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La guerra y la paz

El voto chileno debe ser no. Modestamente, creo que la guerra es un mal total. Que debemos fortalecer a las Naciones Unidas. Que el interés de Chile es alejar del escenario mundial la guerra donde ganan los más fuertes, pierden los pequeños y no vencen siempre los más justos.


Chile, tras una demasiada larga espera, ha dicho que está en contra de la resolución presentada por Estados Unidos. ¿Por qué nos demoramos tanto en decir que «no» a la guerra? La gente de buena voluntad dirá que en este caso los principios están más que claros.



Los pacifistas desechan la guerra por principio. Ellos dicen que la paz es un bien absoluto, condición necesaria para todos los demás valores, partiendo por la vida misma. Sin embargo, los más realistas dirán que el rechazar siempre la posibilidad de utilizar la fuerza significa, en los hechos, favorecer la fuerza del prepotente. Por eso tenemos FFAA.



Pero para que la guerra sea justa ella debe cumplir ciertas condiciones obvias. Una guerra justa, según algunos, es una respuesta a una agresión injusta, que no se excede en sus efectos y que se declara cuando han fracasado todos los medios pacíficos de evitarla.



Evidentemente, ninguno de estos requisitos se cumple en el caso actual. Estados Unidos sufrió una agresión brutal el 11 de septiembre, pero no de Irak. Reparar militarmente tal agravio sobre Irak es, además, desproporcionado por las fuerzas en contienda. Fácilmente, esto puede ser una matanza.



Agreguemos un nefasto efecto previsible sobre la paz mundial: hacer del Medio Oriente un polvorín de guerras nacionalistas y religiosas. Finalmente las propias Naciones Unidas sostienen que las vías pacíficas no están agotadas. Terminemos diciendo que una guerra unilateral dañará, formidablemente, al régimen internacional dificultosamente levantado tras una guerra mundial que costó 150 millones de vidas.



Vuelvo a la pregunta inicial. Vista así las cosas, ¿cómo un gobierno integrado por socialdemócratas, socialcristianos y liberales sociales ha tardado tanto en decidir su voto contrario a la guerra?



La razón es una sola: por interés. La política, particularmente, la internacional no sólo se mueve por principios. Lo hace también por intereses desde los económicos hasta los estratégicos. Y los principios decían «no» a la guerra, pero los intereses nacionales decían «sí» a Estados Unidos. Para algunos no podíamos ni podemos votar en contra de Washington. Ello porque pertenecemos a su «patio trasero». Es la nación más poderosa del mundo y destino de un tercio de nuestras exportaciones. Con ella firmaremos, además, un Tratado de Libre Comercio.



Estas razones fueron susurradas a los oídos del Presidente durante meses. Algunos valientes las proclamaron públicamente y en el Senado. Los llamo valientes porque nunca es fácil, incluso para el cínico, hacer alegatos contrarios a los principios. Para ellos lo central para el desarrollo de Chile es integrarnos exitosamente en los mercados mundiales. Tras 1989 habría un imperio naciente y sería locura enemistarnos con él. Hay que entenderse con Estados Unidos. Esa es la línea maestra y todo lo demás subordinarse.



Los idealistas y gente de buena voluntad considerará despreciables estas razones. A ellos les contesto que no comparto su rechazo moral. Porque la política no es ni filosofía, ni moral ni religión. Se basa en ellas, pero no se confunde con ellas. Ideas e ideales, se conjugan con pasiones e intereses. Quienes defendían y defienden la política de acomodamiento total al país del norte también lo hacían, y lo hacen, pensando en el bien de Chile. Ellos alegan que una integración comercial a Estados Unidos traerá crecimiento económico y prosperidad. Ello permitirá superar temas tan dolorosos como la pobreza y las desigualdades intolerables que nos agobian. Por el contrario, un voto motivado sólo por principios morales puede acarrearnos sanciones por parte del gigante de la economía, finanzas y política militar mundial.



Sin embargo, creo que el voto chileno debe ser no. Modestamente, creo que la guerra es un mal total. Que debemos fortalecer a las Naciones Unidas. Que el interés de Chile es alejar del escenario mundial la guerra donde ganan los más fuertes, pierden los pequeños y no vencen siempre los más justos.



Además, acomodarnos a Estados Unidos nos lleva a enemistarnos con la columna vertebral de Europa, como son Alemania y Francia, con la cual comercializamos, hemos firmado una asociación soberana y compartimos civilización y cultura.



Por ello, por principios y también por intereses, debimos haber dicho antes y más claro que «no» a la guerra.



Y, por favor, no vacilemos más.





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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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