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Honestidad y transparencia


El tema de la transparencia parece estar entre los favoritos de la oposición de derechas. Es algo que nominalmente llama la atención toda vez que, antiguamente, se llamaba honestidad a la actitud que distinguía a las personas decentes de las que no lo eran. Pero en fin, los tiempos cambian y en estas épocas en que todo se resuelve en cifras y números, en que lo cualitativo cuenta poco y la cantidad expresa la ideología del dios imperante, hay que someterse a este nuevo vocablo que tiene más de contabilidad que de humanismo.



Debe ser la temporalidad de ambos términos lo que lo distingue; transparente se puede ser por un tiempo, mientras que honesto se es de modo permanente. Me temo que eso es lo que entiende la derecha, sino de otro modo no se entienden estas evocaciones oportunistas, olvidándose del hecho de que al, finalizar el gobierno militar, ellos mismos pusieron unas listas de 3.000 personas que debían permanecer ancladas en sus puestos. Lo más sorprendente es que aún están, con las pocas excepciones de aquellos que han pasado a decorar el Oriente Eterno.



Más aun, conozco algunos casos «desconcertantes», algunos funcionarios heredados ocupan direcciones de departamentos y otras jefaturas en la administración pública, con la anuencia plena de sus jefes concertacionistas. Aquí cabe preguntarse ¿cuántos opositores a la dictadura ocuparon cargos directivos?, ¿cuál fue el respeto que se tuvo por antiguos funcionarios de carrera después del Golpe de Estado? ¿Algunos de estos neo-catones de la derecha se ha disculpado, en público, por las persecuciones de las que fueron víctimas decenas de miles de personas?, y ¿la actual ley de exonerados no es una burla sangrienta? Yo me cuento entre aquellas víctimas y sé bien de lo que hablo.



¿En las leyes que se están enviando ahora se eliminó a esos 3.000 apernados del régimen militar o algunos vivos se están aprovechando de la mala memoria o de la falta de talento administrativo de quienes dirigen el Estado hoy?



Sigamos. Hay una ley secreta de 1977 que condenó a los chilenos, dueños de Codelco, a pagar un 10% de las ventas del cobre público a las FFAA. ¿Es eso transparencia? Vaya cualquiera de nuestros lectores a pedir al Diario Oficial esa Ley y le responderán que es «secreta». ¿Y quién la hizo? Un remedo patético de parlamento compuesto por 4 uniformados que eran el Poder Legislativo de la dictadura.



Bien, Ä„con esta leyecita han convivido, alegremente, los 3 gobiernos de la Concertación!



Y si ahora están tan entusiastas y «consensuales» en esto de dar agua a los molinos de la derecha, bailando la conga que ellos tocan, ¿por qué no aprovechan de abolir esta ley secreta que, por su carácter intrínseco, es una burla a la democracia? Deberían, al menos la Sra. Ministro de Defensa, ocuparse de este tema que me parece bastante más importante que su pasado político o sentimental. ¿No será que estos últimos dos temas los puso también la derecha, precisamente, para que no se ocupe de esta monstruosidad jurídica que estamos denunciando?



Honestidad es lo que se requiere y menos cinismo oportunista.





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