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Un peligroso de honor


Una situación peligrosa reviví en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) el jueves 7 de Julio de 2005 a las 19 horas. Vino desde México peligroso un argentino peligroso que re-unió a gente a escuchar poesía, y que el día anterior había ingresado a La Moneda a recibir un premio con el nombre de alguien que hace años también fue considerado peligroso y por ello fue proscrito.



Se hablaron temas peligrosos de hace pocos años, se habló de dolores recientes y se predijo que el peligroso visitante seguirá recibiendo más premios, una predicción que desde ya pienso puede ser inútilmente peligrosa, creo. Había mujeres posiblemente peligrosas (una alemana de cabellera pelirroja, viuda de un artista plástico peligroso), solteras peligrosas e inofensivos oyentes de textos peligrosos.



Peligrosamente le dije, a una buena moza mujer al lado de la cual estuve más o menos peligrosamente sentado, que los diminutivos que estaba escuchando parecían peligrosos. Como, por ejemplo, «Â…decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito/ debía tener unas 12397 mujeres en su/mujerÂ…». O como este otro caso: «Â…te mostraré mi rabioso corazón/ te pisaré loco de furia/ te mataré los pedacitos/ te mataré uno con paco/ otro lo mato con rodolfo/ con haroldo te mato un pedacito más/ te mataré con mi hijo en la mano/ voy a venir con diana y te mataré/ voy a venir con jote y te mataré/ te voy a matar, derrotaÂ…».



A continuación le comenté que los cuatro poetas portugueses que estaban siendo nombrados y que habían sido alimentados por un indefenso funcionario público, eran cuatro peligrosos heterónimos en uno. Luego le advertí en voz baja que la referencia a Cátulo («Â…Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con que odio/ esta esperanza que come panes desesperados/ Aquí pasa, señores,/ que me juego la muerteÂ…»), podía ser también peligrosa, que la profesora de lingüística le había encargado una tarea altamente peligrosa al indicarle que asistiera a este encuentro.



El visitante, en tanto, hablaba poemas en voz peligrosamente baja, como un bandoneón jubilado de tanto peligroso tango en memoria de los párpados caídos en tantos ojos claros, haciendo aparecer imágenes y remembranzas dolorosamente peligrosas, con palabras que dejaron visiblemente claro su extremo peligro.



El encuentro cumplió con una oferta pero no con una promesa, la invitación decía que al final habría vino de honor y éste no alcanzó para todos los asistentes, incluido el ilustre visitante, pero hubo poesía y peligro de sobra (más de las palabras que aquí sobran). Estimo que la poesía sí alcanzó para todos los inasistentes y si quedó un resto sin repartir, ellos no más se lo perdieron.



Se me estaba olvidando darle las gracias al amable visitante, por acceder a mi petición de escribir en su libro «Gotán» (que compré ese mismo día para regalarlo) una dedicatoria para mis hijos. Además agradezco a la persona desconocida que me prestó (le solicito me indique cómo contactarlo) los mil pesos que me faltaban para comprar el libro antes mencionado y que el visitante autografió, mientras le contaba que éste era mi segundo encuentro con él, y que el anterior había sido un afiche que un hermamigo vio en la frontera chileno-argentina, un afiche donde aparecía con triste rostro y tenía una escueta leyenda que decía SE BUSCA, dando a entender que era un peligro para Argentina en esos tiempos, frente a lo cual el visitante me respondió, con una sonrisa en la boca, «todavía soy un peligro o espero serlo».



Por último, agradezco a un peligroso abogado en retiro, poeta y ex alumno del Internado Nacional Barros Arana, como yo, por darme el aviso de lo que se reviviría y porque gracias a eso pude ver, mirar, oír, escuchar y saludar al poeta tremendo Juan Gelman -quien dijo que en Chile se sentía como en casa (y estoy seguro que no eran sólo palabras de buena crianza)- en un rincón de la SECH, en la calle Almirante Simpson, el jueves 7 de Julio del 2005 a las 19 horas. Y agradecerle además porque me recomendó llegar temprano para ganar un buen lugar, y así tener el honor de ser uno de los invitados. Aunque, para ser franco, me parece sospechoso que el peligro se vuelva inofensivo de un día para otro. Y que pase lo mismo con la poesía.





Víctor Hugo López, es Ingeniero de Ejecución en Computación e Informática y poeta. comentarios a vhl@vtr.net.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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