Ante la dramática situación por la que atraviesa la Argentina, una nueva forma de legitimación del capitalismo pareciera que pasa por mostrar la emergencia de un empresariado moderno preocupado por los temas sociales. Esa «preocupación» mostraría un compromiso real con la sociedad y sus problemas.
Aunque continúan haciendo la clásica filantropía, los empresarios contratan profesionales y «arman» equipos que estudian y proponen soluciones concretas a los problemas sociales desde un punto de vista «objetivo». Surgen jóvenes empresarios innovadores ahora también «voluntarios» de programas sociales. Todo centrado en la figura narcisística del líder, en el que las imágenes del triunfador joven, creativo y bondadoso confluyen linealmente.
Modernos ejecutivos especializados en «gerencia social», preparados para transformar un aparato público anquilosado y carente de transparencia con las novedosas técnicas «eficientes» de la gestión privada. Y por supuesto «apolíticos», con PHDs y ONGs y, sobre todo, con conciencia. Pareciera que los winners del modelo son los héroes de la compasión.
Paralelamente, una proliferación increíble de fundaciones, líderes sociales, programas de ayuda solidaria, eventos mediáticos, avisos clasificados, profusa bibliografía, cursos de capacitación, carreras universitarias y de post-grado acompañan el desarrollo de esta «nueva» sensibilidad social, consistente con los desafíos de la pobreza y el desempleo.
Para infortunio de los «crédulos» nada de lo anterior esta exento de la intención expresa de construir poder y dominio, sea comercial o político. Así, no se puede ignorar la creciente aparición de «empresarios» -eufemismo para decir «hombres/mujeres de negocios, muchos de ellos sin empresas- que se hacen «visibles» en la política, operadores de «social marketing», para hacer un verdadero lifting de las corporaciones, presentándolas con un «rostro» bueno y socialmente comprometido. En todos los casos, se trata de una creciente vulgarización vernácula de los conceptos más profundos sobre la responsabilidad social de la empresa en el capitalismo, incluyendo la ética empresaria (business ethics).
En este contexto, es bueno recordar que, paradójicamente, fue un empresario el primero en estudiar y medir la pobreza. Charles Booth y perteneció a la tercera generación de una familia de exportadores de Liverpool. Fundó con su hermano Alfred la compañía naviera The Booth Steamship Company con la que fue tremendamente exitoso durante la llamada primera globalización.
Simultáneamente a su actividad empresaria, Booth reaalizó un estudio que, por primera vez, midió la pobreza y que concluyó en un libro publicado en 1902: La Vida y el Trabajo de la Gente de la Ciudad de Londres, en 17 volúmenes. Se le atribuye haber inventado el concepto «línea de pobreza», metáfora que tomó observando la línea que marcaba en el casco los barcos de su firma el nivel de inmersión. Pero Booth pensaba que la pobreza no era sólo la cuestión de medición y estudio.
Su compromiso social no era algo qué practicaba «afuera» de su empresa, sino que comenzaba en ella misma. En tiempos en que no existía casi ninguna legislación laboral, estableció un plan de pensiones para sus empleados; un plan para compartir las ganancias de la compañía y bonos anuales que se daban a los trabajadores, especialmente en los períodos de recesión, para incentivar la productividad, que pagaban una alta tasa de interés y se acreditaban cuando el trabajador se jubilaba.
Booth se adelantó por varios años en la idea de que la ética empresarial era una responsabilidad social y pública. Su compromiso no era una cuestión empresaria, sino una ética personal. Calculó, por ejemplo, que necesitaba para vivir con su familia 1000 libras por mes en circunstancias de que ganaba 2000. Analizó que gastaba en alimentación 150 libras, pero como creía que los trabajadores estaban mal pagos -por lo menos en un 50%- consideraba que tenía que «devolver» de algún modo 75 libras. Además, examinando otros rubros de su consumo, encontró un «excedente de explotación» equivalente a 500 libras, que entregaba a los que necesitaban, simplemente «para que la humanidad volviese a ser lo que tenía que ser».
El trabajo que realizó sobre la pobreza demoró 17 años, y no por ello abandonó sus actividades empresariales: escribía de noche, durante los fines de semana, cuando sus viajes a Europa continental y a EE.UU. No pagó a otros para que levantasen los datos de su estudio. Aunque tenía ayudantes, él mismo convivía en la casa de las familias pobres estudiando su vida y sus hábitos. Pasaba semanas en los barrios más pobres de la ciudad. Al presentar los resultados de su investigación en la Real Academia Estadística de Londres afirmó que «en la vivencia con los pobres… y no en la estadística, radica el poder de cambiar el mundo».
Booth no organizó ninguna fundación, no aceptó subsidios públicos, ni pidió exenciones impositivas por las actividades que realizaba. Practicó el concepto de «empresa ciudadana», que implica tanto titularidad de derechos como de obligaciones. Así, afirmaba que la caridad era una dimensión de lo privado, pero que la responsabilidad social de una empresa era una obligación pública; perseguía la idea de que no podía existir una «racionalidad económica» por fuera de lo humano.
Charles Booth vivió muy frugalmente. Pensaba que la responsabilidad social de la empresa no consistía ni en una «ética post-ganancia», ni en una faí§ade para mejorar sus ventas, ni mucho menos en la construcción de un espacio público para el prestigio personal o para conquistar poder político. Antes que privatizar, pretendía que el sector privado más bien fortaleciera lo público para poder responder a la solidaridad del conjunto de la sociedad. Estaba inspirado por ideales morales y empeñado en demostrar que una empresa no era solo un instrumento para ganar dinero sino también, un proceso de producción y acumulación compatible con la justicia social.
* Argentino. Graduado en el London School of Economics. Ex Director de la Oficina de Unicef para Argentina en los años 90. Asesor regional de Unicef para América Latina y el Caribe en Políticas Sociales durante la década del 90, asesor en Políticas Públicas y Sociales para diversas asociaciones públicas argentinas.