Publicidad

Los elogios de Foxley al sistema binominal


El senador Foxley, en una sorprendente declaración a un diario capitalino, se deshace en elogios al sistema binominal. Asegura que produce estabilidad y genera mayorías estables para beneficio de los gobiernos de turno. Extraña conclusión para alguien con tanta pericia numérica. Porque en realidad el sistema binominal tiende a producir, cuando se configuran coaliciones, un empate entre las dos más grandes. En realidad, el binominal no refleja la diferencia de porcentaje. Un bloque con un 46% y otro con 40% pueden tener el mismo numero de representantes, a menos que en algún distrito o circunscripción se haya producido un doblaje de la mayoritaria, cuestión muy difícil, como bien se conoce en Chile. Puede producirse con facilidad, sobre todo en las elecciones del Senado, un empate o una diferencia mínima, no correspondiente a la porcentual.



La argumentación de Foxley quizás constituya un lapsus. Es sabida su preferencia por las políticas de consenso. Cuando él detecta que el binominal crea gobernabilidad no es en realidad porque facilite la formación de mayorías, es porque exige la construcción de consensos, para no ser abstractos ni eufemísticos, y acuerdos con la derecha.



Pero las palabras del senador no solo diagnostican mal la función del binominal respecto a la producción de mayorías. Además, demuestran una escasa sensibilidad frente al problema de la justicia distributiva en el terreno electoral.



El senador actúa como un innovador. Hasta el momento los elogios del binominal habían corrido por parte de la derecha. Pero solo hasta ahí llega la originalidad de Foxley, pues sus ditirambos al binominal copian los argumentos clásicos de Jaime Guzmán. A este inno-imitador parece no importarle que el sistema binominal distorsione gravemente la voluntad popular expresada en las elecciones, dejando fuera del Parlamento a candidatos con más de un 20% mientras sale electo un «arrastrado» con mucha menor votación.



El senador podrá argumentar que distorsiones parecidos se pueden producir en un sistema proporcional, aun si éste fuera corregido. Hay que aceptar que eso puede ocurrir pero sin que el perjuicio sea sistemático. En el binominal los afectados son siempre los del tercer bloque, lo que le da a la distorsión un carácter ideológico.



En realidad este dispositivo electoral fue construido para eso, para marginar de la representación a los minoritarios. Y el sistema ha actuado con eficiencia para dejar fuera del Parlamento a los contrarios al modelo neoliberal. Por eso suenan bastante cómicas las plañideras peticiones de alternancia de la derecha, cuando la esencia del modelo consiste en crear una competencia electoral imperfecta.



Por la existencia de trucos como el binominal muchas personas optan por no integrarse al sistema político, porque no desean participar en simulacros. La algarabía reciente en torno a las reformas constitucionales pasó, en general, por alto la permanencia de este dispositivo electoral injusto ideado por Pinochet y sus secuaces constitucionales.



Son lamentables por ello los elogios de Foxley, en especial por su contenido. El senador deja de lado cualquier consideración normativa sobre la necesidad de democratizar el sistema político para centrar su análisis en razones de gobernabilidad. Su punto de vista está inspirado en el más pragmático realismo, ése que solo percibe dos pasos hacia adelante.





*Tomás Moulian. Rector de la Universidad ARCIS.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias