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Santa Serapia de Iquique (II)


Resultó «milagrosa» nuestra Santa Serapia de Iquique del domingo pasado. Lo cierto es que los desmemoriados de la Concertación empezaron a moverse como nunca lo habían hecho y han llevado hasta la Moneda algunas proposiciones que también contemplan la posibilidad que las familias dañadas por agentes del Estado, tengan reparación material y puedan llevar una existencia digna. Ä„Claro que nadie repara en que esto se producirá 30 años más tarde, y 13 años después de que se fue la dictadura del poder!



Las reacciones políticas de parte del oficialismo a la iniciativa UDI sobre los familiares de los detenidos desaparecidos, no se han hecho esperar. Algo destempladas y de eslogan, bien graficadas por un periodista de TVN que le tiró directo al mentón del jefe socialista la contradicción entre tanto enojo con la ultraderecha mientras, en el parlamento, hacen pactos sobre temas bastante sustanciales.



Incluso, la capacidad milagrosa ha ido más lejos. Algunos de los mismos implicados en violaciones o encubrimientos de violaciones a los derechos humanos, ahora sostienen que no se trata de comprar impunidad sino de hacer «justicia». Pero como el mono no está del todo ordenado, ni han logrado borrar la historia. El miércoles pasado salió un reportaje sobre la muerte de Jecar Neghme, que un alto UDI achacó, con su mejor cara de palo, a ajustes de cuentas del Mir. «Probablemente, el señor Neghme fue asesinado por otros miristas de posición mas extremista», sostuvo en aquella época como Ministro del Interior. Justo ese día los noticiarios informaban que un juez había encausado a ex oficiales de la DINA por el asesinato.



Como esto va pareciendo más una disputa por espacios políticos y clientelas electorales, me permito solicitar de nuevo las gracias y milagros de Santa Serapia, para que proteja a los suyos y para ver si la sensibilización va más allá de este tema y los «defensores» de los derechos humanos de neo cuño se preocupan de otros dos tópicos, de tanta o mayor relevancia.



El grave tema de los exonerados políticos, resuelto, hasta ahora, con dádivas y pichintunes, sigue abierto. Cuando a una persona, a los 30 años, se le corta su carrera y se le empuja a la calle, los más afortunados, a la cárcel o al destierro, y solo después de 17 años puede optar a recuperar la continuidad perdida, nadie puede seriamente afirmar que esa persona tiene o puede tener una existencia normal. De acuerdo a la legislación vigente en 1973, esos 17 años representan más del 55% de la vida laboral normal de un ser humano.



Ningún exonerado ha sido reparado de verdad. Leyes y decretos, llenos de resquicios, impiden que los años dados en compensación se cuenten para la jubilación normal y se le repare en el sentido amplio del término.



Aquí ha operado la clásica deformación política, y se ha transformado a los miles de exonerados en coto de caza de algunos partidos políticos, llegando los dirigentes a estar más preocupados de seguir siéndolo, antes que satisfacer las demandas de sus representados. Si nuestra Serapia ilumina a algunas de estas víctimas para que también vayan a pedir la intervención de la derecha, capaz que nuestro oficialistas les dé por apurar el tranco de las reparaciones.



Más aún, quizá la curia local pueda tener la ingeniosa idea de poner a nuestra Serapia junto a los altares de Lo Vásquez que es por donde pasan los parlamentarios en sus ires y venires.



El otro sector que sufre hoy grave daño son los estudiantes universitarios. Apaleados por las fuerzas de orden y por el sistema que entiende la educación como un bien de mercado y no como un derecho. Voceros del gobierno inventan todo tipo de argucias y logaritmos para explicar lo inexplicable.



Algunos «Pilatos», ex progresistas, están silenciosos pues no tienen las agallas de Juvenal Hernández o de Eugenio González. Lo real es que no se puede jugar con un valor tan precioso como el deseo de los jóvenes de mejorar su condición social, económica y cultural, en virtud de restricciones presupuestarias que nos ponen a la altura de las peores naciones del mundo en lo que hace a los deberes del Estado con la educación.



En una huelga de hace tres años los estudiantes universitarios alemanes enarbolaron un eslogan que aquí tendría mayor valor: «gobernar un país de idiotas es más fácil».



¿Tendrán, también, los estudiantes que seguir el camino del diálogo con la derecha para obtener alguna mejoría? ¿Se interesará nuestra Serapia por este sector?



Ä„Ya pues! Gobiernen y no empujen a la gente a crear una gran cofradía de esta pobre santa que ayudó a las familias de los desparecidos.





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