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La libertad tiene su precio

Hoy día el influyente diario electrónico El Mostrador.cl, líder informativo en Internet, está defendiendo su derecho a tener avisaje legal. La cadena El Mercurio pretende impedírselo y ha recurrido ante la Corte de Apelaciones de Santiago para ello. ¿Nosotros miraremos impasibles lo que ocurre? Por cierto que no.


Cada vez más la libertad política, supuestamente ocupando un lugar insigne en nuestra tabla de valores, no aparece en el listado de precios cotidianos. Esa lista de precios infame que pagamos por casi cualquier cosa que nos vende un mercado atosigado de baratijas, debidamente publicitadas. La libertad no aparece en ese listado puesto que no estamos dispuestos a pagar «un peso» por ella.



Hemos olvidado que la libertad política que gozamos hoy nos ha tomado miles de años de arduas conquistas. Los profetas de la justicia social del Antiguo Testamento fueron apedreados, torturados, aserruchados, muertos a espada, faltos de todo, oprimidos y maltratados. A Espartaco lo crucificaron junto con miles de esclavos por reclamar su libertad. Y no le fue mejor a los campesinos medievales que, dirigidos por Thomás Müntzer, se levantaron contra la opresión de los príncipes alemanes feudales. Y entre 1776 y 1826, los campos de batalla en América del Norte, Europa y América Latina quedaron literalmente regados de muertos.



Recuerdo nuestros trabajos por la libertad, hoy olvidados. ¿Qué alegría matutina nos trajo esa portada de la Revista Hoy de 1983, anunciando la libertad de Gabriel Valdés, las manos extendidas en señal de victoria? ¿Cuánta fuerza sostenida llevó a Mónica González contribuir a hacer de la Revista Cauce otro símbolo de la libertad de expresión y del periodismo investigativo y crítico? ¿Y qué decir del Fortín Mapocho, de la revista Análisis y Apsi? Se me vienen a la mente gente que respeto como Patricia Verdugo, Rafael Otano y Nibaldo Mosciatti. Y mientras el 6 de octubre de 1988 la oficialista La Nación, antiguo El Patriota, anunciaban el triunfo del Sí, nosotros leíamos La Época que nos daba la tremenda alegría del real triunfo del No. ¿Qué hubiese sido de nuestra libertad sin ellos?



Afirmo nuestras verdades, ya no valoradas. La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. La democracia no es el gobierno oligárquico del dinero ni el gobierno tiránico de la fuerza bruta. La democracia es el gobierno de la palabra del pueblo hecha opinión. Y la opinión democrática debe ser informada, crítica y autónoma. Para ello requiere basarse en fuentes de información pluralistas, fidedignas y confiables.



Pero estas verdades se nos han olvidado. Más bien, casi las matamos. Afirmamos en 1990 que la mejor política comunicacional en democracia era no tener política comunicacional. Se afirmó que un buen medio de comunicación tendría audiencia. Y que tal audiencia financiaría al medio de calidad que habría devenido en exitoso. Y que la concentración de los medios de comunicación, en manos de dos grupos económicos, no afectaría la libertad de expresión. Ello pues un pueblo crítico castigaría implacablemente al tendencioso, no adquiriendo el diario o revista «defectuoso». Trece años después podemos ver que ambos fueron colosales errores. A lo menos eso. Y Análisis, Hoy, Cauce, Apsi, Fortín Mapocho y La Epoca murieron bajo el peso de las inexorables leyes de un mercado no competitivo ni debidamente regulado. Y sus peores adversarios gozan de muy buena salud. Cada mañana salen casi quinientos mil ejemplares de ellos por todo el país.



¿Por qué? Básicamente porque crear un medio de comunicación exitoso supone una inversión inicial, el sostenerla en el tiempo y un servicio de distribución que es carísimo. De hecho, las dos más importantes y actuales cadenas noticiosas quizás no existirían si no fuera por el apoyo que les dio Pinochet a través del Banco del Estado de Chile en 1988. En segundo lugar, porque los medios de comunicación no son financiados mediante venta en kioscos, sino que mediante avisos publicitarios. Y todos sabemos que la publicidad de las grandes empresas es ideológica a más no poder. Y que los Ministerios del Estado prefieren avisar en las grandes cadenas, pues así ganan -o pretenden ganar- buena recepción en ellas y más difusión.



Hoy día el influyente diario electrónico El Mostrador.cl, líder informativo en Internet, está defendiendo su derecho a tener avisaje legal. La cadena El Mercurio pretende impedírselo y ha recurrido ante la Corte de Apelaciones de Santiago para ello. ¿Nosotros miraremos impasibles lo que ocurre? Por cierto que no.



No debemos desesperar ni pensar en grandiosos proyectos comunicacionales futuros. Más bien valorar lo que con gran esfuerzo ha resistido tan implacable ataque, asignarle un precio a nuestra «libertad política», y pagarlo mensualmente. Derechamente, no nos haremos más pobres si pagamos siete mil cuatrocientos siete pesos mensuales por suscribirnos a El Mostrador.cl y a Siete más Siete, otro pequeño titán del pensamiento crítico. No nos haremos más pobres en recursos, pero sí mucho más ricos en coherencia, autenticidad y libertad.



Creía que mi apoyo a la libertad de expresión pasaba por una columna semanal, que gratuita, humildemente y con gran esfuerzo he ofrecido por años a este medio electrónico. Lo hago junto con un puñado de orgullosos republicanos y demócratas. El recurso presentado ante la Corte de Apelaciones me ha recordado que no basta con ello. El martes, día del dios de la guerra, cuando salga esto publicado, seré suscriptor de El Mostrador.cl y de Siete más Siete. Me suscribiré por amor a la libertad. Invito a sumarse a tan bella causa.





(*)Director Ejecutivo Centro de Estudios para el Desarrollo, CED.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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