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Pobreza y ciudadanía en el Chile actual


Hace unos días el Banco Mundial llamó a los gobiernos latinoamericanos a impulsar reformas profundas que reduzcan la brecha entre ricos y pobres, cada día mayor en América Latina. Uno de sus investigadores señalaba que «para superar la desigualdad que socava los esfuerzos que hacen los pobres por salir de la pobreza, éstos necesitan ejercer mayor influencia en las instituciones políticas y sociales, lo que incluye a instituciones y servicios públicos, de salud y de educación. Para permitirles lograr esa influencia, las instituciones deben ser totalmente abiertas, transparentes, democráticas, participativas y fuertes».



Al detenernos a mirar nuestra realidad social de nuestro país, podemos constatar que -si bien la pobreza ha disminuido considerablemente en términos cuantitativos- para muchas familias excluidas hoy es mucho más difícil vivir y enfrentar la realidad de la pobreza en la vida cotidiana. La pobreza se ha complejizado, afectando muchas más áreas de la vida de las personas. El miedo, el desamparo, la inseguridad, la incertidumbre en que se desenvuelve una parte importante de la población, cala muy hondo en las familias que viven en situación de pobreza. Como bien escribió una antropóloga, la pobreza de los noventa es una pobreza puertas adentro.



No se trata tan sólo de tener más o menos ingresos, acceder a un trabajo o tener más servicios sociales. Se trata de vivir en un contexto permanente de aislamiento, desconfianza y estigmatización; de un cierto abandono de parte de la sociedad representada en determinadas instituciones -como la iglesia, la policía, la escuela, el consultorio- que ciertamente cumplen entregando servicios, pero que no están presentes en los hechos que cotidianamente hacen la vida social, lo que va produciendo una constante frustración y dificulta generar una asociatividad básica en las comunidades. A esto se agrega la retirada de los partidos políticos como agentes de construcción de sociedad, de ideas y propuestas, que jugaron hasta el plebiscito un papel tan importante en la cultura de este país.



Podemos constatar que -asociado a lo anterior- en nuestras poblaciones, donde conviven pobres con menos pobres y con no pobres, emerge y se instala con fuerza un fenómeno de desintegración social, fruto precisamente de la desconfianza de unos con otros, de la diferenciación económica interna promovida por el sistema económico, de prácticas sociales frustradas, del escepticismo en relación a la acción colectiva. El tejido social se ha visto tremendamente debilitado, lo que constituye un cuello de botella para elaborar críticamente la participación social y ciudadana, indispensable a su vez para lograr políticas sociales que realmente contribuyan a la equidad y superación de la pobreza.
Por ello es fundamental construir ciudadanía entre quienes viven en situación de pobreza.



La ciudadanización es un proceso por el cual se pasa de la virtualidad de los derechos a la realidad de su exigibilidad y realización. En este sentido los movimientos sociales, que históricamente han realizado aportes clave a la superación real de la pobreza, continúan en búsqueda de nuevas estrategias. Tanto desde el plano de la creación intelectual como desde un plano más operativo, organizaciones sociales, dirigentes, profesionales, estudiantes y ciudadanía en general, han venido sumándose y aportando al proceso de ciudadanización de las personas que viven en pobreza.



Desde los movimientos sociales comprendemos la pobreza como un fenómeno del cual es responsable el sistema social que produce y reproduce injusticia y que funda su existencia y viabilidad en la distribución profundamente desigual e inequitativa de la riqueza. A lo largo de la historia de nuestra nación, los movimientos sociales han ido construyendo al interior de la sociedad, una idea de pobreza como un fenómeno que manifiesta una flagrante violación al derecho de grupos de personas que es inaceptable éticamente.



En una vinculación estrecha con lo anterior, nuestra mirada a las personas que viven en situación de pobreza, ha sido y es ante todo como personas dignas, capaces y creativas, con recursos y derecho a decidir cómo quieren vivir. Vemos a las personas que viven en situación de pobreza como actores protagonistas de su desarrollo, que son valiosas y valorables, con una cultura propia que tiene aspectos y valores, indispensables de involucrar en los procesos de desarrollo y de superación de la pobreza.
Por esta razón, desde los movimientos sociales hemos planteado siempre el rescate de la identidad propia, de los valores y cultura de los pobres, como una condición totalmente necesaria para hacer efectivas las estrategias de superación de la pobreza, pero principalmente para que sean los pobres quienes incidan en la creación, decisión y control de las políticas sociales destinadas a ellos.



Los movimientos sociales están llevado a cabo una fuerte disputa ideológica, cultural y de creación y recreación valórica, de concientización de derechos, de acumulación identitaria y rescate histórico entre los pobres. Se trata de una pelea que libramos en lo cotidiano para que la pobreza sea comprendida y asumida por quienes la viven como una condición que ha sido impuesta y que es mantenida por quienes tienen el poder político y económico -e incluso militar cuando lo requieren- y que significa una negación a sus derechos básicos de personas humanas.



La educación, la comunicación, la promoción de expresiones culturales propias han sido y son actividades importantes para que las comunidades y personas que viven en pobreza se asuman como sujetos de derecho.



En un plano más operativo, la promoción permanente de la organización de los sujetos y comunidades que viven en situación de pobreza, para que asuman la exigencia de sus derechos es tarea indispensable de los movimientos sociales en su tarea de ciudadanización de la pobreza. Los movimientos históricamente han jugado un importante rol político, impulsado procesos organizativos entre los pobres, para disputar a quienes mantienen el poder, los derechos legítimos que les son negados.



El protagonismo de los pobres, su concurso real en la creación del país, el tan voceado empoderamiento de los pobres pasa sin duda por la construcción de fuerzas propias capaces de conquistar lugares en la mesa y en eso, los movimientos sociales han dado grandes aportes, aunque a veces, en estos tiempos por ejemplo, tienden a opacarse y a que sus frutos sean menos visibles. Tenemos que, desde la sociedad misma, pelear los puestos en la mesa para exigir y decidir, y para eso hace falta estar organizados y tener estrategias para lograrlo.



En este día internacional de la erradicación de la pobreza, las ONGs como parte activa de los movimientos sociales, queremos invitar a reflexionar sobre el país que estamos construyendo y a que en la búsqueda de salidas que, sin dudas nos comprometen a todas y todos, lo hagamos valorando la inmensa posibilidad que significan las familias que viven en pobreza para nuestro país si logramos construir, con ellas, una sociedad más justa y equitativa.



(*) Presidenta Asociación Chilena de ONG Acción

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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