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La formación de capital humano en Chile


Cuando se recorre Chile, se percibe claramente que los déficit ya no están por el lado del capital físico sino por el lado del capital humano. De ahí la necesidad de dar un impulso decisivo al sistema educacional y de capacitación para alcanzar un nivel sustentable de desarrollo. El desafío que en este minuto enfrenta Chile y su sistema educativo sólo es comparable a iniciativas materializadas a mediados del siglo XX como la creación de Corfo o a la gran transformación en obras publicas realizada por los gobiernos de la década de 1940.



Para mejorar los niveles de desarrollo económico se requiere que mejoren los niveles de productividad, lo cual se puede lograr fortaleciendo y mejorando sustancialmente todas las instancias del sistema educativo nacional. ¿Cómo? En términos generales, a través una mejor calidad de la educación recibida por las personas y del aumento de la cobertura de todos los niveles de educación.



Entre las opciones a considerar está trabajar en el mejoramiento de la enseñanza media técnico profesional -sistema que atiende a casi la mitad de los estudiantes de enseñanza media del país- y en el fomento a la educación superior técnico profesional. Esta última es una herramienta altamente difundida en países europeos, pero que acá no goza de un reconocimiento adecuado.



Las medidas anteriores deben complementarse con esfuerzos por el fomento a la capacitación en el segmento laboral, especialmente en el de las Pequeñas y Microempresas, donde se ubica la mayoría de los trabajadores del país, y que se caracteriza por contar con una menor productividad y enormes requerimientos de incrementar su capital humano.



Con todo, es fundamental concentrar los esfuerzos, sobre todo, en la etapa de escolaridad, básica y media, dado que ese es el momento en que la mayoría de la gente obtiene gran parte de sus competencias.



Ello explica que el reciente anuncio hecho por las autoridades respecto a los mayores recursos que tendrá el Fisco para los próximos años comienza a abrir grandes expectativas en el sector educación.



En Chile la inversión realizada por el Estado en un estudiante de educación publica alcanza los US$ 500 anuales durante aproximadamente 12 años, lo que equivale linealmente a una inversión de US$ 6.000. Para graficar los desequilibrios que afectan el desarrollo del capital humano en el país se debe considerar que cuando este estudiante pase al mundo laboral, la inversión promedio anual en capacitación caerá a US$ 30. Y que de acuerdo a las cifras actuales, le corresponderá capacitarse cada 6,5 años. Dicho de otra manera, su productividad no sufrirá grandes cambios y estará básicamente relacionada con las competencias básicas obtenidas durante sus etapas de escolaridad formal.



El aumento de productividad que el país necesita no ocurrirá por arte de magia. Debe ser un esfuerzo de inversión mucho más profundo que el actual, y provenir, además del Estado, tanto de las empresas a través del sistema de capacitación, de las familias de los estudiantes en edad de invertir en educación técnica y superior, y de los propios trabajadores en su interés por entrenamiento y capacitación continua.



El rol del Estado debe entenderse como de fomento y de regulación para aumentar la eficiencia del sistema, además de financiamiento por razones de equidad, para apoyar a quienes, queriendo invertir, estén sujetos a restricciones de financiamiento.
Una manera de planificar el desarrollo de Chile es observar la realidad de la infraestructura económica y productiva desde la perspectiva de las personas, y canalizar sus aspiraciones hacia inversiones en capital humano que muy probablemente tendrán una altísima rentabilidad para ellas y para el país como un todo.



*Osvaldo Jara Gómez. Economista, Universidad de Chile. Magister de la Universidad de Georgetown, EEUU. Licenciado en Ciencias del Desarrollo del ILADES, con mención en Economía de la Educación.










  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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