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La espinosa guerra anti-imperialista de los salmoneros


Carlos Vial Izquierdo subió sus lentes ópticos sobre la frente, echó hacia atrás su gruesa figura y abriendo mucho la boca, expelió su patriótico mensaje, «los salmoneros no nos vamos a dejar intimidar por bravatas imperialistas, ni frivolidades de millonario gringo». Nunca se imaginó Vial Izquierdo, presidente de Salmón Chile, que a sus 51 años se encontraría en la sureña y apacible Puerto Varas, ciudad dormitorio del empresariado salmonero, la popular «Salmonville», realizando una declaración anti-imperialista y xenofóbica, en la cena anual de los empresarios del salmón.



«Quizás me estoy descuadrando un poquito…», debe haber pensado Vial Izquierdo, acordándose que él mismo es miembro de la norteamericana coalición empresarial Salmón of The Americas (Sota), y que además su sector empresarial está bajo creciente control de compañías transnacionales holandesas, noruegas, españolas y japonesas.



«Pero es que el gringo me sacó de mis casillas», se debe haber respondido a sí mismo. Vial pensaba en su vecino y stakeholder Douglas Tompkins, quien el día anterior a la cena había respaldado públicamente a las organizaciones ambientalistas chilenas que exigían al Estado mayor regulación y control de la expansión de la industria del salmón. Era la segunda vez que la situación parecía salirse de madre.



En julio pasado en Puerto Montt, capital salmonera, estas organizaciones habían aprovechado el denominado «Diálogo del salmón» para realizar este llamamiento, exigiendo frente a SalmónChile y Sota, un cese temporal o moratoria a la entrega de concesiones para cultivo de salmón, hasta que el Estado pudiese desarrollar una real capacidad de regulación y control ambiental, laboral y sanitario, que asegure a los ciudadanos, comunidades costeras y los consumidores, que efectivamente se están respetando las leyes nacionales, el medio ambiente, los derechos laborales y la salud pública en las regiones de Los Lagos, Aisén y Magallanes.



Los aplausos y vítores de sus colegas salmoneros lo motivaron a ser aún más amenazador. Vial-Izquierdo levantó su índice e indicó con un tono que le recordó a su padre en los años ’70: «Al gobierno que le quede claro que, aunque le haya permitido a este extranjero partir la tierra en dos, no vamos a aceptar esta Colonia Dignidad, un sub país, en nuestra propia región, con normas dictadas por un fanático».



La comparación le había parecido genial. Aunque de pronto se acordó que la Colonia Dignidad, había sido apoyada durante décadas por varios de los conspicuos empresarios que estaban allí sentados.



El intendente de la Décima Región, que estaba en el centro de una mesa, cuando escuchó la filosa frase contra el Presidente de su Gobierno, se arregló el nudo de la corbata. El Ministro Secretario General de Gobierno, Osvaldo Puccio, y diversos parlamentarios oficialistas, presentes en la cena, se miraron y se movieron algo inquietos. Al vocero de la Moneda se le vio frenar discretamente con su servilleta aquella delatora gotita de sudor que resbalaba por su frente, y enrojeció. Mantuvieron un silencio cómplice y desearon, en ese momento, pasar desapercibidos como cualquier salmón en una abarrotada balsa-jaula.



El Presidente Lagos (el «Presidente de todos los Presidentes»), acababa de crear hacía una semana el Santuario de la Naturaleza Parque Pumalín, apoyando a la idea de Douglas Tompkins.



Carlos Vial bajó del púlpito salmonero y sintió por los aplausos de sus colegas e invitados de «distintos calibres», que de algún modo su discurso estaba pasando a la historia de la salmonicultura chilena. Iniciaba un camino propio, con el estilo del cowboy emprendedor. Un camino que ya no soporta las ideas reguladoras y estatistas de los ambientalistas, políticos y sindicaleros. Iba a aplicar la «Pax salmonera», donde el único Parque bueno en Chiloé es el parque industrial. La única planta buena en Aisén, es la planta procesadora, y el único ambientalista bueno, es aquel que negocia Códigos ambientales y sociales a puerta cerrada.



Al día siguiente se entregaron los premios del voluntario y no vinculante «Acuerdo de Producción Limpia» (APL). Vial-Izquierdo echó una mirada a las autoridades presentes y se dio cuenta que el Ministro de Economía no había llegado a la anual ceremonia de auto bombo salmonero en Puerto Varas. Quizás era una diplomática señal desde La Moneda, indicando que los tiempos de apoyo incondicional de «Papá Estado» están cambiando para esta ruidosa y anti-imperialista industria.



Los hechos han sido demasiado brutales los últimos meses. 11 trabajadores salmoneros chilenos habrían muerto durante los primeros ocho meses del año por falta de medidas de seguridad. La Dirección Regional del Trabajo ha multado en reiteradas ocasiones a las salmoneras, incluida una transnacional holandesa, por violar la legislación laboral. Por su parte, Sernapesca ha cursado 114 infracciones en un total de 1.126 centros de cultivos inspeccionados durante el 2004 y 2005, por la falta de planes de contingencia para escapes de salmones e inapropiada disposición de desechos industriales.



Parece que las críticas y observaciones de Tompkins, ambientalistas y consumidores tienen razón, independiente de su nacionalidad. Por ello, citando al escritor uruguayo y latinoamericano Eduardo Galeano podremos señalar en un cercano futuro que » llegará el día que seremos todos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de trabajo, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido donde hayan vivido».



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Juan Carlos Cárdenas es director ejecutivo del Centro Ecocéanos

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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