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Un movimiento que recién comienza


El Presidente Nacional del Partido Demócrata Cristiano, Adolfo Zaldívar, en la madrugada del domingo 16 de enero, al declarar el triunfo de Soledad Alvear, convocó a todos los militantes a respaldar como un todo su candidatura presidencial y recalcó que en ello estaba cifrado el triunfo electoral del Partido y de la Concertación. Así será, estamos todos los militantes del partido que dirige dispuestos y comprometidos a cumplir plenamente con tan esencial cometido.



Evocando a Machado «todo pasa y todo queda», el fortalecimiento de un Partido y su candidatura presidencial quedan como un compromiso superior que se concretará en los próximos meses. Ha quedado también instalada la propuesta de Estado hecha por Adolfo Zaldivar que contribuye a realizar las correcciones que imperativamente requieren el sistema económico y político de Chile.



Siguiendo con el verso, éste afirma: «pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar». Ello, como un desafío imperativo de dar los pasos firmes que sean necesarios para superar el «desorden establecido» en nuestra sociedad. La profunda discusión que se provocó durante los meses anteriores y en la misma Junta Nacional, nos permiten afirmar que está surgiendo un importante movimiento de nuevas ideas.



Se trata entonces de encauzar, en todos los escenarios posibles, las ideas de una Nueva Concertación para enfrentar las injusticias que, entre otras razones, por falta de voluntad política no hemos podido resolver. Al respecto, cito las líneas de una carta que recibí hace unos días: «hay un malestar en el corazón del llamado ‘sistema’. Si el modelo económico es indiscutible, si sólo se trata de agregarle acentos más o menos en algunas áreas, de ponerle o achicarle participación estatal, de instalar una regulación por aquí y otra por allá, ¿por qué subsiste esa gran sensación de inequidad que se respira desde la galería? Yo no creo que la gran opción de lo político esté exclusivamente en acudir a la tecnocracia para resolver el gran malestar. Me parece que lo político tiene una función creacionista irrenunciable».



Ejemplos sobran para describir y demostrar dicho malestar. Lo primero que podemos constatar es la manifiesta soledad en que se encuentran las personas en nuestra sociedad: desempleo de padres y madres de familia; sueldos míseros en gran parte de los chilenos; los consumos básicos de agua, gas, luz y teléfono han sufrido un importante abandono al devenir del mercado; la educación desigual para millones de niños entregada a los municipios y a sostenedores privados; un franco deterioro de la salud pública; generación de verdaderos ghetos en las poblaciones; los malos tratamientos de nuestros pueblos indígenas, adultos mayores, jóvenes, minorías sexuales; deterioro del medio ambiente, etc… Un abandono del Estado, en función de una fuerte reducción de la cosa pública, que es lo mismo que abandonar el bien común.



Así, respecto del sistema de seguridad social que hoy existe en Chile, el que además hemos exportado a otras latitudes latinoamericanas incluso de Europa del Este, constituye un triunfo patente del neoliberalismo, un modelo «inteligente, lógico y eficiente», para guiar y regular las pensiones de aquellas personas que llegan a la edad de su jubilación.



El Estado para este modelo es un actor mínimo, que sólo establece algunas regulaciones que permiten evitar ciertas incoherencias, pero en la práctica, sabemos que desaparece la seguridad social y es reemplazada por un seguro individual que a la luz de los que están siendo los primeros «beneficiarios» no otorga tal seguridad. El Estado una vez abandonó a los jubilados para ponerlos a expensas del mercado de las AFP. Puede plantearse la necesidad de que los trabajadores, cuyos fondos sostienen el sistema, debieran tener derecho a voz y voto en las Administradoras. Esa puede ser una buena iniciativa para intentar democratizar ese mercado.



Hay otras ideas que pueden surgir, sin ideologismos, que permitan que la sociedad y una de sus principales formas de organización, el Estado, garanticen en lo concreto el bien común, protejan y cuiden a los trabajadores en la hora de su jubilación. Lo que el Estado abandonó debe ser corregido.



Con este mismo espíritu y fundamento ideológico se pueden enfrentar otras áreas propias del bien común, tales como la salud, la educación, el derecho laboral, las micro empresas y la pymes, el medio ambiente, las regiones y sus comunas, los pueblos originarios.. etc.



El neoliberalismo está protegido por el artículo 19 nros. 21 a 24 de la Constitución que actualmente nos rige. La forma extremadamente unitaria y la débil descentralización también consta en dicha constitución. Creo que es posible explorar la idea de un Estado que se fortalezca democráticamente en sus regiones y comunas, allí ha habido algunos avances pero se requiere su profundización.



Asimismo, en lo que dice relación con el régimen presidencialista ¿Por qué no apoyar otras buenas alternativas?. En fin, no es contradictorio corregir el neoliberalismo representado en áreas sociales y económicas concretas y enfrentarlo también desde la perspectiva constitucional. Por eso algunos nos atrevemos a decir que en Chile debe reestablecerse el poder constituyente y que es posible una revolución, de distintas magnitudes, en democracia.



El cambio es distinto cuando lo dirigimos en pos de un gran objetivo. No basta constatar cotidianamente la vorágine de los cambios, eso es como ver pasar el viento, se trata entonces de encabezar y conducir los cambios profundos que Chile necesita.



Está surgiendo una energía que se alimenta cada día de nuevas expresiones de rebeldía llena de contenidos liberadores. Se ha levantado un movimiento que no se detiene, que es más que un Partido y que hará remecer los cimientos de la injusticia.



Eduardo Salas Cerda. Abogado, militante D.C.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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