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Alzas de transporte y alimentos: apriétese el cinturón

Rafael Urriola U.
Por : Rafael Urriola U. Director Área Social Chile 21
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El precio de los alimentos y del transporte público ha crecido cerca del doble de los demás bienes en tres años. Todo indica que tales alzas podrían continuar en lo inmediato, con grave impacto para los más pobres. El primer quintil ocupa el 43% del presupuesto familiar en alimentación y transporte mientras que los más ricos solo gastan el 18%.


El  gobierno del Presidente Piñera, siguiendo una práctica tradicional, tomó la decisión de aumentar las tarifas del transporte urbano de Santiago en el período de vacaciones. No obstante ello, la situación no pasó desapercibida para los santiaguinos porque solo en abril del año pasado el pasaje costaba $490 en el metro y  hoy llega a 620 pesos (en 2001 alcanzaba a 270 pesos).  O sea en 10 años subió 230% mientras que el alza general de los precios en el mismo período  es sólo de un 35%. Parece entendible que Transportes sea un sector come-ministros.

Es evidente también que la calidad del servicio de transporte no ha aumentado dos veces. Más bien, hay muchos que consideran que ella ha empeorado, aunque la extensión de las líneas del Metro es un apoyo cierto para la población que reduce significativamente los tiempos de viaje diarios.

[cita]El precio de los alimentos y del transporte público ha crecido cerca del doble de los demás bienes en tres años.  Todo indica que tales alzas podrían continuar en lo inmediato, con grave impacto para los más pobres. El primer quintil ocupa el 43% del presupuesto familiar en alimentación y transporte mientras que los más ricos solo gastan el 18%.[/cita]

El gobierno actual utilizó el descalabro del Transantiago para desacreditar las capacidades técnicas de la Concertación, pero no ha generado cambios significativos, salvo aumentar los precios de las tarifas.

El transporte y las comunicaciones es el que más caro les está costando a los chilenos: 22,3% del gasto de los hogares según la encuesta de Presupuestos familiares de 2006 del INE, seguido por alimentos, que absorbe otro 22,1% de ese gasto. Ambos son los rubros más impactados por las alzas de precios actuales.

El alza del transporte público impacta mucho más sobre los grupos de menores ingresos (7% del gasto mensual antes del alza).

Empero, las alzas constantes de las bencinas también han empezado a golpear duramente a la clase media, que no siempre puede prescindir del uso vehicular, por ejemplo, para el transporte de los hijos al colegio.

Una situación similar ocurre con el índice de precios de los alimentos. El gasto en alimentos y bebidas de los hogares es muy alto entre los grupos de menores ingresos  y la clase media, y  menor, en relación a los ingresos, entre los más pudientes.

Proporción del Gasto en alimentos sobre el total del gasto de los hogares según quintil de ingresos:

TOTAL

I

II

III

IV

V

1996

26,78

43,48

39,07

35,54

29,30

18,48

2006

22.08

36,53

32.00

27.26

23.23

15,64

En los últimos tres años la tasa de crecimiento del precio de los alimentos supera en casi el doble al IPC.  La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) anunció que el “Índice para los Precios de los Alimentos” batió un nuevo record histórico en enero de 2011. Por primera vez se situó en los 231 puntos de promedio cuando antes de 2007 nunca rebasó los 120.

Esto, como es lógico, ha encendido las alarmas ante otra posible crisis alimentaria, aunque conviene subrayar que no se trata de una crisis por escasez de alimentos sino de factores especulativos debido a efectos encadenados entre precios del petróleo y mayor uso de bienes que reemplazan la bencina, y que hasta hace poco eran preferentemente solo para consumo humano (azúcar, maíz, etc.). Ello crea un desequilibrio por una mayor demanda y una menor oferta. Sólo en USA, durante 2010, se destinó el 35% de maíz al consumo nacional de bioetanol como agrocombustible. Los Estados Unidos cosechan el 40% de la producción mundial, lo que significa que el 14% del maíz mundial se dedicó a la “alimentación” de automóviles.

La reducción puntual de la oferta estalló en Rusia por las malas cosechas de trigo debido a las sequías, lo que propició el cese de sus exportaciones. Otros estados como Ucrania y Canadá también experimentaron restricciones. A raíz de ello ya durante el verano de 2010, en la bolsa de futuros de Chicago, el trigo sufría un incremento de precio de entre un 60 y 80%. Desde entonces la tendencia alcista en los mercados se ha disparado y contagiado a otros alimentos. Adicionalmente la FAO  augura para 2011 una disminución del 2% en la producción de alimentos.

La volatilidad provocada por maniobras especulativas ha obligado a los países pobres a gastar entre un 11-20% más para importar alimentos. Este es el caso de Chile para los commodities agropecuarios.

De continuar la tendencia alcista del petróleo intensificada por la crisis del Oriente Medio, es probable que aumente la producción y consumo de biodiesel afectando la disponibilidad y el comercio de los aceites vegetales destinados al consumo humano.

Si los precios de los alimentos y el transporte público han aumentado casi el doble de los demás bienes y todas las evaluaciones llevan a concluir que podría continuar un alza mayor Chile está en el peor de los escenarios porque debe importar muchos de sus alimentos y  no produce  petróleo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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