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Chile-Bolivia: cerrar las carpetas

Las declaraciones del presidente Morales en el último aniversario del Día del Mar, han puesto un certificado de defunción a este último período alto del ciclo. Ahora, con peleas más o menos, con declaraciones más o menos incendiarias y gestos más o menos dramáticos por parte de Bolivia, la oportunidad de resolver la demanda boliviana durante este gobierno ha pasado.


En una columna anterior, señalé que en nuestra frontera norte se podría producir una “tormenta perfecta”. ¿Qué ocurrió? Evo Morales dijo que recurrirá a los tribunales internacionales para resolver la demanda marítima boliviana.

La historia nos muestra que las relaciones de nuestro país con Bolivia son cíclicas y que no son muchos los momentos en que nos encontramos en la parte alta de dicho ciclo. Y la misma historia también nos señala que sólo en esos escasos momentos es posible alcanzar un acuerdo razonable para el problema marítimo boliviano.

Repasemos un poco la historia. Los primeros síntomas de un punto alto del ciclo en nuestras relaciones con Bolivia, los encontramos en los años siguientes a la Guerra del Pacífico, mediante la llamada “Política Boliviana” del Presidente Domingo Santa María, y el Tratado Barros Borgoño – Gutiérrez de 1895, sobre transferencia de territorio, durante la presidencia de Jorge Montt (Chile se obligaba a transferir los territorios de Tacna y Arica en caso de quedar ambos en sus manos).

[cita] La presidenta Bachelet no fue capaz de aprovechar la coyuntura y a pesar de que esta última parte alta del ciclo perduró a través de la llamada Agenda de los 13 puntos, al asumir el presidente Sebastián Piñera, las condiciones ya habían cambiado.[/cita]

Posteriormente, sólo regresamos a la parte alta del ciclo con el Presidente Gabriel González Videla y las llamadas negociaciones Walker Larraín – Ostria Gutiérrez de 1950 (que pretendían establecer una faja de territorio de 5 kms. de ancho al norte de Arica), las que, sin embargo, nunca llegaron a concretarse.

Después de 1950, y a pesar de los esfuerzos de Carlos Ibáñez del Campo con Víctor Paz Estensoro (Declaración de Arica de 1953 y la firma del Tratado de Complementación Económica Chileno-Boliviano, en 1955), la parte baja del ciclo se mantiene sin repuntar, llegando a uno de sus puntos más bajos en abril de 1962,  durante el Gobierno de Alessandri, cuando Bolivia rompe relaciones diplomáticas con nuestro país.

A pesar de ello, el presidente Eduardo Frei Montalva intentó durante su mandato reanudar las relaciones diplomáticas con Bolivia, proponiendo establecer un polo de desarrollo en Arica, en beneficio de Chile, Bolivia y Perú, pero sin mayor éxito.

Sin embargo, y en el extraño contexto de gobiernos militares, la suerte, el destino, los astros o la Providencia (que cada uno crea en el que más le acomode) permitió que nuevamente las relaciones chileno-bolivianas se encontraran en la parte alta del ciclo, facilitando las negociaciones entre el General Pinochet y Hugo Banzer (1975-1978), que producirían el famoso “Abrazo de Charaña”, y que pretendía recuperar la idea de un corredor soberano para Bolivia por el norte de Arica.

Posteriormente, vendrían los intentos del Presidente Ricardo Lagos y las gestiones de su cónsul en Bolivia, Edmundo Pérez-Yoma, las que, no obstante el peso político de los protagonistas, tampoco consiguieron resultados concretos.

Por último, nuevamente la suerte, el destino, los astros o la Providencia (no quiero ofender a ningún esotérico, por eso pongo todas las alternativas), generó un nuevo escenario político que permitía esperar un regreso a la parte alta del ciclo.

En efecto, en Bolivia asumía Evo Morales  -con un importantísimo respaldo social- la presidencia altiplánica. Pocas veces Bolivia había tenido un presidente con una legitimidad tal que le permitiera no ser esclavo de la opinión pública y que, por tanto, fuera capaz de conducir soluciones razonables al problema marítimo de su nación.

Por otro lado, en nuestro país asumía la presidenta Michelle Bachelet, que en su condición de mujer y socialista, permitía pensar también en una mayor sensibilidad a la demanda boliviana.

El resto de la historia ya es conocida. La presidenta Bachelet no fue capaz de aprovechar la coyuntura y a pesar de que esta última parte alta del ciclo perduró a través de la llamada Agenda de los 13 puntos, al asumir el presidente Sebastián Piñera, las condiciones ya habían cambiado.

Evo Morales ya no era el presidente con la autoridad suficiente como para guiar a su país a una solución razonable y posible del tema marítimo y, por tanto, el período alto del ciclo nuevamente había pasado.

Las declaraciones del presidente Morales en el último aniversario del Día del Mar, han puesto un certificado de defunción a este último período alto del ciclo. Ahora, con peleas más o menos, con declaraciones más o menos incendiarias y gestos más o menos dramáticos por parte de Bolivia,  la oportunidad de resolver la demanda boliviana durante este gobierno ha pasado.

Una visión realista de nuestras relaciones con Bolivia, a la luz de la historia cíclica que hemos relatado, sólo nos puede llevar a concluir que es necesario cerrar las carpetas y esperar, sin voluntarismos, que la suerte, el destino, los astros o la Providencia (aunque sólo creo en la última, las señalo todas porque no quiero que me acusen de “confesional”)  nos vuelva a colocar en la parte alta del ciclo.

Esperemos que en esa nueva oportunidad, podamos con inteligencia y decisión, aprovechar las condiciones para una solución razonable del problema marítimo entre ambos países.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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