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Los indignados: abuso de poder y confianza social

Claudio Fuentes S.
Por : Claudio Fuentes S. Profesor Escuela Ciencia Política, Universidad Diego Portales. Investigador asociado del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR)
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No es casualidad que exista una baja significativa de la confianza social respecto de algunas instituciones claves del país. En la medida en que se percibe que existe desigualdad, pero que al mismo tiempo las cosas no cambiarán en el futuro, se refuerza la desconfianza hacia las instituciones.


La protesta social en Chile se relaciona con la desigualdad. Pero no es una percepción de “desigualdad” abstracta, sino que adquiere un rostro muy concreto: el cansancio frente a instituciones que no hacen nada (o muy poco) para terminar con el abuso de poder.

La Encuesta Nacional UDP (2011) ofrece datos muy contundentes sobre este tema. Primero, el 80,4% de los encuestados se muestra de acuerdo con la afirmación “las manifestaciones reflejan un descontento social frente a las desigualdades”. En tanto, sólo un 21,4% indica que se trata de “manifestaciones pasajeras de los jóvenes”.  Resulta evidente a estas alturas que no se trata solamente de una protesta de las clases medias por mayor acceso a la Universidad. Los caceroleos, las marchas masivas, la protesta contra el lucro, todo ello se relaciona con algo más profundo que hoy se canalizó a través de los estudiantes.

[cita]Los escándalos recientes en diversos ámbitos sociales sirven como un catalizador para el descontento social. La denuncia por el supuesto abuso de poder del Director General de Carabineros y la represión en protestas de dicha institución; el escándalo de La Polar; los escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes, todos ellos contribuyen a producir un clima muy negativo de confianza hacia las instituciones.[/cita]

Tomemos el ejemplo del retail. Cuando se pregunta en la citada encuesta si las prácticas detectadas en La Polar son casos aislados o prácticas comunes, el 86% de los entrevistados indica que son “más bien prácticas recurrentes”.  Y cuando se consulta sobre el desenlace para el caso, sólo el 17,2% piensa que los altos ejecutivos serán juzgados y cumplirán su condena en la cárcel; sólo el 27,4% considera que las casas comerciales evitarán este tipo de abusos en el futuro, y poco más de un tercio considera que el gobierno fiscalizará con mayor rigor a las grandes empresas.

No es casualidad, entonces, que exista una baja significativa de la confianza social respecto de algunas instituciones claves del país. En la medida en que se percibe que existe desigualdad, pero que al mismo tiempo las cosas no cambiarán en el futuro, se refuerza la desconfianza hacia las instituciones. Los escándalos recientes en diversos ámbitos sociales sirven como un catalizador para el descontento social. La denuncia por el supuesto abuso de poder del Director General de Carabineros y la represión en protestas de dicha institución; el escándalo de La Polar; los escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes, todos ellos contribuyen a producir un clima muy negativo de confianza hacia las instituciones.

Y las cifras son elocuentes. Al comparar las cifras de confianza social hacia las instituciones, las caídas más significativas de este año fueron la Iglesia Católica (-18,8 puntos), Carabineros (-11,7 puntos), el gobierno (-11,9 puntos) y la confianza en las grandes empresas (-11,4 puntos).  Sólo la radio recibe un nivel de confianza superior al 50% y sólo los medios de comunicación en general (incluyendo TV y prensa escrita) observan un incremento en los niveles de confianza social. También es decidor que las cuatro instituciones que reciben los menores niveles de apoyo social son los Tribunales de Justicia (18,3%), las Grandes Empresas (16,5%), el Congreso (11,1%), y los partidos (7%).

Así, la indignación no es exclusiva en contra de los partidos. Se trata de una crítica mucho más sistémica, que involucra a más instituciones y que incluye una demanda más amplia por igualdad, acceso, transparencia y participación. Como intuyen que las cosas no cambiarán mucho—ni en el mundo de los negocios, de las políticas públicas o de la religión-, los indignados seguramente seguirán saliendo a la calle a protestar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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