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Anvil! The Story of Anvil

Claudio Ruiz
Por : Claudio Ruiz Presidente de la ONG Derechos Digitales
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Rock

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El fin de año -bueno, en realidad todo el año, pero esa es otra historia- es especialmente duro desde el punto de vista laboral. Eso, junto con el calor, explica muchas cosas, como la falta de actualización de un montón de blogs, donde este no es la excepción.

En este contexto de calor y saturación -a lo que se suman desgracias electorales múltiples- los amigos de Super45 me encargaron hacer una serie de reportes del Festival INEDIT, Festival Internacional de Cine y Documental Musical que se desarrolla en estos días en Santiago de Chile. Voy a ir publicándolas también acá. Parto con Anvil, una joya que repiten el próximo sábado 19 de diciembre a las 19:30 horas en el Teatro Nescafé. Si tiene tiempo, vaya.

En 1982, un adolescente Sasha Gervasi decidió dejar Londres y viajar a Canadá como roadie de Anvil, su banda favorita. Si bien nunca fue considerada parte de los Big Four fundacionales del metal (Metallica, Megadeth, Anthrax y Slayer), la banda canadiense tuvo su momento de gloria a mediados de los’80, logrando meter un single dentro del top 200 del Billboard y compartiendo escenario con Bon Jovi, Whitesnake y Scorpions en el legendario Super Rock Festival de Tokio (1984). Veinticinco años después, para el público general Gervasi es un importante guionista de películas de Hollywood y Anvil sólo el remoto recuerdo de una banda que estuvo en la cornisa del éxito.

Cuando Gervasi supo que después de todos estos años Anvil seguía existiendo como banda, supo también que ésta era una historia digna de contar. Volvió a contactarse con el vocalista Steve Kudrow (”Lips”) y el baterista Robb Reiner (el alcance de nombre con el director del falso documental This is Spinal Tap es ciertamente inquietante) para registrar, entre otras cosas, su -tan delirante como fallida-, gira a Europa del Este.

El resultado es la historia de una amistad, que comienza cuando a los catorce años Lips invita a Robb a ser parte de una banda que tendría sus quince minutos de fama. Hoy, lejos del glamour y la fama, ensayan en sus tiempos libres mientras Robb se gana la vida en una empresa de demoliciones y Kudrow como repartidor de una empresa de catering en la perdida Scarborough, Ontario. Más allá de las risas, provocadas por ciertos momentos hilarantes retratados por la película, son tal vez los momentos fallidos los más interesantes y que constituyen la médula dorsal del film.

Ejemplo de lo anterior es cómo se concreta el “tour” europeo, promovido por una entusiasta e inexperimentada admiradora de nombre Tiziana Arrigoni. Un tour en el que pierden trenes, sus buses se extravían en las ciudades y se presentan en shows con precaria promoción y escasa audiencia. Tiziana pasa de admiradora a manager con bastante menos éxito que en su aventura amorosa con Ivan Hurd, guitarrista de la banda, la que se corona con un matrimonio que cuenta con la presentación en vivo de Anvil, ante la incredulidad y sorpresa de los invitados, logrando tal vez el momento más gracioso de los noventa minutos de película.

En el fondo, la historia de Anvil es la historia de un éxito abortado, donde las ganas y el talento no siempre terminan siendo bien recompensados. Un poco como el sótano del sueño americano, aquel que guarda los cadáveres de todos aquellos que, a pesar de hacerlo todo por llegar a la cima, lo único que logran es el olvido o, en el mejor de los casos, un recuerdo cercano a la sorna. De alguna manera, la historia de Anvil muestra que el éxito de una banda tiene más que ver con la suerte que con el trabajo, más con las circunstancias que con esfuerzo.

Con el emotivo cierre de The Story of Anvil, Gervasi sugiere una mirada que, si bien está siempre entre el cariño y el sarcasmo, rescata la perseverancia y los afectos que trascienden a la siempre delirante aventura que supone estar tras una banda de rock. Son los intentos, desgracias y fracasos los que, paradójicamente, hacen de la película un documento brillante.

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