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Trato de ser piñerista

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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No puedo ser piñerista si esos ejecutivos estuvieran asumiendo cargos del aparato estatal para dejar en nada la fiscalización a los privados, o para abrir nuevos negocios a expensas del Estado y de espaldas a las necesidades de la gente. Soy piñerista si los que ahora mandan aparcan sus negocios por un tiempo y trazan fronteras claras entre la política y la empresa. No puedo serlo si quien regula y quien debe ser regulado son una misma persona.


Mientras los dirigentes de la Concertación, desperdigados, se lamen las heridas y aprenden a respirar en el fangoso subsuelo de los losers, donde reina el olor a flato y a sobaco revenido, yo medito -solitario- acerca de si soy o no piñerista. Quiero colaborar con las nuevas autoridades. Pero tengo mis dudas.

Me dan ganas de ser piñerista si las grandes empresas convocadas para solidarizar con las víctimas ayudan con decisión, como lo hemos hecho todos. Se me quitan cuando veo que se aprovechan de la tragedia para hacerse publicidad en la tele y en la prensa, exhibiendo sus logos y mezclándolos con la bandera, alardeando de lo hecho.

Soy piñerista si el presidente nombra a los más ejecutivos para conseguir eficiencia. No puedo ser piñerista si esos ejecutivos estuvieran asumiendo cargos del aparato estatal para dejar en nada la fiscalización a los privados, o para abrir nuevos negocios a expensas del Estado y de espaldas a las necesidades de la gente. Soy piñerista si los que ahora mandan aparcan sus negocios por un tiempo y trazan fronteras claras entre la política y la empresa. No puedo serlo si quien regula y quien debe ser regulado son una misma persona.

[cita]Soy piñerista si el Presidente y sus ministros se dejan entrevistar y fiscalizar por periodistas libres, que no sean sus empleados ni empleados de sus amigotes. [/cita]

Soy piñerista si el gobierno actúa patrióticamente, pensando en el bien público. No lo soy si el patriotismo se convierte en un sistema obligatorio de banderas y escudos jerarquizados y moralizantes en base a galvanos, insignias y otras fruslerías. La patria es un sentimiento colectivo que cada cual vive de modo individual conforme a sus propios valores, no un uniforme reglamentario. Los símbolos del Estado pertenecen a todos, no a un grupo.

Soy y seré piñerista si en el terreno cultural se abren más oportunidades para la creación gracias a los aportes y al empuje del sector privado. No podré serlo si los auspicios y patrocinios significan finalmente pautear a los artistas hacia el silencio y despojarlos de su visión crítica, política o estética.

Seré piñerista si veo que en la administración pública se deshacen de los cuñados y sobrinas concertacionistas (aunque sea para nombrar a sus propios cuñados y sobrinas, estoy dispuesto a comprender esas flaquezas), y dejan en sus cargos a quienes hacen bien su pega, aunque estén a honorarios o a contrata. Las nuevas autoridades tienen derecho a mandar, por algo ganaron, faltaría más. Pero si ocurren vendettas, desalojos ideológicos o razzias fiscales no me sentiría nada inclinado al piñerismo.

Soy piñerista si el presidente, sus ministros y altos cargos, católicos o no, es cosa de cada cual, se limitan a llevar su fe en el corazón, sin hacer de ello un modelo ético o un asunto público. La convivencia republicana nos exige austeridad respecto de las creencias personales.

Soy piñerista si las autoridades de cultura o de educación o de comunicaciones abren más oportunidades para aprender o para crear o para expresarnos. No lo soy si usan su autoridad para instalar una moralina erótica añeja, disimulada o no.

Soy piñerista si el Presidente y sus ministros se dejan entrevistar y fiscalizar por periodistas libres, que no sean sus empleados ni empleados de sus amigotes. No hay nada más patético que una prensa mamona. Seré piñerista si los medios de comunicación  son capaces de expresar el amplio abanico de opiniones diversas que realmente existe en el país.

Seré piñerista si la familia sigue siendo el lugar de los asados, de los almuerzos, de la privacidad y los afectos leales, el espacio donde compartimos los genes. No puedo serlo si, a la manera de la Colonia, se hace de la familia tradicional la unidad básica de la republica, desplazando al ciudadano. En una república los derechos, la soberanía, las convicciones, la libertad y la potencia de ser pertenecen a las personas, no a las familias.

Soy piñerista si se entiende a la política como la actividad destinada a convertir la sana discrepancia y diferencia de las personas en metas de bien común. No lo soy si por política se entiende la opinión y la actividad de aquellos que no piensan igual que los que mandan.

Soy piñerista si se considera que todas las personas son libres, inteligentes y dignas, es decir seres provistos de derechos (y por cierto, de deberes). No lo soy si les quiere engañar con circo, con farándula y con regalos.

Soy piñerista si lo que desea el gobierno es preservar una sana convivencia entre lo privado y lo público. Facilidades para el emprendimiento, libertad para imaginar e impulsar nuevas actividades, diversidad creadora de la empresa, pero también: educación pública de calidad, regulación pública de la actividad privada, red de protección pública para aquellos que lo necesitan, dignidad para todos.

Seré piñerista si los ministros no van con uniforme, y se les deja ser a cada cual lo que quiera ser. Seré piñerista si los altos cargos provienen de todas las grandes universidades del país, no sólo de una. Seré piñerista si se preserva el patrimonio arquitectónico del país, haciendo del Chile reconstruido un país más hermoso del que se derrumbó. Voy a ser piñerista si los dueños de las grandes empresas ponen su talento, su empuje y su imaginación al servicio del bien común, pero no lo seré si se convierten en una especie de senado fáctico. Seré piñerista, finalmente, si veo que la actividad del gobierno es liberal, moderna, activa, imaginativa, eficiente, solidaria, respetuosa de las minorías y de las diferencias, amiga de la libertad en todos sus sentidos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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