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No a la guerra; no al TLC

El Parlamento chileno debiera rechazar el Tratado de Libre Comercio con EEUU. A las razones que surgen de su propia naturaleza, ahora se agrega el que pueda ser usado como mecanismo de presión por parte del Gobierno de Bush, para que nuestro país adopte posiciones ambiguas, cuando no complacientes, respecto a la inminente guerra con Irak.


En estos días, justo cuando millones de personas en el mundo marchaban para testimoniar su repudio a la guerra, los chilenos nos enterábamos que el Presidente Bush se comunicaba, telefónicamente, con los líderes de México y Chile para fortalecer y consolidar, según las versiones de prensa, el respaldo y aval de nuestros gobiernos a los planes bélicos de EEUU.



Aun cuando no conocemos el contenido de las conversaciones de los presidentes Lagos y Bush, naturalmente a todos nos interesa -o nos debiera interesar- el grado de simpatía o, más aún, de compromiso que Chile va adquiriendo con las decisiones que el Gobierno de los EEUU -probablemente el más reaccionario y belicista de las últimas décadas-, parece ya haber adoptado.



Desde luego, nuestro país -actualmente miembro del Consejo de Seguridad de la ONU- no se muestra dispuesto a sostener una clara opinión contra la guerra o a desarrollar iniciativas antibelicistas, por temor a aparecer oponiéndose a EEUU. Autoridades de nuestro Gobierno han insinuado, de manera pública y privada, aunque nunca de la forma clara que esta materia amerita, que Chile no está en condiciones de «farrearse» o de «poner en riesgo» la ratificación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.



Se entrecruzan así -Ä„vaya paradoja de la historia!- dos decisiones que debieran tener fundamentos, lógicas e implicancias enteramente distintas.



Entonces, pienso y siento el deber de compartir una opinión acerca de estas cuestiones que, cualquiera sea el curso futuro de los acontecimientos, traerán consecuencias inevitables para nuestro país.



Creo, por de pronto, que Chile debe rechazar desde ya y sin ambigüedades, los intentos de EEUU por declarar la guerra a Irak. Debe, igualmente, promover activamente en todos los foros internacionales del que forma parte, una actitud de rechazo a la guerra, de afianzamiento de la paz y de respeto a las resoluciones de Naciones Unidas.



Una actitud distinta no sólo sería incomprensible para la opinión pública mundial (por lo menos para aquella que siguió con fervor la lucha en contra de la dictadura y que todavía se interesa -algo confundida, es cierto- por los avatares de nuestra transición), sino también intolerable para miles de compatriotas.



Creo, además, que el Parlamento chileno debiera rechazar el Tratado de Libre Comercio con EEUU. A las razones que surgen de su propia naturaleza, ahora se agrega el que pueda ser usado como mecanismo de presión por parte del Gobierno de Bush, para que nuestro país adopte posiciones ambiguas, cuando no complacientes, respecto a la inminente guerra con Irak.



Semanas atrás, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, publicó en un diario nacional un artículo en el que analiza con rigor y lucidez el contenido y las implicancias del Tratado para Chile. Sus conclusiones son lapidarias y pueden resumirse en sus propias palabras:



«Los acuerdos de libre comercio no garantizan el libre comercio. Esto se debe a que EEUU utiliza otras medidas proteccionistas para bloquear las mercancías extranjeras. Después de la firma de Alcan, tomó medidas para restringir el ingreso de tomates y paltas y de los camiones de carga. Chile se enfrenta ahora a acciones similares, como ya le ha sucedido con anterioridad en lo referido a algunos productos importantes como el vino y el salmón. Si Chile encuentra otras mercancías que puedan competir con los productores estadounidenses, es muy probable que enfrente nuevas restricciones. (…) La filosofía subyacente del gobierno estadounidense es que sus productos son mejores que los de cualquiera otra nación (…) a los intereses proteccionistas de los Estados Unidos poco les importa un tratado que encarne un comercio verdaderamente libre y justo. Chile podría, en principio, tomar medidas proteccionistas en contra de los EEUU, pero existe una asimetría total de poder».



Hay quienes pensamos que durante estos ya largos trece años de transición, el tránsito entre dictadura y democracia ha sido más lento que el tránsito experimentado por la Concertación desde el «crecimiento con equidad» al neoliberalismo sin más.



Lo ha reiterado, con gran coraje y claridad, en una reciente entrevista el sociólogo (DC) Felipe Portales: «La crisis de la Concertación es mucho más profunda, viene del abandono de su proyecto original de democratizar efectivamente el país y modificar substantivamente el modelo económico social. Eso se abandonó porque el proyecto de la Concertación se acomodó al modelo político, económico, social y cultural dejado por la dictadura».



Esta es una materia que está en pleno y legítimo debate.



Pero otra cosa sería que la Concertación, alianza autoproclamada como de «centroizquierda», llevara a Chile a ser uno de los pocos países aliados que puede encontrar en el mundo uno de los más reaccionarios gobiernos de EEUU de los últimos tiempos. Sería como mucho ¿verdad?



(*) Diputado del Partido Socialista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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