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El voto de Inés

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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La Concertación desnudó su lado más triste. Instaló un alcalde mediático que no estuvo a la altura, visibilizó el caudillismo de un diputado que lleva la friolera de 21 años sentado en la Cámara, y utilizó malas artes –aunque legales- para postergar la votación del nuevo edil y darle un nuevo gobierno comunal a La Florida.


Los concejales de la Concertación no se aparecieron. Se habían puesto de acuerdo, con la venia de las autoridades partidarias, para boicotear la sesión que debía elegir al sucesor de Jorge Gajardo en la alcaldía de La Florida. Hicieron lo que en jerga futbolística se denomina un W.O. Si alguna vez ha estado en una cancha esperando a un rival que no llega, entonces el lector sabe perfectamente lo que esto significa. O, si lo prefiere, es como faltar a una prueba porque no se está suficientemente preparado, lo que tampoco es bien visto entre los compañeros que le ponen el hombro y no se hacen los enfermos. “Están en su derecho de hacerlo”, dijo el timonel socialista Osvaldo Andrade. Puede que tenga razón. Pero es una pobre explicación viniendo de una oposición que no pierde oportunidad de recordarle al Presidente Piñera que no basta con cumplir la ley, sino que además hay que estar éticamente a la altura de las circunstancias.

El factor tiempo, dicen en la Concertación, podría cambiar el escenario. La presión –o el matonaje- sobre la concejala Inés Gallardo podría finalmente dar resultado. Todo vale con tal de retener el poder en una de las comunas más populosas de Chile. Con tal de no “regalársela a la derecha”.

[cita]Preguntarse a quién le pertenece el voto de Inés es mucho más relevante que la pugna picante entre Carter y los Sabat o el Dicom del futuro alcalde. Significa preguntarse quién es el dueño de la representación política en Chile. Si creemos que Inés le debe su cupo al PPD, entonces es el PPD quien debiera disponer de su voto y se acabó el asunto.[/cita]

Por supuesto, Andrade y compañía sienten que políticamente La Florida les pertenece. Ellos representan a la mayoría según la contienda del 2008. Les parece injusto que cambie de manos por los problemas personales de un alcalde o la vuelta de carnero de un concejal. El discolaje, apuntan, es el origen de los males de la democracia. Para fortalecer la política, dicen, hay que partir por respetar las decisiones colectivas. En ese contexto, nada mejor que un sistema que permita a las cúpulas partidarias elegir a dedo a los reemplazantes, como ocurrió hace poco con los nuevos senadores Uriarte (UDI) y Larraín (RN). Sin embargo, por razones obvias, a los chilenos esta solución no les cae bien.

Preguntarse a quién le pertenece el voto de Inés es mucho más relevante que la pugna picante entre Carter y los Sabat o el Dicom del futuro alcalde. Significa preguntarse quién es el dueño de la representación política en Chile. Si creemos que Inés le debe su cupo al PPD, entonces es el PPD quien debiera disponer de su voto y se acabó el asunto. Si creemos, en cambio, que los floridanos la pusieron a ella en el concejo municipal y no a su partido, entonces ella goza de autonomía para votar a conciencia, especialmente después de haber renunciado a su militancia. Lo mismo pasa con el ex alcalde: ¿los electores votaron por Gajardo o por el PS para ocupar el sillón municipal? Lo que nos lleva a la clásica disyuntiva: ¿Votaron por la persona o por el partido?

Imagínese ahora, como lo creen la mayoría de los chilenos especialmente tratándose de elecciones municipales, que los floridanos votaron por la persona. En consecuencia, que ni el PPD ni el PS tienen derechos adquiridos sobre votos o sillones. Entonces no sólo resulta aceptable, sino moralmente imperativo que Inés Gallardo se incline por quien considera más apto “profesional y personalmente”, como ha dicho. Sería absurdo exigirle que lo hiciera por el más inepto. Teóricamente, da exactamente lo mismo quien resulta beneficiado. Si fuera un concejal UDI dándole el cargo a su par del PPD se aplicaría exactamente la misma lógica. Es un error gigantesco asumir que en esta batalla la UDI impone sus términos. Creo, por el contrario, que la concejala Gallardo sin saberlo le propina al gremialismo una tremenda lección: la incondicionalidad termina cuando las aberraciones son evidentes.

La Concertación, por su parte, desnudó su lado más triste. Instaló un alcalde mediático que no estuvo a la altura, visibilizó el caudillismo de un diputado que lleva la friolera de 21 años sentado en la Cámara, y utilizó malas artes –aunque legales- para postergar la votación del nuevo edil y darle un nuevo gobierno comunal a La Florida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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