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Los impresentables


Bastó que el Presidente Ricardo Lagos, de regreso de la ONU. expresara con firmeza que la derecha colaboracionista nunca ha reconocido públicamente sus errores, para que la UDI y el propio candidato Joaquín Lavín perdieran la compostura.



Las histéricas reacciones negacionistas provienen de quienes son confrontados a su pasado de cómplices en el silencio de los crímenes de la dictadura militar. No quieren reconocer que sus gestos fueron reñidos con la moral y la ética de origen liberal y democrática.



Tampoco pueden medir el alcance de sus reacciones en una sociedad donde gozan de todos los derechos que les ofrece una democracia. Sin que siquiera se les haya tocado un céntimo de sus dudosas riquezas amasadas durante los años de dictadura, ni que se les haya modificado en un ápice la estructura del sistema de dominación con el cual hasta el momento «reinan, pero no gobiernan». Sin embargo, siguen dando pruebas, cada vez que pueden, que muchos de ellos se integraron a regañadientes al juego democrático.



Quizás porque nunca han adherido realmente a los valores compartidos por los demócratas. Y entre ellos, a los que son consensualmente reconocidos porque fijan la línea de demarcación entre democracia y tiranía: el derecho a la vida, las libertades individuales y las libertades políticas de estirpe democrática resultado de las luchas por la Igualdad.



Es imposible entonces que esta fracción de la derecha, nostálgica del pinochetismo, pueda entender los resortes políticos de las declaraciones del Presidente de la República después de una misión diplomática que reunía a los representantes de los Estados del planeta en la ONU. No les ayuda la amnesia selectiva que los obliga a borrar el pasado o construirlo a su pinta. Olvidan que las comisiones y los Relatores Especiales de Derechos humanos de la ONU condenaron ante el mundo al régimen opresivo al cual rindieron pleitesía. Que Chile fue considerado en aquel entonces un país donde «el peso de la noche» que ejerció el pinochetismo fue comparable al del nazismo.



El encierro ideológico blindado por creencias dogmáticas, trasnochadas e integristas en el cual viven, les impide entender la dimensión del Estigma Pinochet. Un ejemplo más de que son incapaces, no sólo de apertura frente a los avances del Derecho y la evolución de las mentalidades -donde no hay vuelta atrás-, sino que también son inaptos para gobernar.



Ignoran que en el contexto discursivo propio de la cultura de las Naciones Unidas todos los Estados intentan cumplir los requisitos de un Estado de Derecho. Y el capital de prestigio de un país y de sus autoridades, quiérase o no, se evalúa por la coherencia entre el discurso y la práctica. Ni se imaginan Novoa, Lavín o Cardemil, lo embarazoso que debe haber sido para Ricardo Lagos, aquel momento en que uno de sus pares -o un delegado internacional-, le formula la pregunta: «¿Cómo es posible Sr. Presidente que su gobierno y los partidos de la Concertación no puedan juzgar a Pinochet y a sus colaboradores por esos crímenes que constatamos en nuestros informes?, ¿Cómo es posible que no utilice su legitimidad de autoridad electa, con inmenso apoyo ciudadano, para que el dispositivo de justicia se decida a aplicar el Derecho y juzgue a Pinochet y a sus adalides civiles? Además, Sr. Presidente, parece que sus medidas no han sido muy atinadas: indultar a un ex militar autor del horrible crimen de un dirigente sindical demócrata, no ayuda en nada al ‘Nunca más’, sino que menoscaba el Deber de Memoria y el Derecho, como tampoco ayuda a la causa de la Justicia, el nombrar en la Corte Suprema a un juez favorable a las impunidades de crímenes imprescriptibles.»



El 11 de septiembre del año pasado, Ariel Dorfman, analizando en el New York Times las ironías de la historia y las revelaciones del Comité del Congreso norteamericano encargado de pesquisar las cuentas bancarias sospechosas de pertenecer a Al Qaeda, escribía: «Durante la investigación, los congresistas norteamericanos descubrieron que un terrorista extranjero llamado Augusto Pinochet Ugarte depositó US$ 8 millones de dólares en una cuenta en el centro de operaciones del Riggs Bank de Washington. Tal revelación abrió la puerta para que un juez lo interrogara sobre sus finanzas». El resto de la historia se puede leer en la crónica policial de los medios del mundo entero.

¿Cómo olvidar que hace 29 años, en Washington, un atentado terrorista, cuya autoría intelectual remonta al núcleo duro del Estado militar y a connivencias con la CIA, el primero de la historia llevado a cabo en suelo de los EE.UU., les arrebató la vida a Orlando Letelier y a la ciudadana norteamericana Ronnie Moffit.



De ahí la situación inconfortable que el Presidente de Chile tuvo que vivir en la ONU, cuando al referirse en su discurso a la necesidad de liberar al mundo de la amenaza terrorista, debió reconocer, en su fuero interno, que en la democracia chilena hay un terrorista internacional -ex Jefe del Estado- suelto e impune en el salón de la casa.



Puesto que la derecha, la UDI, y su abanderado presidencial, no quieren reconocer públicamente sus errores pasados, tampoco pueden pretender gobernar Chile. Otro error político monumental que los relega al papel de personajes de opereta, impresentables en la escena nacional e internacional.



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Leopoldo Lavín Mujica es profesor del Departamento de Filosofía del Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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