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Corrupción, economía y democracia

Ahora no sólo las grandes firmas de contabilidad, las auditorias, las clasificadoras de riesgo y otras han quedado bastante desacreditadas, sino también muchos de los consejos de administración, los auditores internos incompetentes, así como la negligencia de unos organismos reguladores indiferentes o coludidos con el éxito del sistema, han permitido que se desvaneciera la imagen de unas normas y medidas de protección rigurosa.


Pasados los primeros impactos de los escándalos de corrupción que han surgido en nuestro país, en varias de nuestras principales instituciones (sector público, fuerzas armadas, iglesia y otras), empieza lentamente la impostergable hora de: analizar con equilibrio, evaluar con amplitud y rectificar con visión de futuro.



Es la hora de las personas que con mayor altura y generosidad -de todos los sectores políticos, económicos, sociales, y religiosos- hagan sus aportes para no quedarnos estancados en el resentimiento, la pequeñez y en los intentos de culpar a los demás, y no quedarnos donde mismo en la frustración inmovilizadora.



Se trata de entrar pronto al momento de los aportes, de la construcción y el mejoramiento, para avanzar hacia un país más civilizado, más desarrollado pero más sobrio, con mayor progreso pero con más equidad; en definitiva, hacia una sociedad como la que todos soñamos, con más y mejor calidad de vida.



Un análisis básico



No existe un país en el mundo en donde no ocurran actos como el soborno, la coima, el tráfico de influencias, el abuso de los más fuertes sobre los más débiles y muchas otras formas de corrupción.



En la práctica, lo que denominamos un país no corrupto, es aquel en donde -a pesar de que estos hechos ocurren- son denunciados, enjuiciados y debidamente condenados. Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos que se hagan, ninguna sociedad puede obtener un triunfo definitivo y total sobre la corrupción, por lo cual siempre se requerirá, como los estadounidenses dicen frente a la libertad y a la democracia, «una vigilancia eterna».



En términos comparativos internacionales, las sociedades más corruptas, son aquellas con instituciones sociales, políticas y religiosas más débiles, en donde el Estado, tan vilipendiado en estos años, es casi inexistente o funciona mal.



Debemos recordar que el fenómeno de la corrupción en América Latina y en nuestro país «aparece» en los años 90, con el retorno a la Democracia, ya que no existe gobierno dictatorial en el que pueda denunciarse algún fenómeno de corrupción.



Además, el fenómeno de la corrupción se ve especialmente aumentado con el avance del neoliberalismo en nuestros países, ya que de lo que se trata es de destacar que todo lo relativo al Estado es malo o incorrecto, por lo cual hay que reducir el tamaño del Estado, y que todo lo concerniente al sector privado es bueno y eficiente, por lo cual hay que aumentar el rol del sector privado.



Pero, precisamente con la llegada del neoliberalismo, la disminución del Estado y el aumento del rol del sector privado, en estos años se ha incrementado enormemente el enfoque mercantil y el interés particular o individual ante casi todos los asuntos de nuestra vida en sociedad. En particular, en el caso de los medios de comunicación, se ha instalado un tipo de periodismo que resalta principalmente los escándalos, los crímenes, la corrupción, las denuncias, los robos y los abusos sexuales y de todo tipo, porque estos son los que más venden.



Por lo mismo, con la llegada del «pensamiento único», la política ha dejado de ser una política de ideas o propuestas. Ahora, la política se hace light y se hace mediática; lo más importante es salir en los medios. Es popular el que más denuncia, no el que más propone o soluciona.



Por lo mismo también, la corrupción empieza a entenderse, principalmente, como la forma de obtener dinero o beneficios a través de influencias, del abuso de facultades, poderes o intereses y, se va dejando de lado, el antiguo concepto de corrupción política, que es engañar respecto al sentido, a dejar de cumplir los objetivos superiores que se propusieron cuando una autoridad es elegida, es decir, ¿quien se preocupa ahora, de rendir cuenta respecto a lo que se ofreció?



Una evaluación con amplitud y generosidad



Lo grave de la corrupción viene cuando se oculta y no se enfrenta con decisión. Quedarse donde mismo, en el reclamo y la denuncia pero sin rectificar, provoca una crisis de confianza o más bien, de desconfianza en todos y entre todos.



Frente a este estado de cosas, no debiéramos seguir agigantando las denuncias y los escándalos. Debiéramos más bien orientarnos a fortalecer las instituciones que podrían solucionar o reducir este ambiente mercantil de ruido, denuncias y desconfianza, que no aporta soluciones y que solo prioriza el dinero, los negocios y el interés individual. Debiéramos ahora aprovechar de mejorar nuestra democracia, elevar la educación y adelantar la reforma al Poder Judicial, ya que todas estas reformas avanzan a tranco lento (si es que avanzan), frente a la avalancha arrolladora de los enfoques globalizadores neoliberales.



Una rectificación con visión de futuro



Lo que necesitamos ahora es más democracia, más participación y opinión de la gente, más medios de comunicación que no dependan de los principales intereses económicos y, si es necesario, que tengan subsidio de la comunidad para que puedan informar de todo y principalmente lo que a la gente le interesa, que no es exactamente la publicidad y los temas que las grandes empresas e intereses económicos financian y pagan.



Lo que necesitamos ahora, son más Tribunales de Justicia, con procedimientos judiciales más cercanos a la gente, con Jueces elegidos por la gente, que entreguen fallos oportunos y en tiempo breve, que no dependan ni política ni económicamente de nadie, sino sólo de la gente decente a la que deben servir.



Necesitamos en definitiva más democracia, más transparencia, más justicia, más participación de la gente, no sólo con derecho a voto, una vez cada seis años, sino con más frecuencia y para opinar y decidir en muchas mas materias, incluida la capacidad para revocar el mandato a las autoridades. Aún tenemos demasiado autoritarismo y concentración del poder entre nosotros. Sólo cuando la opinión de la gente sea tomada en cuenta y respetada, se puede decir que avanzamos hacia una sociedad más civilizada, una economía más desarrollada y un país menos corrupto.



* Ingeniero Civil de la Universidad de Chile y Doctor en Economía en la Universidad de Cornell, consultor internacional, miembro de la Comisión Económica y Social de la DC, ex director del BID.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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