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Estoy de acuerdo con Juan Claro

No es muy complicado el programa económico que el país requiere, apenas un poquito más de soltura y compasión en el corto plazo y solidaridad y equidad social en el mediano plazo.


Impuestos al consumo significan, ahora, estancamiento: en eso estoy de acuerdo con el presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio, Juan Claro, quien ha declarado que subir los impuestos al consumo es una medida inadecuada en las actuales circunstancias, puesto que agravaría el estancamiento actual de la economía. En el corto plazo, me parece que Claro tiene razón.



La razón principal del estancamiento de la economía chilena, que lleva ya cinco años, incluyendo un año de contracción, es la política neoliberal, de frentón contractiva o no expansiva o insuficientemente expansiva, del Banco Central y Hacienda; es por eso, principalmente, que la demanda interna es todavía inferior a la de 1998. Esta la «crisis Massad» y de la «tonta regla del superávit estructural» de Eyzaguirre, como la calificara el finado y deslenguado profesor y colega de ellos, Rudi Dornbusch.



Subir ahora los impuestos al consumo, como pretende el gobierno, solo agravaría esa situación y no debe hacerse por el momento. Sería otra tontería más, para agregarla a las anteriores. Me parece que todos los economistas deberían concordar en este punto, aunque probablemente no en el calificativo y tienen razón, Ä„pero que más da, bien se lo merecen! Porque esas tonterías han hecho mucho daño a mucha gente y al parecer nadie responde por ello a no ser que tenga mal ojo para elegir sus secretarias.



Lo que hay que hacer en el corto plazo es lo que reclama el economista principal de Cepal, Ricardo Ffrench-Davis: producir un «shock reactivador», elevando el déficit fiscal por lo menos a 3% del PIB, lo que equivale a aumentar el gasto fiscal -sin contrapartida de nuevos impuestos- en más o menos 2.000 millones de dólares, este año y el próximo, por lo menos.



La forma más efectiva y justa de invertir ese dinero, como lo ha dicho Robert Stiglitz, es gastarlo en protección social a los más afectados por la crisis: subir el subsidio de cesantía y los demás programas de apoyo a los cesantes, multiplicando varias veces los vergonzosos 30 millones de dólares anuales que se han gastado en ellos durante el curso de esta crisis; generalizar y subir el monto de las pensiones asistenciales al nivel de la pensión mínima, es decir, 76.000 pesos mensuales; subir las pensiones mínimas al nivel del salario mínimo y eliminar el requisito de 240 cotizaciones para obtenerlas, a quienes están en el sistema de AFP; financiar el plan Chile Solidario y aumentar su cobertura; reparar el daño previsional que desde hace años afecta a los EEPP ahora, antes de que fallezcan los más afectados; continuar la interrumpida recuperación de las remuneraciones del magisterio, trabajadores de la salud y EEPP en general, todos los cuales sufrieron un deterioro en sus remuneraciones durante la dictadura mucho mayor todavía que el resto, y a pesar de los esfuerzos por recuperar sus remuneraciones durante los años 1990, todavía mantienen un deterioro significativo; aumentar el gasto en educación, adelantando programas ya comprometidos y; financiar la reforma de salud, la cual ojalá se haga con mejor criterio que el anunciado para el llamado Plan Auge. Ä„Y desde luego reparar adecuadamente a las víctimas de la dictadura!



Dos mil millones de dólares inyectados a la economía, ahora, y en los destinos arriba indicados significaría un alivio inmediato a millones de compatriotas y precisamente a quiénes más lo necesitan y tendría un efecto económico y político extraordinariamente significativo, posiblemente cambiando la dirección del proceso de deterioro progresivo que vive el gobierno y la coalición gobernante. Y ello no tendría ningún efecto económico adverso de consideración. Ä„Ninguno! A lo más un poco más de inflación, lo que evitaría el actual peligro de deflación. Y el que diga lo contrario está mintiendo, exagerando o está muy equivocado.



Que no se venga a decir tampoco que no se puede hacer por lo que digan «los mercados». Corea lo hizo y mucho más, llegó al 7% del PIB en déficit fiscal gastó 3% del PIB en subsidios de cesantía y estableció un sistema universal de salud, que no tenía, todo ello durante los perores años de la crisis asiática, y su economía se recuperó espectacularmente y volvió a crecer a tasas de 7% y más. Malasia hizo algo parecido, EEUU lo está haciendo, Gran Bretaña lo está haciendo, Alemania lo está haciendo Ä„Qué más quieren!



El efecto reactivador de las medidas arriba señaladas sería espectacular e inmediato, beneficiando al pequeño comercio de forma instantánea, a las PYME que lo abastecen y que dan la mayor parte del empleo, y a toda la economía en general.



El tema de los impuestos debe quedar para una discusión tranquila y los nuevos tributos deben implementarse en dos o tres años, cuando la recuperación ya esté en marcha. Desde luego necesitamos aumentar los impuestos y deben pagarlos quiénes hoy día no pagan nada o pagan poco, en primer lugar. Las mineras, con lo que además se corregirá la distorsión actual que está llevando a cualquiera a invertir insensatamente en nuestros minerales y disipar la renta de los mismos al reventar el precio internacional con sobreproducción; las empresas en general y las personas que ganan más.



Se requiere un mayor nivel de impuestos para subir el gasto social, del actual 16% del PIB a por lo menos 22-23% del PIB, que son los niveles que tienen Argentina, Brasil y Uruguay y en perspectiva llegar a los niveles de 30% que tienen los países avanzados. El propio Ministro Eyzaguirre ha reconocido que con los niveles actuales se puede hacer política social sólo para el 20% más pobre que no por ello deja de serlo.



No es muy complicado el programa económico que el país requiere, apenas un poquito más de soltura y compasión en el corto plazo y solidaridad y equidad social en el mediano plazo.



Ä„Hacer esto sí que es liderazgo Presidente! Ä„Pareciera ser, asimismo, el camino para romper el estancamiento político! El «liderazgo» que le piden la derecha y los empresarios, en cambio, es en verdad la abdicación ahora a lo que ellos quieren, para seguir después haciendo lo mismo ellos por su cuenta, sin necesidad de Ud.



(*) El autor es Director de la Escuela de Ingeniería Comercial de la Universidad ARCIS y de CENDA.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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