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Chile y la Crisis Colombia-Venezuela

Boris Yopo H.
Por : Boris Yopo H. Sociólogo y Analista Internacional
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Hoy la comunidad regional debe usar sus buenos oficios, pero también presionar para que ninguna de las partes tenga excusas para mantener el actual estado de cosas.


Nuevamente hay un estado de alta tensión entre Colombia y Venezuela, como resultado de la reciente acusación colombiana en la OEA, sobre de la presencia de campamentos de las FARC en territorio venezolano. Lo primero que cabría decir, es que no es necesario ser un observador demasiado agudo para captar que este incidente les resulta altamente conveniente (en la medida que el conflicto no escale a un enfrentamiento directo) ha ambos mandatarios, en estos momentos.

El Presidente Chávez está enfrentando serios problemas internos y una baja en la popularidad en vísperas de unas elecciones parlamentarias que tendrán lugar en septiembre, y la crisis con Colombia le permite desviar la atención y “arroparse en la defensa de la patria”. Entonces, la acusación colombiana le cayó como “anillo al dedo” y es casi un verdadero “regalo” de su vecino y archirival (las paradojas de la política y la diplomacia), con quién ha mantenido una relación de permanente tensión en los últimos ocho años. Mientras tanto, el Presidente Uribe habría (según diversas fuentes) decidido levantar nuevamente este tema, para, por una parte, distraer la atención de la opinión pública frente a las acusaciones del ex jefe de sus servicios secretos, que lo involucra en acciones de espionaje a políticos y jueces en este país.

[cita]Hoy la comunidad regional debe usar sus buenos oficios, pero también presionar para que ninguna de las partes tenga excusas para mantener el actual estado de cosas.[/cita]

Pero además, según varios analistas, Uribe no estaría conforme con el énfasis que el mandatario electo Juan Manuel Santos pretende dar, tanto a su relación con Venezuela (buscando entendimientos que destraben las relaciones comerciales), así como en la política doméstica, donde el eje ahora comenzaría a girar desde la “seguridad democrática” (política que impulsó Uribe) hacia las reformas y desarrollo económicos.

En este sentido, el silencio de Santos es sintomático en esta coyuntura, como también el hecho que Uribe sabía que una decisión de este tipo, a semanas que asuma el nuevo gobierno, claramente dificultaría los posibles cambios que Santos pretenda hacer. Ahora, ¿son verosímiles las acusaciones respecto a la presencia de las FARC en territorio venezolano?  Muy posiblemente sí, como también se ha sabido en el pasado de la presencia de estás en Ecuador (recordemos el ataque al campamento en el 2008) e incluso en Brasil y Perú, todos países fronterizos con Colombia. Pero en el caso venezolano se trata además, de una frontera de más de dos mil kilómetros, y con un mandatario que ha expresado en el pasado simpatías por las FARC. Por otra parte, los países vecinos reclaman que es responsabilidad primero de Colombia resguardar sus fronteras, e impedir que el conflicto interno se traslade a la vecindad cercana. Pero lo cierto es que sin la colaboración de autoridades de ambos lados de la frontera, no hay posibilidad de control eficaz posible, y esto requiere ante todo, un acuerdo político entre ambos gobiernos, y refrendado por organizaciones regionales como la UNASUR, que como parte de un posible entendimiento, podría incluso aportar con observadores civiles y militares que contribuyan a verificar en terreno, las posibles medidas operativas acordadas por ambos gobiernos.

Hoy la comunidad regional debe usar sus buenos oficios, pero también presionar para que ninguna de las partes tenga excusas para mantener el actual estado de cosas. Al parecer, el mandatario electo de Colombia tendría esta disposición, y el presidente venezolano no podría negarse a una iniciativa que contaría con el respaldo colectivo de la región. Y como en otras ocasiones, nuestro país podría ser un facilitador de una iniciativa de este tipo, pero para ello, no puede aparecer abanderado con una de las partes en el conflicto, como pretenden algunos parlamentarios de nuestra derecha. Además, tomar partido contra Chávez nos abriría otro frente con el mandatario venezolano, y nos pondría en un eje de oposición también con países como Bolivia y Ecuador que apoyan la posición venezolana, y con los cuáles debemos, por otras y muy importantes razones, cautelar el estado de nuestras actuales relaciones. No es tradición de Chile formar parte de ejes ideológicos orientados a la confrontación, y cuando nuestra diplomacia ha logrado tener éxitos, ha sido como resultado de políticas orientadas a promover la “coexistencia dentro de la diversidad” que hoy existe en América Latina.

La política seguida hasta ahora por el Presidente Piñera y la Cancillería ha sido prudente, responde a nuestras tradiciones, y sirve a nuestros intereses. Hay que desoír los llamados de algunos ideólogos conservadores (internos y externos), y seguir en esta senda, que forma parte del consenso en nuestra política exterior, que nos dio prestigio y credibilidad en estos veinte años de democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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