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Sebastián Piñera, por la boca muere el pez


Para G. F. Hegel la plegaria del ciudadano moderno es la lectura de los diarios. Un ritual al cual nos lanzamos con ardor los domingos la tribu de chilenos internautas de aquí y allá. Sin información veraz y trabajo periodístico de investigación -además de actitud crítica del lector-, no hay salvación posible. Leamos entre líneas entonces.



Es con sorpresa y estupor que recorro la entrevista en la prensa al candidato de la derecha, Sebastián Piñera, donde declara sus cuantiosas propiedades ecológicas en Chiloé, mantenidas hasta hace poco en sepulcral secreto. Por ella me entero además de algunos datos de la vida privada y de las medias verdades- lo que equivale a mentir por omisión, o manipular- que este gran burgués liberal, postulante al liderazgo de su clase, nos quiere hacer tragar.



El candidato de RN nos cuenta que se levantó a patita pelada temprano un domingo en la mañana a buscar el diario para leerlo en la cama (un punto para los servicios de comunicación de Piñera) (1). Me asalta de golpe una vulgar y disparatada reflexión ante tan familiar imagen de la cultura chilena; este hombre no tiene ninguna preocupación por lo doméstico, porque quienes metemos la ropa a lavar sabemos que la tinta de los impresos mancha. Pero los detalles de la vida cotidiana están a leguas de quienes viven concentrando poder, riqueza y fabricando imagen. Para el presente caso lo que realmente importa es la pregunta, que según él, le hizo su Sra. esposa en la intimidad de su lecho, al leer el titular de El Mercurio aquella mañana: «¿Qué hiciste en Chiloé?».



Tal como la cuenta un zorro de la política como Piñera, nadie se la puede creer. Es un cuento para la galería en un país de «cocagne» salido de la imaginación de los hermanos Grimm. Si el brillante alumno de Harvard, varias veces millonario en dólares, amante del poder y la seducción se levantó tan temprano, fue porque lo datearon que El Mercurio iba a revelar información acerca de sus andadas como «empresario ecológico» en Chiloé (realmente una moda burguesa). Es por eso que sus asesores en comunicación política, reunidos en «célula de gestión de crisis»(2) le dijeron que la mejor estrategia en estos casos de pérdida de capital de simpatía, es la ofensiva: ganar el quién vive, entregar los datos, quemarle la información al adversario, confesarse públicamente con la sacerdotisa mercurial Raquel Correa, y construirse una imagen de salvador de Gaďa, -la diosa naturaleza- una caricatura de sí mismo, la de un Tompkins criollo con calcetas y gorro chilote.



AquÍ viene lo serio. Salimos del terreno de las suposiciones y entramos en el plano de la información dura con alcance político y social. Forzado por la magnitud de los hechos y por sus repercusiones en la raquítica competencia presidencial en pana de ideas, el candidato derechista se consigue una entrevista en El Mercurio donde utilizando «l’effet surprise» nos apabulla con la inmensidad del capital ecológico del cual se ha apropiado, en toda «legalidad», por supuesto.



Se trata del Proyecto Chiloé; nada menos que 120 mil hectáreas de su propiedad, donde se encuentran «25 lagos, una costa sur donde desembocan 15 ríos cristalinos, con costa del Pacífico y acantilados de 50 metros», donde vive la «ballena azul», de la cual el barón capitalista se refiere poéticamente, «como el animal más grande que ha existido en la historia, pacífico y tierno capaz de nadar del Polo Norte al Polo Sur». Tomamos nota que en el enclave chilote viven 30 a 40 familias huilliches en una caleta de pescadores, «una bahía maravillosa» que se llama Inio. Guardando algunas proporciones nimias, se trata de un feudo.



No nos importa el sesgo de thriller político-policial que se le quiso dar al asunto. Las zancadillas entre piratas y corsarios son parte de la literatura infantil.



Esto vale. Según Piñera, el gobierno declaró por boca del ministro Vidal «que su proyecto empresarial de carácter ecológico es limpio transparente (sic) y bueno para el país». Declaraciones que trascienden las quejas de «guerra sucia» y de «conspiración» en contra suya.



Constatamos que el modelo neoliberal no tiene límites en su voracidad, aún más, se extiende y profundiza con la mirada complaciente de la Concertación. El «paraíso terrenal» privatizado del candidato de RN le pertenece por el momento, lo que no impide que sea vendido más tarde a cualquier otro empresario global que no tenga los escrúpulos de Tompkins, quién, a su muerte, donará su Parque al Estado. Por lo que cae de cajón que Piñera, en un magnánimo y patriótico gesto de landlord criollo tendría que desprenderse ahora, en honor al servicio público y a la Nación, de sus 120.000 hectáreas chilotas.



Pero aún así, lo que hay que parar es la carrera capitalista global por apropiarse de la biodiversidad nacional y planetaria.



Son sólo un puñado de mortales tocados por la gracia del dinero -obtenido quién sabe cómo- los que compiten por atribuirse la explotación de lo que en Estados democráticos sólidos es un Bien público de goce universal, con manejo ministerial y evaluación de impacto ambiental a cargo de expertos, cautelosos de la propiedad colectiva, de los intereses de las mayorías ciudadanas y de las reglas del juego democrático.



No es el caso en Chile, donde ningún candidato, de los tres que corren en realidad, se ha manifestado sobre qué país queremos dejarle a las generaciones futuras.



Aquí hay un problema de responsabilidad social y ecológica de un Estado que renuncia a su función de garante del Bien Público, así como de elites partidarias que permanecen impertérritas ante las privatizaciones del patrimonio ecológico nacional. Y esta vez en democracia.



(1) La proximidad, el contacto humano con el hombre político en su entorno íntimo, donde vive la incertidumbre al igual que cualquier mortal, pese a su fortuna, es el efecto buscado por la TV, el medio dominante. El impreso sigue a la TV y la periodista conoce bien ese registro.
(2) Cuando Tylenol fue víctima de un atentado en los ’80, consistente en introducir algunas patillas envenenadas en alguna docena de frasquitos, la dirección de la compañía toma inmediatamente la ofensiva y retira todas los envases de la venta, asumiendo la defensa de los consumidores. Desde ahí una buena estrategia mediático-comunicacional consiste en confesarse rápida y públicamente, reconociendo directamente algunos hechos. Todas estas empresas poseen «células comunicacionales de gestión de crisis».



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Leopoldo Lavín Mujica es profesor del Departamento de Filosofía del Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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