólo podrá surgir de la construcción de un orden internacional distinto, regido por principios democráticos.



Ese tipo de orden no debería estar basado en el poder de decisión sobre la guerra y la paz de los países más poderosos económica y militarmente. Estos han impuesto su ley en los conflictos de la postguerra fría, pasando la mayor parte de las veces por encima de los órganos colegiados en los que todos los países están representados.



Se me podrá decir que esos órganos multitudinarios son ineficientes, lentos y burocráticos. Seguro. Pero ese tipo de crítica privilegia los valores equivocados.



Hoy Estados Unidos toma decisiones construyendo desde sus intereses una red de alianzas, moviendo influencias y presiones para alinear a los países a su alrededor. Pero esto no bastará. Sólo a través del desarrollo de instancias multilaterales y democratizadas se podrá avanzar en la construcción de acuerdos que resuelvan de raíz, menos superficialmente que a través del uso de la fuerza, los fenómenos de fondo que provocan el terrorismo.



El predominio militar de las grandes potencias que deciden aquí y allá donde están los buenos y los malos no garantiza un orden internacional justo, y extiende en los países subdesarrollados una aguda sensación de injusticia. La razón es simple. Esos países son al mismo tiempo los que tienen el control mundial de la economía, y en ellos están las sedes de las grandes transnacionales que se reparten nuestros mercados y son propietarias de nuestras telecomunicaciones, caminos, accesos satelitales y materias primas.



Combatir por la fuerza al terrorismo atacando Afganistán va a producir las mismas injusticias que se critican, entre ellas pérdidas masivas de vidas humanas inocentes. Además, estos nuevos movimientos terroristas no tienen como base un Estado, sino una cultura fuertemente arraigada a la que se agregan la exasperación y la crispación producidas en ciertos sectores del mundo islámico por los conflictos en Medio Oriente.



El problema de fondo son las enormes injusticias cometidas contra el pueblo palestino, entre las cuales la principal es el apoyo irrestricto de Estados Unidos a Israel. Admiro profundamente a la nación judía y creo que tienen derecho a tener un Estado, pero no sobre la base de dominar, humillar y hostigar al pueblo palestino. No tienen derecho a imponer su enorme poderío militar para impedir su desarrollo como Estado soberano.



Estados Unidos seguirá siendo visto como la expresión máxima del imperialismo, y contra él se dirigirán los dardos de quienes buscan defender a los pueblos humillados, mientras no se organice un orden mundial democrático. En éste ni Estados Unidos ni nadie podrá declarar la guerra a otra nación sin presentar pruebas de que ha sido agredido. Ni Estados Unidos ni nadie estarán encima del derecho internacional. En un orden internacional democrático, Osama bin Laden debería ser juzgado por un tribunal internacional, y no condenado a muerte sin juicio.



Estados Unidos debería reflexionar sobre el futuro del mundo antes de responder con la guerra los cobardes atentados de los que fue víctima. El terrorismo se alimenta de la fuerza ilegítima. Crece cada día que se ven en la televisión las imágenes de los palestinos acusados como terroristas porque lanzan piedras a soldados armados hasta los dientes. Se desarrollará con las imágenes de los soldados de Occidente bombardeando un pueblo martirizado por las guerras y el hambre.



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