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La justicia y Pinochet

Bajo ningún punto de vista se puede considerar una victoria para los derechos humanos, el hecho de juzgar – incluso a un criminal acreditado – sin permitirle al acusado, ejercer plenamente su derecho a defensa.


La Corte Suprema ha decidido, en estrecha votación, retirar la inmunidad parlamentaria a Agusto Pinochet. De esta forma él podrá ser juzgado por las violaciones a los derechos humanos que se le imputan.



Los defensores de Pinochet alegan que su estado de salud es muy delicado para participar eficazmente en su propia defensa, y por lo tanto un juicio celebrado en estas condiciones seria una violación a su derecho al debido proceso. Este argumento se basa en principios jurídicos fundamentales del derecho internacional e incorporado a la Constitución Política de Chile.



Los abogados de Pinochet, esta vez, deberán demostrar de manera inequívoca que el estado de salud del general le impide someterlo a juicio.



Bajo ningún punto de vista se puede considerar una victoria para los derechos humanos, el hecho de juzgar – incluso a un criminal acreditado – sin permitirle al acusado, ejercer plenamente su derecho a defensa.



Entiendo la alegría de quienes han luchado una vida entera por ver a Pinochet tras las rejas. Ellos sufrieron por décadas la negación permanente de justicia. Ellos son las verdaderas víctimas de los derechos humanos.



Un proceso judicial no es justo ni razonable si el acusado no entiende los cargos en su contra. Un imputado que perdió la memoria no puede aportar pruebas para su defensa. Una incapacidad síquica lo suficientemente grave para impedir que el acusado participe en su propia defensa, podría -según el derecho internacional- invalidar el juicio.



Por otro lado, la avanzada edad de Pinochet no le impide ser sometido a proceso. Su deterioro físico tampoco. El tema es su incapacidad síquica.



Por ejemplo, el caso reciente de Maurice Papon, condenado por ordenar la deportación de 1.560 personas cuando ocupaba el cargo de secretario general de asuntos judíos en Burdeos, entre 1942 y 1944. Papon tenía 87 años al inicio del juicio y se le había practicado recientemente un triple by-pass al corazón. El tribunal que finalmente lo condenó tampoco lo consideró suficientemente enfermo como para que no pudiera cumplir su pena.



Resulta irónico que Pinochet logre eludir su responsabilidad en virtud de los mismos derechos humanos que su gobierno negó a muchos chilenos.









*Eduardo Yáñez Morel (Comité Pro-Defensa Ciudadana)




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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