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Chile, en el efecto domino de Las Malvinas

Cristian Leyton
Por : Cristian Leyton Profesor Civil Academia de Guerra del Ejército. Investigador Asociado Centro de Estudios Estratégicos ANEPE.
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Argentina ha logrado arrastrar al Reino Unido al terreno de la represalia y contrarepresalia diplomática y política. No podía ser de otra forma. A meses de cumplirse los 30 años de la invasión trasandina de la isla, y su posterior derrota, era natural y lógico que la Casa Rosada buscase dar un matiz de reivindicación nacional, y ahora, panamericano, a lo que considera una usurpación.

El aislamiento continental de la isla parece ser un éxito diplomático argentino, pero se explica por diversas razones, algunas de ellas están asociadas al debilitamiento político de Europa- y por extensión del Reino Unido-; al surgimiento de un polo político en hispan américa de corte “antimperialista” que logra imponer su particular visión del Socialismo del siglo XXI; a la existencia de un gobierno brasileño que busca afirmar un posicionamiento hegemónico en Sudamérica y que necesita para ello legitimarse, excluyendo a una potencia extraregional de peso histórico en la zona.

Más y más voces de apoyo a la causa anticolonial argentina se han levantado. Chile ha hecho sentir su susurro, apoyando el bloqueo en contra de navios de bandera de las islas, no de bandera inglesa. La Moneda se encuentra frente a un complejo escenario frente al país trasandino.

Chile, en su momento, apostó decididamente por terminar con el fantasma del «frente oriental»: Argentina dejaría de formar parte de la «triple alianza vecinal» que ahogaba a Chile desde el punto de vista político-militar y que alimentaba una hostilidad permanente entre Buenos Aires y Santiago. La Moneda y el Edificio Carrera pusieron todos las fichas en generar una suerte de Alianza Estratégica con el país trasandino: medidas de confianza mutua de cuarta generación, cooperación e integración político-militar en Misiones de Paz, Cruz del Sur, etc…

En esta apuesta del Estado chileno por neutralizar los factores que envenenaban nuestras relaciones políticas y diplomáticas con la Casa Rosada, a partir del desvanecimiento de  los efectos de los Pactos de Mayo allá por 1915,  debió tomar decisiones por lo menos difíciles. Una de ellas ha sido darle la espalda a su histórico aliado extraregional, la Corona Británica. En 1996, luego en 1999 y recientemente el año 2008, Chile expresó, junto a otros países de la región, el apoyo a “los legítimos derechos de la República Argentina en la disputa de soberanía relativa a la cuestión de las referidas islas”. Chile se alejó, de esta manera, de Inglaterra, y se acercó estratégicamente a Argentina.

La gran pregunta que se mantiene presente es saber sí el apaciguamiento trasandino hacia Chile es estructural o meramente coyuntural. En este sentido se requiere saber sí la postura trasandina conciliatoria hacia Chile es producto de un verdadero cambio de actitud, desde una política nacional argentina de hostilización territorial hacia Chile, hacia otra de una integración verdadera al estilo Franco-alemán.

Se requiere saber sí este cambio de actitud trasandino responde a una transformación de los tradicionales intereses nacionalistas de la clase política argentina o si no es más que un repliegue meramente coyuntural hacia posiciones políticamente defensivas en espera de recuperar capacidades  económicas, políticas y militares que le permitan volver a su sitial histórico de potencia regional.

Dependerá, en gran medida, del tenor y alcance de las respuestas a estas interrogantes y otras, el mantener o modificar la actual tendencia de integración hacia nuestro vecino trasandino.

La consolidación de las «confianzas» madura en momentos en que se poseen indicios y pruebas concretas de la búsqueda de una conciliación real entre Estados. Hoy Argentina dejó de ser la potencia que reclamaba un liderazgo hegemónico en la región. Hoy, y desde hace algún tiempo ya, Argentina está debilitada política, económica y militarmente…esperemos ver cuando resurja de sus cenizas a fin de constatar si sus gestos conciliatorios eran reales o una mera estrategia de apaciguamiento.

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