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El secreto deseo de ser vampiro


Vampiros escaparon de la boca del prominente senador. Un sobresalto sacudió a políticos y empresarios que suelen acudir al ágora mediático. Una mezcla de temor y furia se dejó caer sobre el sorprendente parlamentario. Algunos vieron la presencia del endemoniado tiempo de la batalla de Chile (1970-1973), o el paso de una nube espectral cargada de odios y de descalificaciones a punto de precipitarse como piedras, o la reaparición de un nombre, aún vivo, que reconcentró la inquina en los años siguientes a la batalla. Consternación en la plaza y no es para menos si se trata de vampiros sin control.



Criaturas que se alimentan de sangre de seres humanos para mantenerse vivos e incrementar su población. Criaturas provistas de fuerzas sobrenaturales: bebedoras o chupadoras de sangre humana que disfrutan como dioses. Vampiresas y vampiros, criaturas de intensa atracción y repulsión a la vez: paralogizan, cautivan hasta entregarse a éstas sin más. Poderosos, atractivos y seductores se desplazan sigilosos en la penumbra bajo diversas formas. Estos seres son potentes surtidores de abundantes metáforas.



Estas figuras de la retórica son peligrosas para el discurso político. No obstante, cuantas veces la idea de la sangre que circula por venas y arterias del cuerpo humano se ha trasladado al sentido del dinero que circula por los mercados del sistema económico. La sangre y el dinero cumplen funciones semejantes en organismos diferentes. Ambos elementos son vitales, fluyen, aunque precisan regulación, de lo contrario la vida que animan se altera, trastorna o sucumbe.



La idea vampírica del chupasangre se asocia a la idea explotadora del empresario que consigue una ganancia excesiva a costa de sustraerle valor al trabajo. Esta idea no sólo se aplica a la relación empresario-trabajador, sino también se da entre empresario-empresario. Grandes empresas succionan dinero a sus proveedores (otras empresas) pagando a 60 o 90 o hasta 120 días, lo mismo hacen medianas y pequeñas empresas, hasta llegar al último eslabón, la microempresa y el trabajador independiente que le provee servicios.



Cada uno pone a trabajar el dinero del otro, acumulando sumas extraordinarias que le dará más fuerza. Todos se contagian, como el vampiro que chupa la sangre e incorpora a su víctima en la legión. Hoy, la norma (lo «normal») es el funcionamiento de este mecanismo de succión, producido en ese lado opaco (no transparente) de lo cotidiano, como la atmósfera de penumbra en que se mueven los vampiros.



El Fisco también ha sacado ventajas (fuerzas) de esta práctica de beber del dinero de sus proveedores (empresas particulares). Sin embargo, la Presidenta cogió una estaca, apuntó al corazón y anunció el fin de cancelar sus compromisos a más de 30 días. Pero, el estacazo ¿dio en el blanco?



Tras la pasión del senador y el temor de sus contradictores, asoma la evidencia de un sistema económico que incita a los empresarios de todos los tamaños a sorber y sorber del dinero del otro y mientras más, más satisfacción.



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Pablo Portales, periodista










  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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