Publicidad

Peligroso borrado unilateral de fronteras

Cristian Leyton
Por : Cristian Leyton Profesor Civil Academia de Guerra del Ejército. Investigador Asociado Centro de Estudios Estratégicos ANEPE.
Ver Más


Tanto las clases políticas de Perú como de Bolivia se han embarcado en un cuestionamiento sin precedentes de los limites fronterizos. El caso boliviano es lejos mucho más complejo que el peruano, no obstante que ambos comparten el mismo espíritu: deslegitimar los instrumentos jurídicos sobre los cuales descansa la integridad territorial.

Evo Morales no  solo intenta cuestionar un segmento de la frontera –tal y como se presenta la pretensión peruana-, sino que lisa y llanamente desahuciar todo el Tratado de 1904. Sin el tratado en cuestión, toda la extensión de la frontera con Bolivia se retrotrae, teóricamente, al periodo de la tregua de 1884. En otras palabras, una acción unilateral boliviana que dejase sin efecto tal Tratado reinstala el estado de guerra entre Chile y Bolivia.

El cuestionamiento de los acuerdos de 1904 se inserta en la lógica revisionista del nuevo Estado Boliviano, incluidas las fronteras establecidas por más de cien años. Si el Perú estableció una normativa interna que cuestionaba el paralelo mediante las Líneas de Base, el boliviano se dotó del articulado noveno que establece que cualquier tratado que no se ajuste a la Carta Fundamental del nuevo Estado Plurinacional debe ser renegociado: En la nueva Constitución Política paceña quedó grabado el carácter de irrenunciabilidad al acceso marítimo. Ambos Estados nortinos decidieron borrar unilateralmente los límites fronterizos y esperar a que un tribunal Internacional decida sus nuevos pretendidos límites.

El cuestionamiento territorial trae consigo graves riesgos, siendo uno de ellos la pretensión de desaparición de las fronteras: éstas dejan de existir para uno de ellos. A falta o ausencia de límites, los espacios soberanos también dejan de existir, en la visión del que los cuestiona: la “fuerza” tiende a imponer las líneas de demarcación de un Estado con el otro.  La razón por la cual Allamand o Piñera señalan que “Chile seguirá haciendo valer su soberanía sobre dichos espacios”, se inserta en esta lógica.

Evo está escalando peligrosamente  su retórica reivindicacionista, sus gestos, sus llamados nacionalistas y denuncias. Evo ha “militarizado” su exigencia de reintegración marítima al buscar asociar su nueva estrategia a las FF.AA. Ambos actores ven en Chile un chivo expiatorio ante sus problemas domésticos: para Evo su baja constante en las encuestas y deslegitimación interna; los militares, los persistentes hechos de corrupción en los cuales aparecen envueltos.

Más allá de las reivindicaciones territoriales, lo complejo sigue siendo el espíritu sistemático, permanente y casi estructural de la utilización de Chile a fines de política interna y los peligrosos limites hasta donde dichos regímenes están dispuestos a llegar.

Publicidad

Tendencias