No resulta comprensible para millares de jóvenes que hoy reclaman por su derecho al futuro, que luego de recuperada la democracia en el mítico plebiscito de 1988, aun se mantengan las mismas estructuras económicas y políticas sobre las que se asentó la dictadura neoliberal y Pinochet como su guardián. Por ello la recuperación de la democracia recién está comenzando.
La noche del 5 de octubre de 1988, muchos celebraron el término de la dictadura que lideró el general Pinochet y millares abrigaron esperanzas de que se iniciaba el proceso de transición a la democracia. El plebiscito que derrotó a los gremialistas e hizo del poder a los concertados por la democracia, no implicó una ruptura con el orden neoliberal urdido en medio del terror que vivió la sociedad civil por años; sólo legitimó la llegada de un nuevo grupo de administradores que se quedaron en el poder 20 años beneficiados por un sistema electoral, dejando de lado las promesas democráticas de la alegría que no llegó y de paso, profundizaron los esquemas privatizadores en educación, obras públicas, energía, por citar solo algunas áreas.
Hoy se viven días que estremecen a la política tradicional, a quienes toman conciencia de la necesidad de hacer cambios, de estar en sintonía con los nuevos tiempos, de escuchar a la gente. Los hechos señalan que se vive un nuevo momento democratizador, distinto a la transición pactada y al acomodo a las reglas de lo políticamente correcto que padeció Chile y especialmente los sectores medios y populares. Hoy la crisis está al desnudo, y la política ciudadana ingresó por la grieta de la educación a las calles y a los medios, fuera y en contra del orden sacrosanto del mercado que concertados y coalicionados han defendido por años.
Se trata de un ciclo instituyente, esto es, no estamos frente a una escaramuza entre los defensores del orden del lucro vigente frente a estudiantes, padres, apoderados, profesores, académicos, rectores, trabajadores, entre otros actores: se está en el tránsito de una situación política por la disputa del contenido democrático del Estado y de su lugar en el desarrollo nacional. En un sentido histórico, la sociedad chilena recupera una vez más su camino por alcanzar un Chile genuinamente democrático, igualitario y soberano.
Los tiempos que se avecinan no podrán retrotraernos a esquemas fracasados de consensos basados en los miedos que rodearon a los gobernantes de la pos dictadura. Se deberá hacer los mayores esfuerzos políticos para procesar las nuevas demandas ciudadanas y crear las condiciones para un nuevo acuerdo constituyente, que de garantías a las nuevas generaciones de que el engaño ha sido dejado de lado y que el argumento no será el dinero sino la democracia.
El desenlace de la crisis de la educación será la antesala de la formación de nuevos mapas para comprender esta nueva transición a la democracia que vivimos.