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Lo privado es público según el sucesor de Hermógenes

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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No se puede sostener que una universidad cuyo rector se nombra en El Vaticano sea pública, ni se puede afirmar que porque los egresados demuestran públicamente sus habilidades en el mercado vayan a ser públicas las instituciones, por cierto privadas, de las cuales provienen.


El sucesor de Hermógenes, Gonzalo Rojas, que no es Hermógenes, ataca como él al rector Víctor Pérez, a las universidades públicas o estatales y a la Universidad de Chile.

Dos son las ideas que nos transmite en ese tono de guerra no ganada que le es propio. Una, que las universidades públicas son públicas y que las privadas también son públicas. Dos, que las universidades estatales no merecen contar con más recursos por parte del Estado.

Las dos ideas son absurdas. La primera que se le ocurrió -que lo privado es tan público como lo público- es un hallazgo lingüístico de tal magnitud que debiera ser comunicado de inmediato por el autor a la Real Academia de la Lengua Española para que a partir de su columna ponga esa añosa institución a ambos términos como sinónimos (en lugar de antónimos), indicando por cierto que se trata de un uso limitado al Chile postpinochetista.

Uno no puede creer que ahora lo privado, por el hecho de someterse a algunas regulaciones, pase a ser público. Lo cierto es que lo privado es aquello que tiene un dueño privado, y eso y no otra cosa -dueños privados- son los grupos religiosos o políticos o empresariales o familiares que han fundado universidades controladas por ellos y que por tanto son también privadas. Allí los nombramientos, desde el Rector hasta el portero, se hacen a gusto de los dueños, y es lógico que así sea. Todos podemos teóricamente fundar una universidad privada, y al hacerlo esperamos controlar un poco el invento. Pero no se puede sostener que una universidad cuyo rector se nombra en El Vaticano sea pública, ni se puede afirmar que porque los egresados demuestran públicamente sus habilidades en el mercado vayan a ser públicas las instituciones, por cierto privadas, de las cuales provienen.

[cita]De ser llevada a la totalidad de las actividades del país la lógica universitaria de nuestro columnista, tendríamos que el Estado debería financiar por igual a las municipalidades que a los rotarios.[/cita]

Lo irritante de esta argumentación es la persistente intención de confundir las cosas, ese desprecio por el lenguaje, por las categorías racionales de la realidad.

La segunda gema argumental de don Gonzalo consiste en considerar que las instituciones estatales no debieran contar con recursos estatales. Esto es del todo contradictorio. En efecto, si Chile quiere tener una institución como Carabineros de Chile, es evidente que tendremos todos que hacernos cargo de financiar aquello con dinero público. Sería muy sospechoso que la policía recibiera auspicios privados. Lo mismo si queremos tener una Municipalidad, un Ministerio, un Colegio Fiscal o una Universidad Pública o Estatal. Quien sostenga que desea tener una Universidad Estatal y no financiarla está mintiendo. Lo que quiere es que no haya universidades estatales. Si eso es lo que se desea ¿por qué no proponerlo? Es evidente -para darse cuenta de ello basta usar además del sentido común una mínima capacidad de observación- que todos los países desarrollados cuentan con un potente sistema de universidades públicas, que es financiado con aportes públicos directos que van desde el 50% hasta el 100% de sus necesidades totales. Y naturalmente que existen los instrumentos para rendir cuentas y resultar penalizados por un uso inadecuado de esos recursos.

De ser llevada a la totalidad de las actividades del país la lógica universitaria de nuestro columnista, tendríamos que el Estado debería financiar por igual a las municipalidades que a los rotarios (ambos se ocupan de ese bien público que es la ciudad), a los jueces que a los psiquiatras (ambos se ocupan de ese otro bien público que son los comportamientos humanos), a los embajadores que a los turistas (ambos se dedican a viajar por ese enorme territorio público que es el planeta), etc.

La profunda debilidad de las posiciones de Gonzalo Rojas viene envuelta, además, en un tono presuntuoso que tiene más olor a privado que a público, pero a un privado de dueño de fundo intolerante. Por ejemplo: “o sea, ya está bueno: cortemos la tonterita esa de que sólo son universidades públicas las de propiedad estatal”. ¿Que será cortar la tonterita? El tono de la frase revela autoritarismo, desprecio por quien no piense como él, y por cierto, una visión pintoresca, muy local, construida no sobre los datos de la realidad o sobre las precisiones del lenguaje, sino desde la arbitrariedad de quien considera que no ser igual a él es de mal gusto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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