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Asegurando los intereses de Chile


El inédito valor alcanzado por nuestro principal commodity de exportación en los mercados internacionales, ha permitido financiar iniciativas de diversa índole orientadas principalmente a otorgarle un mayor grado de seguridad a la ciudadanía.



Así, varias de las primeras 36 iniciativas comprometidas a ser cumplidas por el actual gobierno en tan solo 100 días, se refieren a elevar las condiciones de vida de cientos de miles de chilenos que requieren de un apoyo mas focalizado para así poder enfrentar los múltiples retos tan disímiles que se les presentan, ya sea en la formación de un hijo o el pasar una vejez mas digna. En el fondo, lo que se busca es aprovechar el favorable momento económico por el cual atraviesa Chile para dotar a sus habitantes de algunas herramientas que les sean útiles para incrementar su tranquilidad.



Del mismo modo y, empleando los recursos disponibles a través de un fondo asignado por ley, proveniente de los excedentes que se registran a través de la venta del mineral rojo, nuestras Fuerzas Armadas han podido adquirir equipamiento orientado a renovar material obsoleto y contar así, en un plazo no mayor, con fragatas, helicópteros, submarinos, tanques, aviones de combate y misíles, que refuerzan la capacidad disuasiva del país que es hoy, según observadores internacionales, el «más competitivo de la región».



Sin embargo, pareciera que algo está faltando en esta ecuación que tiene por objeto elevar la confianza de la gente en torno a que cuenta con un país preparado para cualquier vaivén que se le pudiese presentar y atentar en contra de su presente bienestar. A mi entender, eso se traduce en actualizar las condiciones de trabajo y de vida para los funcionarios que se desempeñan en el Ministerio de Relaciones Exteriores, incluyendo por cierto a los funcionarios del Servicio Exterior.



Los diplomáticos de carrera de nuestro país son ciudadanos altamente capacitados y experimentados, quienes luego de rigurosos exámenes escritos y orales son escogidos para cursar dos años de estudios en un centro de formación de reconocido prestigio internacional, para luego desempeñar funciones durante toda su vida útil como funcionario público tanto en Chile como en el extranjero, con todos los vaivenes personales, profesionales y de permanente formación que aquello conlleva, motivados principalmente por su vocación de servicio para defender los principios y valores que nos identifican como país y en el momento histórico en el cual nos encontramos.



Porque está más que claro que en un mundo globalizado e interdependiente, la seguridad de una nación se alcanza por medio de la suma de un conjunto de factores tales como una mejor distribución de los recursos; mayor alcance de los programas de educación; recreación para minimizar los riesgos asociados a una vida sedentaria; igualdad de oportunidades para acceder a empleo y beneficios de carácter social; protección efectiva de nuestros frágiles ecosistemas; fuerzas armadas altamente adiestradas y equipadas con tecnología de punta y, por cierto, de profesionales públicos capacitados en las técnicas requeridas para hacer valer la posición de Chile, sea en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o en la mesa de negociación de un Tratado de Libre Comercio.



Los diplomáticos de carrera deben ser considerados como un elemento esencial en la formulación y posterior ejecución de aquellas políticas que tienen por finalidad incrementar nuestro prestigio internacional, sea por medio de iniciativas de seguridad, económicas, culturales, consulares, multilaterales, en fin, el abánico de funciones cumplidas por un integrante del Servicio Exterior de Chile son hoy tan distintas y evolutivas en un mundo lleno de agilidad como son, por ejemplo, las canciones disponibles en sistemas de download musical como lo es www.napster.com.



Y tal como todo hoy está en constante evolución, también cambian las condiciones de vida y requerimientos de carácter técnico y económico que resultan importantes ir adecuando períodicamente, especialmente para perciben mensualmente – por ejemplo – el pago de asignaciones familiares con montos aprobados en la década de los sesenta del siglo pasado. Porque no es por falta de interés de sus funcionarios del Servicio Exterior, por ejemplo, que Chile no cuente hoy con ningún diplomático profesional comunicarse de manera fluída en chino mandarín, en instancias que hemos sido el primer país del mundo capaz de negociar un acuerdo bilateral de comercio con la República Popular China. Este talón de Aquiles de nuestro servicio es más bien producto de una falta de recursos, interés por parte de la autoridad o de la baja prioridad que se le ha asignado al tema.



Lo mismo sucede al no avanzar en la negociación de acuerdos bilaterales que permitan a las (los) cónyuges de los funcionarios diplomáticos trabajar en los lugares donde se encuentran destinados. Los sueldos y asignaciones actualmente cancelados a los integrantes del Servicio Exterior no son lo sufientemente atractivos para que sus cónyuges estén llanos a perder 5 o 10 de sus mejores profesionalmente productivos años de vida, acompañando en un destino a sus esposos (as) y teniendo presente la imposibilidad de desarrollarse íntegramente como persona en el siglo XXI.



De ahí que resultaría difícil comprender si no aprovechamos el momentum para asignarle una alta prioridad nacional enfrentar con decisión y en un plazo prudente, aquellos temas vinculados a profesionalizar la carrera diplomática y dotar a sus funcionarios de los elementos que les permitan desempeñar sus funciones en representación de Chile, de una manera que esté acorde con los tiempos que vive el planeta.



Porque hace veinte años, Chile estaba literalmente aislado de la comunidad internacional y hoy, en democracia, somos protagonistas de numerosas acciones en diversos campos y regiones. De ahí que no se puede continuar con un sistema de conducción rígido y que no se asimila al accionar de cancillerías de otros países ágiles y modernos en el ámbito internacional.



Ciertamente existen fallas en el sistema que se pueden tornar profundas e irreparables si acaso no las solucionamos de una manera creativa e inteligente, considerando a la vez que el funcionario diplomático muchas veces cuenta con una familia detrás, la cual también está siendo sometida – crecientemente – a diversas presiones que inciden en el desempeño de aquellos profesionales que están en permanente servicio de los intereses políticos, económicos y de seguridad que persigue el país.



De igual forma hay que actualizar los elementos de gestión en la administración de todos los recursos – financieros y humanos – asociados al quehacer de nuestra Cancillería, para que nuestro Ministerio de Relaciones pueda responder de manera eficiente a los retos que le presenta la nutrida agenda de nuestra política exterior, incluyendo por cierto aquellos aspectos relacionados con la motivación y un necesario reconocimiento a metas cumplidas.



Porque contar con un Ministerio de Relaciones Exteriores competente y fortalecido por medio de recursos técnicos y financieros es un plus para cualquier país emergente que tiene por delante el cumplimiento de tareas de primer orden en los campos bilaterales y multilaterales.



Tal vez no es aún el momento para poner sobre la mesa la idea de abrirse a la posibilidad de incorporar a la Cancillería entre los beneficiarios de los excedentes de la venta de cobre en el mundo. Pero no es menos cierto que tal como país estamos dispuestos a financiar la renovación de material obsoleto de defensa con dineros especialmente asignados por ley para incrementar nuestra capacidad disuasiva, también deberíamos aprovechar los buenos momentos económicos para justamente actualizar herramientas de primera línea que nos son esenciales para la mantención de la paz, cooperación y entendimiento con quienes compartimos en una comunidad global de naciones. He ahí un ingrediente para la construcción de un país seguro.



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* Mario Ignacio Artaza. Diplomático de carrera actualmente cumpliendo funciones en la República Popular China y ex vicepresidente de la Asociación de Funcionarios Diplomáticos de Carrera, ADICA, 2003-2004.








  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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