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Por una política socialista radical y democrática


«Los hombres y los pueblos sin memoria de nada sirven, ya que ellos no saben rendir culto a los hechos del pasado que tienen trascendencia y significación; por esto son incapaces de combatir y crear nada grande para el futuro». Salvador Allende, Cámara de Diputados, 1939.



Que la política socialista hoy requiere de una transformación radical y de fondo, tanto en sus contenidos, como en su quehacer cotidiano, es sin lugar a dudas, una de las preocupaciones de cientos de jóvenes socialistas a lo largo de nuestro país. La necesidad de contar con un proyecto democrático y de izquierda, la constitución de una comunidad política basada en ideas y valores como el humanismo socialista, el rescate de nuestra identidad y memoria, la lectura de los cambios culturales que afectan a la sociedad en general y los jóvenes en particular, son algunos de los elementos que deben estar presentes en la articulación de un marco de propuestas políticas sobre el devenir de nuestra organización.



Para esto, primero es importante que definamos nuestro quehacer político, a partir de una posición en el campo de la política nacional. Los adversarios no están al interior de nuestra organización, sino que fuera de ésta: estos son, sin duda, la derecha conservadora expresada no sólo en los partidos políticos, sino que en los intereses económicos, y en la conservación de una cultura autoritaria de corte moralista, que ellos mismos defienden y representan.



Esto nos despejaría la mirada reduccionista que circula cotidianamente en el empobrecido debate tendencial interno, hacia una discusión deliberada sobre las estrategias políticas, las modalidades de estructuración orgánica, sobre los componentes ideológicos que en definitiva debieran ir concibiendo a nuestra organización como un instrumento político viable que movilice su práctica social y política hacia las demandas de las mayorías sociales.



Los jóvenes socialistas debemos -por ética- comprender la vida, y denunciar la miseria y la explotación que produce la actual lógica de acumulación del capital. Repensar la base material de nuestra sociedad, la redistribución de lo que producimos socialmente es también un punto de partida central para la construcción de un proyecto socialista radical y democrático.



Es necesario integrar esto al debate. Esta lucha por la redistribución material, viene acompañado por las luchas sociales globales que se dan en el marco de las políticas por el reconocimiento de la diferencia y de la alteridad. El cambio cultural, y la lucha por la construcción hegemónicas del orden social son esenciales para cualquier proyecto que se pretenda emancipador.



En el Chile actual con el nuevo gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet se han abierto un conjunto de expectativas de la ciudadanía respecto de la calidad de la democracia, del rol del Estado y las políticas públicas, de una mayor participación de la ciudadanía en los asuntos públicos. Esto nos debe hacer repensar nuestro quehacer político no sólo, desde una perspectiva generacional, sino que en el marco de la política nacional. Chile requiere de reformas estructurales para avanzar en lo que nuestra Presidenta ha denominado el «nuevo trato ciudadano». Ejemplo de aquello, es la falta de instrumentos públicos con que cuenta el Estado para canalizar las demandas sociales, a propósito de las últimas movilizaciones estudiantiles, además de la existencia aún de una Constitución Política que en su locus conserva el sello neoliberal y autoritario, heredado de la dictadura militar.



En este marco es que existe una oportunidad histórica para emprender un conjunto de cambios sociales, que tienen como lugar común transformar la calidad de vida del pueblo de Chile. Aunque incipientemente se comienza a deliberar respecto del mercado laboral, la subcontratación, la educación, la vivienda digna, la participación social de la ciudadanía, esto debe ir acompañado de un debate nacional de las fuerzas políticas progresistas y de la sociedad civil en su conjunto. En este punto, las y los jóvenes socialistas debemos tener un rol central en la articulación de un gran movimiento social por la democratización real de nuestra sociedad.



Una nueva constitución para la construcción de un nuevo pacto social y político para el pueblo de Chile. Donde la voluntad del pueblo y la ciudadanía debieran ser la base de este proceso refundacional de nuestra república de cara al Bicentenario, es una tarea de primer orden para los jóvenes socialistas. Necesitamos una nueva Constitución que consagre efectivamente para cada uno de los ciudadanos y ciudadanas más democracia, más derechos y más libertades.



Los jóvenes socialistas debemos ser partícipes de la discusión por un reparto más equitativo de la riqueza y los beneficios que como sociedad generamos. Para esto, es central que promovamos mayores niveles de integración, teniendo el desarrollo del ser humano como centro de nuestra política.



De este modo, una política radical y democrática promovida desde la Juventud Socialista de Chile requiere no solo de buena voluntad, sino que también de un proceso reflexivo sobre la actual arquitectura de la sociedad en la cual se pretende llevar a acabo nuestro quehacer político y social.



En este punto es de vital importancia la coordinación del conjunto de actores sociales que estuvieron presentes en las movilizaciones secundarias y que son militantes y simpatizantes de nuestra organización. Dar contenido y forma a este proceso, debe ser un compromiso de trabajo complementario de la próxima dirección nacional con el conjunto de actores sociales.



También es central para nuestro quehacer la implementación real y democrática de un proceso de discusión ideológica, donde se definan cuáles son los contenidos políticos que vamos a socializar entre nuestra militancia y la sociedad. La Juventud Socialista debe ser un espacio de deliberación y pluralidad, de formación y perfeccionamiento de los militantes. Debemos promover una base sólida en valores democráticos, en una cultura de la fraternidad y la amistad cívica entre cada uno de nuestros militantes.



Así también, debemos compenetrar nuestro trabajo universitario con en el mundo popular, en los espacios territoriales y del debate social. Entrecruzar una mirada desde los procesos urbanos hacia lo rural y desarrollar su propia particularidad, considerando la emergencia de las nuevas tecnologías de la información y la diversidad de códigos culturales, que van estructurando cada vez -con más fuerza- las nuevas realidades juveniles.



La radicalidad democrática de nuestra política socialista juvenil viene dada por mirar y aprender de la historia, recuperando la memoria y la experiencia del mundo popular y de los trabajadores, de los jóvenes estudiantes de la reformar universitaria, de aquellos que soñaron con un mundo distinto en la Unidad Popular, y que tomaron como valor la consecuencia de Carlos Lorca al conducir el PS en plena dictadura. Proviene también, de toda una generación que posibilitó la transición a la democracia y la unidad del socialismo chileno, disponiéndolo en función de propósitos «de país», contribuyendo a construir una sociedad democrática, dejando de lado la pequeñez política del juego tendencial.



Comprender aquello, nos permitirá interpretar de mejor manera las nuevas luchas sociales de este tiempo, y sumarnos con más fuerza al conjunto de procesos políticos que tienen cabida y posibilidad de solución en el gobierno de la Presidenta Michel Bachelet, haciéndonos cargo de las reivindicaciones de la sociedad civil, las que tienen como fin último -indudablemente- hacer de Chile una sociedad más justa, tolerante y democrática.









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Daniel Melo Contreras. Actual secretario general Juventud Socialista de Chile. Licenciado en Sociología Universidad Arcis, Magíster (c) Asentamientos Humanos y Medio Ambiente, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, PUC.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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