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El cartel de los partidos

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Es nuevamente el espíritu de cartel. El escenario está tan líquido, la juventud tan revoltosa y los partidos tan resistidos que mejor diablo conocido que bueno por conocer. Con el padrón actual y sin el milagro de una inscripción masiva, los mismos de siempre ganarán las futuras elecciones. Por eso nadie está muy apurado en el Ejecutivo ni en el Congreso por cumplir la palabra empeñada.


Dos noticias recibimos esta semana respecto a reformas políticas. Una buena y otra mala. La buena es que el Gobierno anunció, con la venia de todos los partidos, el proyecto de ley que establece primarias vinculantes para decidir quiénes corren tras un cupo presidencial, parlamentario y edilicio. La mala es que las mismas autoridades dejaron entrever que los plazos se acortan para la aplicación de la inscripción automática y que, con toda probabilidad, no estará en funciones para las elecciones municipales del próximo año. Quizás ni siquiera para las presidenciales y parlamentarias del 2013.

El problema es que la buena noticia no es tan buena como parece y la mala es realmente nefasta.

Que se entienda bien: por supuesto que la ley de primarias es un avance. En un sistema que privilegia a los candidatos dentro de pacto, ganarse la nominación del partido es a veces más relevante que competir en la carrera final. Si el vencedor de la primaria representa a la coalición completa, entonces ya tiene el escaño en el bolsillo. Recuerde el reciente episodio de Lo Barnechea, con los RN Felipe Guevara y Ximena Ossandón sometidos a una primaria voluntaria que declaró vencedor al primero, transformando la elección oficial de alcalde en un mero trámite. Lo positivo es que se abren las puertas a quienes quieren disputar dicha nominación sin depender de lo que decida una comisión entre cuatro paredes, cargada de intereses, clientelismos y sondeos propios. Es el sueño mojado del marquismo original: que exista competencia -aunque muchas veces sea apenas un saludo a la bandera frente a la irreductibilidad de los incumbentes.

Pero la iniciativa tiene también una lectura estratégica. Los partidos políticos están reafirmando su voluntad de cartel, coordinados para evitar el surgimiento de nuevos actores que los desafíen por fuera, obligando a los interesados a canalizar sus aspiraciones a través de sus estructuras, las únicas viables para abrigar expectativas de éxito. ¿Se oxigena así la elite política? En cierta medida. Sin embargo el lamentable costo puede haber sido abandonar indefinidamente la reforma al sistema binominal. A fin de cuentas, si los partidos abren sus puertas a la competencia interna, el binominal no parece tan perverso. Seguirá siendo un empate concertado, con la bienvenida pero limitada cuota de incertidumbre radicada en el proceso previo.

[cita]Desde la derecha dicen que quieren evitar un “Transantiago electoral” –refiriéndose al riesgo de tener un padrón irregular- pero es razonable sospechar -sencillamente porque ya no quedan explicaciones plausibles para el retraso- que lo que buscan es esquivar un descalabro electoral a manos de las nuevas generaciones, donde más ha caído la popularidad del actual Gobierno.[/cita]

La segunda noticia ya parece el cuento de Pedrito y el lobo. Era promesa fija del gobierno de Bachelet y no pasó nada. Era parte esencial del programa político de Piñera, y todavía no pasa nada. Aunque la medida ya está aprobada, esta vez los inconvenientes surgen en la etapa de implementación. ¿Pueden ser nuestras autoridades tan displicentes? No, no es displicencia ni incompetencia ni desidia. Es nuevamente el espíritu de cartel. El escenario está tan líquido, la juventud tan revoltosa y los partidos tan resistidos que mejor diablo conocido que bueno por conocer. Con el padrón actual y sin el milagro de una inscripción masiva, los mismos de siempre ganarán las futuras elecciones. Por eso nadie está muy apurado en el Ejecutivo ni en el Congreso por cumplir la palabra empeñada. ¿O se imagina usted a la clase política atentando contra su propia estabilidad laboral? Desde la derecha dicen que quieren evitar un “Transantiago electoral” –refiriéndose al riesgo de tener un padrón irregular- pero es razonable sospechar -sencillamente porque ya no quedan explicaciones plausibles para el retraso- que lo que buscan es esquivar un descalabro electoral a manos de las nuevas generaciones, donde más ha caído la popularidad del actual Gobierno.

Sumando y restando, el Gobierno pierde la oportunidad de presentar un paquete completo y audaz de reformas políticas para romper la tensa calma de la crisis de representación y se protege de las eventuales inclemencias electorales, mientras los partidos de todo el espectro respiran aliviados de que sus posiciones de poder no serán sustancialmente amenazadas. En otras palabras, el sistema político chileno se pone un parche curita cuando necesita un trasplante de riñón.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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